El odioso cartelito del “amigo nomás”
Llego a mi casa después del trabajo, me pongo algo más cómodo, prendo la PC y entro al MSN con la esperanza de encontrar a alguien con quien conversar fluidamente. Me encuentro con una amiga que no veo desde hace muchos años y con la cual tuve un bochornoso incidente que nos separó desde ese entonces. Sí, señores, adivinaron: me le mandé y no me aceptó. ¿Qué más puedo decir?, bueno hay mucho que desglosar.
Para comenzar me gustaría reafirmar que, como he dicho en post anteriores, me he mandado a muchas chicas a lo largo de mi vida. Podría calcular fácilmente unas 50 chicas, de las cuales sólo me acepto un honroso 20%. Haciendo matemáticas simples se puede vislumbrar la cantidad de enamoradas (criollamente llamadas: “firmes”) que he tenido hasta el día de hoy. Es tácito que aquellas chicas que tuvieron la valentía de aceptar a este servidor significaron mucho en mi vida, que acumularon en mi bagaje experiencias inolvidables, no siempre agradables pero a menudo encerrando enseñanzas que me harían más fuerte, y más preparado para próximos retos amorosos. Pero el núcleo de este post es saber lo que sucedió con el 80% que rechazó mis propuestas, y que dejó a mi corazón dando vueltas como trompo.
Para nadie es secreto que las mujeres tienen una habilidad especial para el manejo del factor “hombres”. Saben lo que deben hacer, aunque carezcan de mayor experiencia, al momento de conquistar, engatusar, encaprichar, obsesionar, o por último, rechazar a algún incauto muchacho. Y Pamela (pseudónimo, no te asustes), la chica que me encontré anoche en el MSN, es un verdadero “símbolo” de ese extraño y oculto arte que las féminas tan magníficamente manejan. Me contaba ella, durante el tiempo que estuvimos estudiando juntos en la academia, que la afanaban de 10 a 25 chicos al mismo tiempo. Al 99.9% de todos ellos, ella sólo los quería como amigos y nada más, sin embargo dejaba que la afanen, que los imberbes hombrecitos, rebosantes de hormonas, soltaran sus frases y palabras más bonitas, que aumentaran su ego, y que le dieran regalos. Y siempre, al final de cada salida con ellos, se despedía diciendo: “gracias por todo, amigo”, y listo. Había ganado, una vez más, la polivalente batalla de la seducción. Vean ustedes, no era una jugadora, o al menos no cumplía con el concepto que tengo de lo que es una jugadora: aquella chica que está con varios chicos al mismo tiempo. Pamela no se ensuciaba los labios con besos no deseados. Tampoco se comprometía con promesas falsas. Ella simplemente salía con sus desesperados y reprimidos afanadores, proporcionándoles horas de entretenimiento garantizadas (siempre tiene tema de conversación, está bien informada y bien leída) y la facilidad ficticia de poder lucirse con una bella chica por las variopintas calles limeñas. Ya en su casa, por las noches, contaba con aires maléficos los regalos y cartas recibidos, y administraba perfectamente los rótulos que le colocaba cruelmente a cada uno de sus pretendientes: para prácticamente todos, el cartel decía “amigo nomás”.
Gracias a Pamela comencé a comprender mejor el extraño mundo de las mujeres y me imagino que, de haber una especie de comunidad femenina estilo “el pentágono”, sería considerada una traidora por revelarme algunos de sus más complejos secretos. De todos ellos, el que más me llamó la atención fue el de los “rótulos”. Esos rótulos con los que a veces nos jugamos en broma (“oe gordo chato, flaco, mitrón, etc., ella te ve como amiguito nomás, entiende, ¡JA, JA, JA!” – ¿ven a lo que me refiero?), pero que son reales, y ocultan la más malévola misión que el, mal llamado, “sexo débil” deberá cumplir, al menos antes de salir embarazada y condenar su vida a la servidumbre (aclaración: no comparto el machismo, pero soy conciente de que al menos en nuestro país, de cada 10 mujeres 7 terminan siendo prácticamente empleadas del hogar por el resto de sus vidas). A pesar de todos estos comentarios no tardé en experimentar una atracción hacia esa interesante combinación de dulzura y maldad que encerraba Pamela. Y por más que sabía de todas sus triquiñuelas para sacar la mayor ventaja de todos los hombres que de ella se enamoraban, terminé, al igual que ellos, enamorándome perdidamente de ella. No se lo dije así nada más. Ahí sí tuve cuidado. Traté, más bien, de esperar aunque sea la más mínima insinuación de que yo le parecía diferente a todos los demás. Claro, no creo que a los demás les haya contado lo que hacía con ellos (o sí) y eso me daba ciertos aires de ser “el distinto” en su lista de amigos y afanes – la cual seguro era una sola lista.
Por mucho que esperé por esas insinuaciones, jamás llegaron, y fue lamentable darme con la desagradable sorpresa (¿?) de que no le gustaba, o al menos, de que si le gustaba no lo demostraría como buena astuta que es. Pero la esperanza en mí no moría a pesar de la adversidad, y sujetándome de mi teoría de “el distinto” no paré hasta mandarme un día de Febrero frente al otrora Parque de la Reserva y hoy, Parque de las Piletas. La respuesta fue clara y contundente: “ay, Rubencito, tú eres mi amigo nomás” – y esbozó una sonrisa diabólica aunque de las más bellas que haya visto. En ese momento me di cuenta de que el rótulo de “amigo nomás” es algo que todas las mujeres utilizan y que uno no se puede sacar así nada más. Es casi un tatuaje que se dibuja entre tu piel y tus músculos, no puedes ni siquiera verlo, pero ellas sí, lo tienen bien presente y cada vez que te ven, sea en las mañanas con un “buenos días”, o en la noche con un “hasta mañana” lo que más resalta en los desafortunados rotulados es ese maldito cartel: “SOY TU AMIGUITO, NADA MAS”, y eso les da seguridad, les da confianza para ir con mejores ánimos a sus verdaderas batallas, las que libran con los pocos o muchos, pero OTROS, hombres que sí les gustan o por los que sí se sienten atraídas.
A veces creo que las mujeres se resisten orgullosamente al hecho de dejarse conquistar, es decir, en todo el sentido de la palabra. Soportan la presión de no sacarnos el rótulo aunque en el fondo piensen que podemos ser los hombres de sus vidas, ¿por qué?, porque prefieren tener un esclavo, a ser esclavas de sí mismas. Esa es mi teoría (como todo, con sus debidas excepciones, por supuesto) y hasta ahora no ha habido mujer que me la pueda contrariar. Y es que, si bien es cierto, las mujeres tienen ciertas habilidades ocultas para manejar bien el juego de la seducción y el cortejo, la estadística dice que son ellas las que sufren más que los hombres en lo que a temas del amor se refiere. Las mujeres, una vez que se enamoran, cambian radicalmente su postura calculadora y fría y se vuelven engreidoras, cálidas y confiables; maravillosos refugios rebalsando cariño en cada momento. Entregan todo de sí, y en eso los hombres sólo tenemos que aplaudir, porque nuestra personalidad distraída jamás podría compararse a la detallista visión de una chica enamorada, quien tratará siempre de cubrir cada vacío, cada carencia que su hombre amado tenga. Y por todo eso, cuando hay una decepción amorosa (vale aclarar, post – cortejo) ellas son las que más sufren y concluyo que eso las hace esclavas de sí mismas. Cuando ellas dicen “éste es” y se embarcan en una relación amorosa, saben que se juegan mucho, en realidad, se juegan todo, incluyendo el orgullo y la reputación. Los hombres, en cambio, podemos experimentar sufrimiento y sensaciones complicadas, pero nunca nos asemejaremos, en lo más mínimo, al universo de engorrosos sentimientos que se encuentra dentro de una mujer. Por eso sufrimos menos, por eso ellas sufren más. Y gracias a eso es que ellas han adoptado los modos manipuladores que con el tiempo han ido amoldando según las necesidades sociales que las contextúen.
Como reflexión final quedará lo siguiente: para mí sigue siendo injusto el trato que les dan las mujeres a sus pretendientes, primero, porque lo que deberían sentir al momento de enterarse de que aquel chico, tímido o no, siente una atracción por ellas, o siente algo especial que podría convertirse en amor, es a-gra-de-ci-mien-to. Sí, agradecimiento; las mujeres deberían de agradecer a cada hombre que se haya fijado en ellas – para una relación seria, obviamente – y no brindarles el pésimo trato que muchas de ellas, con aires de divas, les dan inexorablemente. Lo más probable es que las féminas que hayan leído la última línea que acabo de postear se estarán preguntando, “¿y yo por qué debo agradecer?” Pensemos por un instante. En este país, y creo que en todo el planeta, la proporción de hombres a mujeres es de 1 a 4, por lo tanto si alguno de nosotros nos fijamos en alguna de ustedes quiere decir que las elegimos entre 4 posibles candidatas, lo que deben agradecer, ya que como las elegimos a ustedes también pudimos elegir a otras. Con toda la buena fe del mundo. No lo digo yo, lo dice la estadística.
Segundo, nuestra postura distraída del mundo, a diferencia de las femeninas técnicas controladoras de situaciones, es totalmente natural y genuina. Es decir, nace con nosotros, y por ende no tenemos la culpa de ser de esa manera que tanto odian las mujeres. Ellas también nacen con predisposiciones pero, señoras, a mí no me engañan, las técnicas manipuladoras las han ido aprendiendo de generación en generación; posturas totalmente sociales que se engendraron con la errónea y primigenia idea de que a las mujeres hay que conquistarlas, en lugar de formar una teoría equitativa que hubiese favorecido a ambos sexos.
Y tercero: deberían olvidarse de los horribles rótulos. Si echan otro vistazo a las estadísticas me gustaría que le tomen especial atención a la cantidad de relaciones conyugales o matrimoniales que realmente triunfan sobre la adversidad. Diciéndolo de otra forma, ¿cuántas personas de las que eligen parejas sobre otros pretendientes llegan a ser realmente felices?, si vieron el número, ¿no les parece alarmante?, digamos que de 10 parejas sólo 1 logra una felicidad completa (y esto es, con sus respectivas dudas), yo pregunto: ¿no está sucediendo algo extraño aquí?, los hombres elegimos cualquier mujer que nos guste, pero las mujeres son las que se jactan de ser selectivas, ¿verdad?, ¿no estarán eligiendo mal a sus parejas?, yo creo que algo de eso debe de haber. Si tanto se equivocan presumo que puede ser por la increíble reducción de universo selectivo que hacen (tal vez involuntariamente, sólo por satisfacer sus egos) al colocarnos rótulos tan ridículos como el “amigo nomás” o el “posible si se arregla” (ahondaré en los rótulos en otro post, lo prometo). Si dejaran de lado ese tipo de etiquetamiento su universo sería más amplio, y en ese “amiguito” que dicen tener, podrían encontrar a la persona con la que serían felices por muy buen tiempo, y ¿por qué no?, de por vida. Es hora de que comiencen a pensar mejor las cosas, la selección es necesaria, pero hay que tener criterio; tengamos en cuenta que muchos de esos decepcionados chicos terminan involucrándose con las chicas equivocadas, precisamente porque las que tal vez eran sus chicas ideales, perdieron la chance de comenzar algo bello solamente por vanidad.
Mientras culminaba de conversar con Pamela anoche, iba pensando en decirle todo lo que escribí en este post. Me hubiese arriesgado a que me mandara al diablo, o quizás a que me diga que las cosas han cambiado y que ya no tiene esas costumbres (con todo su derecho, por cierto). Preferí no hacerlo con el único afán de concentrarme mejor en escribir estas palabras, sin resentimientos que pudieran obstruir mi fluidez de ideas, mas es mi obligación pasarle el link una vez que lo haya posteado, y si eso llega a realizar un cambio positivo ya sea en su vida, o en la de su actual novio, mi misión habrá sido cumplida.
A ustedes, nuestras musas de siempre, les dejo la última palabra.
Llego a mi casa después del trabajo, me pongo algo más cómodo, prendo la PC y entro al MSN con la esperanza de encontrar a alguien con quien conversar fluidamente. Me encuentro con una amiga que no veo desde hace muchos años y con la cual tuve un bochornoso incidente que nos separó desde ese entonces. Sí, señores, adivinaron: me le mandé y no me aceptó. ¿Qué más puedo decir?, bueno hay mucho que desglosar.
Para comenzar me gustaría reafirmar que, como he dicho en post anteriores, me he mandado a muchas chicas a lo largo de mi vida. Podría calcular fácilmente unas 50 chicas, de las cuales sólo me acepto un honroso 20%. Haciendo matemáticas simples se puede vislumbrar la cantidad de enamoradas (criollamente llamadas: “firmes”) que he tenido hasta el día de hoy. Es tácito que aquellas chicas que tuvieron la valentía de aceptar a este servidor significaron mucho en mi vida, que acumularon en mi bagaje experiencias inolvidables, no siempre agradables pero a menudo encerrando enseñanzas que me harían más fuerte, y más preparado para próximos retos amorosos. Pero el núcleo de este post es saber lo que sucedió con el 80% que rechazó mis propuestas, y que dejó a mi corazón dando vueltas como trompo.
Para nadie es secreto que las mujeres tienen una habilidad especial para el manejo del factor “hombres”. Saben lo que deben hacer, aunque carezcan de mayor experiencia, al momento de conquistar, engatusar, encaprichar, obsesionar, o por último, rechazar a algún incauto muchacho. Y Pamela (pseudónimo, no te asustes), la chica que me encontré anoche en el MSN, es un verdadero “símbolo” de ese extraño y oculto arte que las féminas tan magníficamente manejan. Me contaba ella, durante el tiempo que estuvimos estudiando juntos en la academia, que la afanaban de 10 a 25 chicos al mismo tiempo. Al 99.9% de todos ellos, ella sólo los quería como amigos y nada más, sin embargo dejaba que la afanen, que los imberbes hombrecitos, rebosantes de hormonas, soltaran sus frases y palabras más bonitas, que aumentaran su ego, y que le dieran regalos. Y siempre, al final de cada salida con ellos, se despedía diciendo: “gracias por todo, amigo”, y listo. Había ganado, una vez más, la polivalente batalla de la seducción. Vean ustedes, no era una jugadora, o al menos no cumplía con el concepto que tengo de lo que es una jugadora: aquella chica que está con varios chicos al mismo tiempo. Pamela no se ensuciaba los labios con besos no deseados. Tampoco se comprometía con promesas falsas. Ella simplemente salía con sus desesperados y reprimidos afanadores, proporcionándoles horas de entretenimiento garantizadas (siempre tiene tema de conversación, está bien informada y bien leída) y la facilidad ficticia de poder lucirse con una bella chica por las variopintas calles limeñas. Ya en su casa, por las noches, contaba con aires maléficos los regalos y cartas recibidos, y administraba perfectamente los rótulos que le colocaba cruelmente a cada uno de sus pretendientes: para prácticamente todos, el cartel decía “amigo nomás”.
Gracias a Pamela comencé a comprender mejor el extraño mundo de las mujeres y me imagino que, de haber una especie de comunidad femenina estilo “el pentágono”, sería considerada una traidora por revelarme algunos de sus más complejos secretos. De todos ellos, el que más me llamó la atención fue el de los “rótulos”. Esos rótulos con los que a veces nos jugamos en broma (“oe gordo chato, flaco, mitrón, etc., ella te ve como amiguito nomás, entiende, ¡JA, JA, JA!” – ¿ven a lo que me refiero?), pero que son reales, y ocultan la más malévola misión que el, mal llamado, “sexo débil” deberá cumplir, al menos antes de salir embarazada y condenar su vida a la servidumbre (aclaración: no comparto el machismo, pero soy conciente de que al menos en nuestro país, de cada 10 mujeres 7 terminan siendo prácticamente empleadas del hogar por el resto de sus vidas). A pesar de todos estos comentarios no tardé en experimentar una atracción hacia esa interesante combinación de dulzura y maldad que encerraba Pamela. Y por más que sabía de todas sus triquiñuelas para sacar la mayor ventaja de todos los hombres que de ella se enamoraban, terminé, al igual que ellos, enamorándome perdidamente de ella. No se lo dije así nada más. Ahí sí tuve cuidado. Traté, más bien, de esperar aunque sea la más mínima insinuación de que yo le parecía diferente a todos los demás. Claro, no creo que a los demás les haya contado lo que hacía con ellos (o sí) y eso me daba ciertos aires de ser “el distinto” en su lista de amigos y afanes – la cual seguro era una sola lista.
Por mucho que esperé por esas insinuaciones, jamás llegaron, y fue lamentable darme con la desagradable sorpresa (¿?) de que no le gustaba, o al menos, de que si le gustaba no lo demostraría como buena astuta que es. Pero la esperanza en mí no moría a pesar de la adversidad, y sujetándome de mi teoría de “el distinto” no paré hasta mandarme un día de Febrero frente al otrora Parque de la Reserva y hoy, Parque de las Piletas. La respuesta fue clara y contundente: “ay, Rubencito, tú eres mi amigo nomás” – y esbozó una sonrisa diabólica aunque de las más bellas que haya visto. En ese momento me di cuenta de que el rótulo de “amigo nomás” es algo que todas las mujeres utilizan y que uno no se puede sacar así nada más. Es casi un tatuaje que se dibuja entre tu piel y tus músculos, no puedes ni siquiera verlo, pero ellas sí, lo tienen bien presente y cada vez que te ven, sea en las mañanas con un “buenos días”, o en la noche con un “hasta mañana” lo que más resalta en los desafortunados rotulados es ese maldito cartel: “SOY TU AMIGUITO, NADA MAS”, y eso les da seguridad, les da confianza para ir con mejores ánimos a sus verdaderas batallas, las que libran con los pocos o muchos, pero OTROS, hombres que sí les gustan o por los que sí se sienten atraídas.
A veces creo que las mujeres se resisten orgullosamente al hecho de dejarse conquistar, es decir, en todo el sentido de la palabra. Soportan la presión de no sacarnos el rótulo aunque en el fondo piensen que podemos ser los hombres de sus vidas, ¿por qué?, porque prefieren tener un esclavo, a ser esclavas de sí mismas. Esa es mi teoría (como todo, con sus debidas excepciones, por supuesto) y hasta ahora no ha habido mujer que me la pueda contrariar. Y es que, si bien es cierto, las mujeres tienen ciertas habilidades ocultas para manejar bien el juego de la seducción y el cortejo, la estadística dice que son ellas las que sufren más que los hombres en lo que a temas del amor se refiere. Las mujeres, una vez que se enamoran, cambian radicalmente su postura calculadora y fría y se vuelven engreidoras, cálidas y confiables; maravillosos refugios rebalsando cariño en cada momento. Entregan todo de sí, y en eso los hombres sólo tenemos que aplaudir, porque nuestra personalidad distraída jamás podría compararse a la detallista visión de una chica enamorada, quien tratará siempre de cubrir cada vacío, cada carencia que su hombre amado tenga. Y por todo eso, cuando hay una decepción amorosa (vale aclarar, post – cortejo) ellas son las que más sufren y concluyo que eso las hace esclavas de sí mismas. Cuando ellas dicen “éste es” y se embarcan en una relación amorosa, saben que se juegan mucho, en realidad, se juegan todo, incluyendo el orgullo y la reputación. Los hombres, en cambio, podemos experimentar sufrimiento y sensaciones complicadas, pero nunca nos asemejaremos, en lo más mínimo, al universo de engorrosos sentimientos que se encuentra dentro de una mujer. Por eso sufrimos menos, por eso ellas sufren más. Y gracias a eso es que ellas han adoptado los modos manipuladores que con el tiempo han ido amoldando según las necesidades sociales que las contextúen.
Como reflexión final quedará lo siguiente: para mí sigue siendo injusto el trato que les dan las mujeres a sus pretendientes, primero, porque lo que deberían sentir al momento de enterarse de que aquel chico, tímido o no, siente una atracción por ellas, o siente algo especial que podría convertirse en amor, es a-gra-de-ci-mien-to. Sí, agradecimiento; las mujeres deberían de agradecer a cada hombre que se haya fijado en ellas – para una relación seria, obviamente – y no brindarles el pésimo trato que muchas de ellas, con aires de divas, les dan inexorablemente. Lo más probable es que las féminas que hayan leído la última línea que acabo de postear se estarán preguntando, “¿y yo por qué debo agradecer?” Pensemos por un instante. En este país, y creo que en todo el planeta, la proporción de hombres a mujeres es de 1 a 4, por lo tanto si alguno de nosotros nos fijamos en alguna de ustedes quiere decir que las elegimos entre 4 posibles candidatas, lo que deben agradecer, ya que como las elegimos a ustedes también pudimos elegir a otras. Con toda la buena fe del mundo. No lo digo yo, lo dice la estadística.
Segundo, nuestra postura distraída del mundo, a diferencia de las femeninas técnicas controladoras de situaciones, es totalmente natural y genuina. Es decir, nace con nosotros, y por ende no tenemos la culpa de ser de esa manera que tanto odian las mujeres. Ellas también nacen con predisposiciones pero, señoras, a mí no me engañan, las técnicas manipuladoras las han ido aprendiendo de generación en generación; posturas totalmente sociales que se engendraron con la errónea y primigenia idea de que a las mujeres hay que conquistarlas, en lugar de formar una teoría equitativa que hubiese favorecido a ambos sexos.
Y tercero: deberían olvidarse de los horribles rótulos. Si echan otro vistazo a las estadísticas me gustaría que le tomen especial atención a la cantidad de relaciones conyugales o matrimoniales que realmente triunfan sobre la adversidad. Diciéndolo de otra forma, ¿cuántas personas de las que eligen parejas sobre otros pretendientes llegan a ser realmente felices?, si vieron el número, ¿no les parece alarmante?, digamos que de 10 parejas sólo 1 logra una felicidad completa (y esto es, con sus respectivas dudas), yo pregunto: ¿no está sucediendo algo extraño aquí?, los hombres elegimos cualquier mujer que nos guste, pero las mujeres son las que se jactan de ser selectivas, ¿verdad?, ¿no estarán eligiendo mal a sus parejas?, yo creo que algo de eso debe de haber. Si tanto se equivocan presumo que puede ser por la increíble reducción de universo selectivo que hacen (tal vez involuntariamente, sólo por satisfacer sus egos) al colocarnos rótulos tan ridículos como el “amigo nomás” o el “posible si se arregla” (ahondaré en los rótulos en otro post, lo prometo). Si dejaran de lado ese tipo de etiquetamiento su universo sería más amplio, y en ese “amiguito” que dicen tener, podrían encontrar a la persona con la que serían felices por muy buen tiempo, y ¿por qué no?, de por vida. Es hora de que comiencen a pensar mejor las cosas, la selección es necesaria, pero hay que tener criterio; tengamos en cuenta que muchos de esos decepcionados chicos terminan involucrándose con las chicas equivocadas, precisamente porque las que tal vez eran sus chicas ideales, perdieron la chance de comenzar algo bello solamente por vanidad.
Mientras culminaba de conversar con Pamela anoche, iba pensando en decirle todo lo que escribí en este post. Me hubiese arriesgado a que me mandara al diablo, o quizás a que me diga que las cosas han cambiado y que ya no tiene esas costumbres (con todo su derecho, por cierto). Preferí no hacerlo con el único afán de concentrarme mejor en escribir estas palabras, sin resentimientos que pudieran obstruir mi fluidez de ideas, mas es mi obligación pasarle el link una vez que lo haya posteado, y si eso llega a realizar un cambio positivo ya sea en su vida, o en la de su actual novio, mi misión habrá sido cumplida.
A ustedes, nuestras musas de siempre, les dejo la última palabra.
Uf! me asustaste! jeje, buen post, aunque un pokito machista, pero ya pes, tienes razon en la mayoria de las cosas, aunque se te olvido decir que nosotras tenemos el control! =)
ResponderEliminarun beso
Bien dicho Benshow!
ResponderEliminarMMM A VER DEJAME ADIVINAR ESTAS RESENTIDO PQ ALGUNA FLACA TE CHOITEO? NO TE PASES PES ESCRIBE COSAS BUENAS NO HABLES DE RESENTIDO CHAU
ResponderEliminarTienes razon en todo!! las mujeres controlan todos nuestros movimientos pero ya es hora de romper las cadenas!
ResponderEliminarHola recien leo tu blog no se como llegue hasta aqui pero esta de lujo, te felicito y bueno, tienes razon algunas veces las mujeres nos hacemos las interesantes y terminamos perdiendo muchas oportunidades de estar con chicos lindos
ResponderEliminarUn beso desde Guadalajara
Hola de nuevo! regreso de unas cortas vacaciones, y que veo??? un post resentido jaja, no amigo es broma, realmente me has hecho reir pero realmente las mujeres somos tan malas? deberias tb hacer uno asi sobre los hombres, uds no se quedan atras eh! jeje salu2 desde Bogota.
ResponderEliminarPD. Sales muy lindo en la foto aunque parece que no te gusta que te tomen fotos no? jeje
Bien dicho tio
ResponderEliminarLAS MUJERES AL PODER!!
ResponderEliminarHola benshow me encanto tu blog pero quisas puedas escribir algo sobre politica creo que es el unico tema q te falta chau
ResponderEliminarHola!! era verdad lo q decian, manya q chevere tu blog jaja que tio sales en la foto, pero guapo como siempre... chevere lo q escribes, un besito chaup
ResponderEliminarbueno el post benshow....las mujeres hablan de machismo... pero acaso no son ellas machistas también?..solo por citar un ejemplo: en un hogar recien formado donde él y ella trabajan, el dinero de él es para pagar gastos y todo, y el de ellas? lo comparten? NO! su dinero es su dinero y amén!... chicas, hora de reconocer =)
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