El mestizaje en Pozuzo
Es viernes y son las 9:36 de la mañana, acabo de pasar mi primera noche en Pozuzo, y créanme que dormí arrullado por los grillos y demás insectos que cantaban en la noche sobre el silencioso correr del río. Otro ruido no existe, sólo ese, es como la banda sonora de las noches pozuceñas. Anoche hablaba con la señora Koepfke sobre el eterno y escabroso tema del mestizaje; resulta que para algunos descendientes directos de los antiguos colonos es algo inconcebible mezclar las razas con los descendientes nativos, vale decir los descendientes de las comunidades indígenas alojadas aquí incluso desde antes que los europeos. A pesar de eso han logrado coexistir en paz y armonía, ayudándose los unos a los otros, pero siempre hubo ese difuso recelo de no mezclarse; el sabor de lo prohibido siempre presente: las historias de amor constantes entre descendientes austro-alemanes y nativos se ha dado desde que los europeos llegaron en el siglo XIX, por ello ahora podemos ver sin problema diversos mestizajes, personas con cabellos negros, rasgos indígenas pero de piel blanca y demás combinaciones que enriquecen el linaje socio-cultural de la zona, ya que esos descendientes mestizos tienen a su merced dos torrentes culturales muy distintos que confluyen logrando una nueva visión del mundo. Aún sabiendo eso, la señora Koepfke, dueña del hospedaje, prefirió sólo mezclarse con personas de su raza, procreando una familia casi autóctona de las regiones de Bavaria. Algunos de ellos siguen en Pozuzo, pero gran parte marchó a la capital a trabajar en distintos oficios; según la longeva dama, es habitual que esto suceda y cada vez con más frecuencia, sin embargo hay pocos jóvenes que desean quedarse aquí para siempre, prefiriendo el "atraso" de vivir en la paz del campo, que el "progreso" de mancharse con el agobiante smog capitalino. Me quedo con esta frase que resume la emigración - Señora Koepfke: "el pueblo cada vez le queda más chico a los jóvenes".
Súbete a mi moto
Es raro ver autos en Pozuzo. Los hay, sí, pero la mayoría de ellos están estacionados. El transporte más usado aquí es la moto. Es casi usual ver al menos una moto estacionada en la puerta de cada casa. Niños, jóvenes, adultos, adultos mayores y hasta ancianos; todos en algún momento se ven obligados a manejar para recorrer el largo tramo que une las dos partes del pueblo. Esto ayuda a ver el paisaje siempre despejado, y además a contaminar menos, ya que un tránsito complicado de autos opacaría el hermoso cielo azul en poco tiempo. Si quiero algún día vivir aquí, tengo que aprender a manejar una moto, espero que sea casi igual a la bicicleta.
Clenny y el pollo al horno
Son las 2:35 p.m. y ahora me encuentro esperando mi almuerzo en un restorán de la zona. La chica que me atendió tan amablemente responde al nombre de Clenny. Su sonrisa iluminaría cualquier lugar sombrío y su carisma es sencillamente envidiable. Logró hacer que no me ofuscara al no encontrar comida típica, cuando en realidad me moría por probar comida pozuceña. Con una enorme sonrisa me dijo que sólo tenía pollo al horno, cuando mi instinto me dijo "lárgate de aquí", una extraña sensación logró hacer que esbozara una sonrisa tarada, diciéndole, "está bien, espero el pollo entonces". Debe ser otro caso de calidez pueblerina, creo, porque si no es eso no sería descabellado pensar que me encuentro ante la que podría ser la mujer de mi vida. La única que podría domarme con tan sólo una sonrisa, ¿pueden creerlo?, yo todavía no. Se viene el pollo, se viene Clenny.
Sazón pozuceña (completa)
Estoy en la plaza principal de Pozuzo, descansando mi almuerzo; aunque aún no he probado un plato típico de la zona, debo decir que el pollo al horno estuvo exquisito, se nota la enorme diferencia entre los condimentos que llegan a la capital, ya industrializados, con los que se pueden conseguir acá, casi al 100% naturales y sin mayores químicos ni preservantes. Además la sazón pueblerina es realmente impresionante, la tía de Clenny es la que cocina, y de verdad es un as con las ollas, hacer de un simple pollo al horno un suculento platillo no creo que sea tan fácil, y más aún si es parte del menú habitual. Hablando de Clenny, pues me sugirió visitar la discoteca principal del pueblo, nunca he tenido mucha fe con el movimiento nocturno en provincias como esta, pero habría que ver qué tal, de hecho estaré escribiendo al respecto. Considerando que falta muy poco para regresar a Lima y que el tiempo aquí me puede quedar muy corto, lo mejor es no cerrarse a nada, ¿no creen?
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