Faltan pocos días, menos de una semana para disfrutar del concierto de Soda Stereo y vienen a mi memoria gratos recuerdos relacionados con la música profesada por esta gran banda bonaerense. Recuerdos muy variados, podríamos decir: malos y buenos. Todos entremezclados, pero inolvidables. Como cuando asistía a la academia cobijado por mi Walkman, tarareando en silencio canciones como “En camino”, “Un millón de años luz”, o “Nada personal”. En aquel entonces, como lo dije antes, mi posición ante el mundo comenzaba a tomar aires de alpinchismo desmedido, y canciones como esas llevaban mi mente a mundos imaginarios donde me sentía 100, 1000 o tal vez 10000 veces mejor que en el mundo, hipotéticamente, real, mundo lleno de hipocresías, de egocentrismos, de caos mundial, de guerras, de mujeres bellas con corazones vacíos, de hombres machistas, de familias desunidas, de corrupción, y otro largo etcétera. De modo que, Soda, hacía que me olvidara por momentos de lo terrible que significaba vivir en este mundo asqueroso y complicado. Prefería simplemente alejarme de él, y aquellas melodiosas y góticas canciones me ayudaban bastante.
Pero Soda no solamente me ayudó a alejarme de lo feo de este mundo, sino que también me ayudó a acercarme a lo bello. Cómo no recordar aquella tarde en la que me enamoré de Adela, una lindísima compañera de clase en el salón de mediobecados. Normalmente hubiese dudado en acercármele (vale la pena hacer recordar que en la academia, por cada chica linda había 4 o 5 machos en pleno cortejo), pero escuchando “El rito”, las cosas se me hicieron más simples. Esa canción es mágica, vaya que sí. Y tal fue su magia que al ritmo de sus hermosas notas tuve el atrevimiento de ofrecer mi compañía a la bella Adela, desde la academia hasta el paradero. Simple y a la vez importante, y más cuando ella aceptó, renunciando a los otros muchachos que pugnaban por una oportunidad. La tuve y no la desaproveché. Con el audífono izquierdo bien puesto, oyendo “… sueles encontrarme en aquel lugar, y ya lo sabes, nada es casualidad”, y el oído derecho expectante a cualquier insinuación sonora, le dije un discurso plagiado y a la vez encantador: “no es casualidad que esté aquí acompañándote”, soltó una hermosísima sonrisa y luego intercambiamos teléfonos: la había sonrojado. Y comenzó un romance maravilloso en pocos días. Afirmar a quién le debo aquella compañía bien complementada con besos, abrazos y ternura extrema, sería tácito. Se lo debo a Soda, a Cerati, y a la creatividad que tanto caló en los jóvenes de más de una generación.
Y hablando de generaciones. Para muchos les es difícil creer que Soda no musicalizó mi adolescencia en pleno apogeo. Más bien, comencé a interesarme en la banda luego de su separación. Hasta entonces yo era un clásico radioyente, conciente de que la banda argentina había creado “Persiana Americana”, “Prófugos”, y otra cuyo nombre no sabía, pero que me hacía enloquecer con su coro primitivo y sensual al mismo tiempo: “¡TE LLEVARÉ!, HACIA EL EXTREMO”. Luego de eso, poco y nada era lo que sabía de Soda Stereo. No sabía los nombres de los integrantes, ni siquiera una pizca de su historia. No sabía (ni me interesaba) si habían venido al Perú, ni si seguían juntos o separados. Sólo tenía en cuenta de que era una banda muy parecida a Indochina, de la que tampoco era ferviente admirador, pero que escuchaba con mucha más frecuencia. Sin embargo, por cosas que sólo la vida (si hablara) podría explicar, me desligué de lo latino para sumergirme en un grave proceso de alienación, el cual me llevó a ser fan de canales y radios que transmitían música en inglés o máximo, rock en castellano. Bajo este sombrío contexto, me hice fan de Mtv, de su “Beavis & Butt Head”, de Ruth y su sensualísima voz, de Mtv Classic, de los especiales de bandas legendarias como The Rolling Stones, REM, Aerosmith o Radiohead, y en fin, todo lo que implica ser un seguidor de la música anglo y el rock en hablahispana. Las tardes que pasaba frente al televisor, con el VHS listo para poner “REC”, eran largas e intensas, y cuando más me afanaba con mis nuevos ídolos, se anuncia algo que para mí era totalmente ajeno: El último concierto de Soda Stereo. Los especiales homenajeando a la banda, en Mtv, eran realmente desesperantes, y comenzaba a desinteresarme de el canal, por lo que encontré en M21 un buen aliado. Sin embargo poco tardé en descubrir que M21 es un canal argentino, tan hincha de Soda como el resto de los gauchos, y pasaría también homenajes miles. Entre los canales locales (los que en ese entonces sólo sabían recurrir a los Talk Shows y a los chicheritos para ganar rating) y los de cable la victoria era de la visita, y por goleada, por lo que a pesar de las pocas ganas de ver a aquel ondulado personajillo de saco marrón, me sometí a su música tratando de buscarle algo especial. Y sí que lo encontré.
No sé si haya sido la fuerza interpretativa de “De música ligera”, o las miles de almas en el estadio de River que me decían “escúchalos, malos no son”, pero ingresaron en mí unas ganas impactantes de investigar y ahondar todo lo referente a la banda. Por lo que me sumergí en la Internet, adquirí algunos discos, los grabé en cassette y listo. Ahora todo corría por cuenta de mi fiel Walkman y mi traslucida imaginación. Descubrí muchos himnos que adornaban mi simple vida de aquellos años, y me hice un fan incondicional. Aunque la pregunta de rigor llegaba junto a un melancólico lamento: ¿por qué no te conocí antes?
Lamenté durante diez años el hecho de haberme hecho el fan Nº 1 de una manera póstuma, casi homenajeando, mientras otros (varios años mayores que yo, por cierto) habían vivido la época de Soda al Máximo. Sin embargo, un día de Agosto en este año, al ritmo de “Ángel eléctrico”, escuché el rumor que provenía de la boca de un gran amigo: “SODA SE JUNTA”, mi alegría fue grande aunque algo incrédula, pues durante los últimos tres años los rumores sobre un posible reencuentro musical de la banda habían sido varios, y todos mentirosos. Sin embargo esta vez era distinto. Revisé su Web oficial, y ahí estaba, el anuncio de la gira: “Me verás volver”, lindo título, referente a otra de las históricas de Soda, “La ciudad de la furia”. Mi emoción se acrecentó. Lo que siguió fue una serie de sucesos que jugaron con mi corazón. “Sí vienen”, “no vienen”, “sólo pasarán por aquí”, etc. Finalmente se dictó el último veredicto: Soda viene en Diciembre, y ya hasta se sabe la fecha.
Han pasado casi dos meses desde que obtuve esa costosa pero justificada entrada. Y mi corazón comienza a latir a mil por hora. A pesar de las mil y un opiniones sobre el regreso de Cerati, Alberti y Bosio a la escena latinoamericana (habladurías sobre el interés económico que existe) lo cierto es que una reunión como esta jamás será negativa para nadie, ni para ellos, ni para nosotros, los fans, quienes tenemos la oportunidad de, para muchos, volver a vivir épocas de gloria, y para otros, de vivirlas por primera vez.
Y para aquellos que comparan a Soda con futbolistas parrilleros: ¿Oyeron el concierto que hicieron en Baires?, a diferencia de los parrilleros, Soda no ha disminuido su calidad. Me atrevería a decir que ahora han cuajado sus estilos musicales, y son mucho mejores que antes. Recuerden que el resentimiento y la envidia son venenos que uno se traga pensando en que el otro morirá.
Nos vemos el 8, y gracias totales por volver al Perú.
Lima, 3 de Diciembre del 2007.
Pero Soda no solamente me ayudó a alejarme de lo feo de este mundo, sino que también me ayudó a acercarme a lo bello. Cómo no recordar aquella tarde en la que me enamoré de Adela, una lindísima compañera de clase en el salón de mediobecados. Normalmente hubiese dudado en acercármele (vale la pena hacer recordar que en la academia, por cada chica linda había 4 o 5 machos en pleno cortejo), pero escuchando “El rito”, las cosas se me hicieron más simples. Esa canción es mágica, vaya que sí. Y tal fue su magia que al ritmo de sus hermosas notas tuve el atrevimiento de ofrecer mi compañía a la bella Adela, desde la academia hasta el paradero. Simple y a la vez importante, y más cuando ella aceptó, renunciando a los otros muchachos que pugnaban por una oportunidad. La tuve y no la desaproveché. Con el audífono izquierdo bien puesto, oyendo “… sueles encontrarme en aquel lugar, y ya lo sabes, nada es casualidad”, y el oído derecho expectante a cualquier insinuación sonora, le dije un discurso plagiado y a la vez encantador: “no es casualidad que esté aquí acompañándote”, soltó una hermosísima sonrisa y luego intercambiamos teléfonos: la había sonrojado. Y comenzó un romance maravilloso en pocos días. Afirmar a quién le debo aquella compañía bien complementada con besos, abrazos y ternura extrema, sería tácito. Se lo debo a Soda, a Cerati, y a la creatividad que tanto caló en los jóvenes de más de una generación.
Y hablando de generaciones. Para muchos les es difícil creer que Soda no musicalizó mi adolescencia en pleno apogeo. Más bien, comencé a interesarme en la banda luego de su separación. Hasta entonces yo era un clásico radioyente, conciente de que la banda argentina había creado “Persiana Americana”, “Prófugos”, y otra cuyo nombre no sabía, pero que me hacía enloquecer con su coro primitivo y sensual al mismo tiempo: “¡TE LLEVARÉ!, HACIA EL EXTREMO”. Luego de eso, poco y nada era lo que sabía de Soda Stereo. No sabía los nombres de los integrantes, ni siquiera una pizca de su historia. No sabía (ni me interesaba) si habían venido al Perú, ni si seguían juntos o separados. Sólo tenía en cuenta de que era una banda muy parecida a Indochina, de la que tampoco era ferviente admirador, pero que escuchaba con mucha más frecuencia. Sin embargo, por cosas que sólo la vida (si hablara) podría explicar, me desligué de lo latino para sumergirme en un grave proceso de alienación, el cual me llevó a ser fan de canales y radios que transmitían música en inglés o máximo, rock en castellano. Bajo este sombrío contexto, me hice fan de Mtv, de su “Beavis & Butt Head”, de Ruth y su sensualísima voz, de Mtv Classic, de los especiales de bandas legendarias como The Rolling Stones, REM, Aerosmith o Radiohead, y en fin, todo lo que implica ser un seguidor de la música anglo y el rock en hablahispana. Las tardes que pasaba frente al televisor, con el VHS listo para poner “REC”, eran largas e intensas, y cuando más me afanaba con mis nuevos ídolos, se anuncia algo que para mí era totalmente ajeno: El último concierto de Soda Stereo. Los especiales homenajeando a la banda, en Mtv, eran realmente desesperantes, y comenzaba a desinteresarme de el canal, por lo que encontré en M21 un buen aliado. Sin embargo poco tardé en descubrir que M21 es un canal argentino, tan hincha de Soda como el resto de los gauchos, y pasaría también homenajes miles. Entre los canales locales (los que en ese entonces sólo sabían recurrir a los Talk Shows y a los chicheritos para ganar rating) y los de cable la victoria era de la visita, y por goleada, por lo que a pesar de las pocas ganas de ver a aquel ondulado personajillo de saco marrón, me sometí a su música tratando de buscarle algo especial. Y sí que lo encontré.
No sé si haya sido la fuerza interpretativa de “De música ligera”, o las miles de almas en el estadio de River que me decían “escúchalos, malos no son”, pero ingresaron en mí unas ganas impactantes de investigar y ahondar todo lo referente a la banda. Por lo que me sumergí en la Internet, adquirí algunos discos, los grabé en cassette y listo. Ahora todo corría por cuenta de mi fiel Walkman y mi traslucida imaginación. Descubrí muchos himnos que adornaban mi simple vida de aquellos años, y me hice un fan incondicional. Aunque la pregunta de rigor llegaba junto a un melancólico lamento: ¿por qué no te conocí antes?
Lamenté durante diez años el hecho de haberme hecho el fan Nº 1 de una manera póstuma, casi homenajeando, mientras otros (varios años mayores que yo, por cierto) habían vivido la época de Soda al Máximo. Sin embargo, un día de Agosto en este año, al ritmo de “Ángel eléctrico”, escuché el rumor que provenía de la boca de un gran amigo: “SODA SE JUNTA”, mi alegría fue grande aunque algo incrédula, pues durante los últimos tres años los rumores sobre un posible reencuentro musical de la banda habían sido varios, y todos mentirosos. Sin embargo esta vez era distinto. Revisé su Web oficial, y ahí estaba, el anuncio de la gira: “Me verás volver”, lindo título, referente a otra de las históricas de Soda, “La ciudad de la furia”. Mi emoción se acrecentó. Lo que siguió fue una serie de sucesos que jugaron con mi corazón. “Sí vienen”, “no vienen”, “sólo pasarán por aquí”, etc. Finalmente se dictó el último veredicto: Soda viene en Diciembre, y ya hasta se sabe la fecha.
Han pasado casi dos meses desde que obtuve esa costosa pero justificada entrada. Y mi corazón comienza a latir a mil por hora. A pesar de las mil y un opiniones sobre el regreso de Cerati, Alberti y Bosio a la escena latinoamericana (habladurías sobre el interés económico que existe) lo cierto es que una reunión como esta jamás será negativa para nadie, ni para ellos, ni para nosotros, los fans, quienes tenemos la oportunidad de, para muchos, volver a vivir épocas de gloria, y para otros, de vivirlas por primera vez.
Y para aquellos que comparan a Soda con futbolistas parrilleros: ¿Oyeron el concierto que hicieron en Baires?, a diferencia de los parrilleros, Soda no ha disminuido su calidad. Me atrevería a decir que ahora han cuajado sus estilos musicales, y son mucho mejores que antes. Recuerden que el resentimiento y la envidia son venenos que uno se traga pensando en que el otro morirá.
Nos vemos el 8, y gracias totales por volver al Perú.
Lima, 3 de Diciembre del 2007.
A mi tb me gusta soda soy hincha desde q tengo uso de razon q pena que no haya venido por aca SLDOS Desde Sta Cruz-Bolivia
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