Hora peruana
Es miércoles, son las 10:42 p.m. y acabo de abordar el bus que me trasladará a La Merced, parte ya de la Selva Central del Perú. Llegué a este paradero a las 9:30 p.m. aconsejado por la chica que me vendió el boleto, quien me informó que el bus saldría a las 10 de la noche, sin misericordia (de paso metiéndome un poco de presión, seguramente mi rostro le resultó de impuntual); y bien pues, llegué tempranito, y esperé hasta estas horas para subirme a este inmenso bus interprovincial. Mi asiento es el número 57 y mi compañero de butaca es un tipo de aproximádamente 40 años; lo suficientemente huraño como para no acercarme más de lo que los incómodos asientos nos unen. La verdad es esa, estoy incómodo, apenas puedo escribir, pero a la vez me siento como en mi salsa, he pasado tantas incomodidades en mi vida que me he convertido en una suerte de espartano andino, así que nada de lo que suceda de aquí en adelante podrá amilanar mis ganas de conocer la ciudad a la que me estoy dirigiendo: Pozuzo. El bus ya me está llevando por la típica ruta que da a la Carretera Central; están pasando una película china realmente detestable, en unos segundos me pondré los audífonos que traje y escucharé algo de música hasta quedarme dormido. Ahora me doy cuenta que comprar esos audífonos "cero ruído" fue un gran acierto; qué bulleros que son los chinos.
Los sonidos de la muerte
Son las 3:22 de la mañana y no puedo dormir, estoy escribiendo con la escasa luz que tengo en la parte superior de mi asiento; por cierto, esa luz está empezando a incomodar a mi hosco compañero, así que debo ser breve en este apunte. Hace poco tiempo estuve leyendo una historia de Crusoe, donde describía algunas rarezas auditivas en sus viajes, las cuales eran científicamente inexplicables, y las llamo "sonidos de la muerte". Son sonidos que no se pueden comprobar en cuanto a origen, sólo se escuchan y entonces dices, "¿qué fue eso?", inmediatamente algo te distrae y sigues en tus cosas. Crusoe decía que por alguna extraña razón esos sonidos precedían situaciones peligrosas, que a veces culminaban en un mortal suceso. Me imagino que esos son los sonidos que escucho de rato en rato; quizás almas en pena que rondan por la carretera en busca de paz, sometidas a la esclavitud del limbo debido a su abrupta muerte; no sé si esto será lo último que escriba, de cualquier modo con el fuego se quemaría este papel. Ojala pueda concebir sueño pronto, pero que ese sueño no sea eterno, tengo aún varias cosas que hacer por aquí.
Dios existe
Son las 6:25 a.m. Finalmente salió el sol. El bus anda por Tarma, la bien llamada "Perla de los Andes", donde acabo de presenciar el amanecer más bello que jamás haya visto en mi vida. El sol no se veía, sólo se divisaban los rayos solares entre las nubes que parecían algodon, fue algo indescriptiblemente alucinante, pero que me recuerda a un famoso cuadro que representa a Dios, sólo que sin el viejo barbudo con el que siempre lo relacionan. Fue una vista magnífica y que seguramente seguirá en mis pupilas durante todo el día. Mientras me deleito con los fascinantes paisajes, escucho por ahí que nos acercamos a La Merced, Chanchamayo. Dicen que tienen el mejor café del Perú y uno de los mejores del mundo, probar para creer.
Me has generado mucha espectativa Bencho, asi es que por favor describe cada detalle de lo que aprecias, porque he sentido como si estuviera ahí y además lo estoy disfrutando. Porsupuesto que no me refiero al incómodo viaje que también es parte de la historia sino más bien a los bellos lugares que estás conociendo. Bendiciones.
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