Es penoso escribir sobre este tema, y es que la verdad mis ilusiones con la selección habían aumentado desde que se hizo público el buen desempeño de nuestros futbolistas que radican en Europa, la decisión de contratar a un técnico joven, innovador e inteligente al mando del equipo, las ganas y el ambiente que se iba formando, y todos aquellos elementos que avizoré desde que la atención futbolera peruana se centró en la popular y desdeñada “blanquiroja”. En fin, ya han pasado meses desde aquel inicio de mi ilusión, aquella ilusión que me permitía ver a Jefferson anotando goles en un mundial, a Guerrero peleando con defensas altos y colorados, a Pizarro ganándole en el juego aéreo a los jugadores más aguerridos del mundo, a Solano deslumbrando con su técnica a los cientos de países que lo verían jugar, al “loco” Vargas sudando hasta la última gota de sudor para llegar lo más lejos posible en un certamen totalmente imaginario. Bueno, no tanto, porque existirá, lo veré por televisión, pero la selección peruana no estará en aquella junta de selecciones luchadoras y respetables llamada “Mundial de Fútbol”, no estará, precisamente, porque no es una selección luchadora, mucho menos respetable.
No estará porque sus jugadores no están comprometidos con su bandera, porque no sueñan tanto como el hincha que escribe, o como tantos otros hinchas que no tienen ganas de volver a saber de ellos, y los comprendo. Vaya que sí, los comprendo.
Cuando Lánder Áleman, quizás uno de los dirigentes más repudiados del fútbol peruano, anunció que, efectivamente, habría habido conductas indisciplinarias durante la concentración para el nefasto Ecuador – Perú, simplemente no lo podía creer. Cuando de su boca salían frases como “se ha confirmado que hubo indisciplina…” o “se sancionará a los jugadores involucrados…”, mi corazón se iba partiendo en pedazos. Y es que siempre puse en tela de juicio la capacidad técnica y táctica de estos jugadores, pero jamás su conducta intachable, al menos en lo que va de la era Del Solar. Es así como pagan la confianza de un pueblo que a pesar de todo los ama, y los idolatra
De “Santi” no tiene nada
Como todo admirador del fútbol, como todo patriota, festejé el gol de Santiago (ya no lo llamaré “Santi”) Acasiete al Sevilla con mucha euforia. Y pensé: “contra Ecuador tuvo un mal partido, éste es el verdadero Acasiete”. Lo admiré y me sentí orgulloso porque representó bien a nuestra nación ante los exigentes ojos españoles que se rendirían en elogios para el corpulento zaguero peruano. Y ahora, la verdad señores, si lo viera por la calle le mentaría la madre sin reparos. Y no sólo eso, si él me respondiera me le iría encima, así no le hiciera ni un maldito rasguño, al menos mis golpes servirían para descargar mi tremenda pena, mi rabia contenida, aquella que no descargo con gritos de gol o festejos de triunfo.
La vergüenza de aquel 5 a 1 en Quito es algo que jamás se me quitará de la memoria, y de sólo imaginar que parte de esa degradante actuación se la debemos a unas horas no permitidas de diversión, sexo, alcohol y demás excesos, me encrispa los vellos. Me eriza. Me revuelve el hígado. Si bien es cierto aún no sale a la luz ninguna prueba que le dé el dardo como el gran responsable o, al menos, uno de los iniciadores de la juerga que se armó el pasado domingo 18 de Noviembre en el Hotel Golf los Inkas, todos los dedos apuntan al capitán del Almería (no sé si lo siga siendo después de comprobarse estos hechos), y así no sea todo totalmente cierto, algo de real debe de haber, y con esa pizca me basta para decepcionarme totalmente de él.
¿Otla ve’, Andlé?
Era el año 2005 cuando invité a mi actual enamorada a presenciar el crucial partido que disputaría nuestra selección peruana de fútbol contra su similar de Ecuador (vaya que ese país siempre se burla de nosotros) en el coloso de José Díaz; el partido fue vibrante, y Perú, más que Ecuador que ya casi estaba clasificado, tenía la terrible necesidad de ganar para poder mantener firme el delgadísimo hilo de esperanza que aún lo aferraba a la posibilidad de llegar al mundial de Alemania 2006. El resultado final fue un 2 a 2 por demás justo, y hasta ahí todo hubiese sido normal, de no ser por un grito de gol ahogado en los botines del que se convirtió en el jugador más odiado de todo ese año: Andrés Mendoza. Las campañas que hizo la prensa y que hicieron los hinchas para desacreditar, aún más, al chinchano eran cada vez más fuertes y fui yo uno de los acérrimos opositores de aquel cargamontón que sólo se destinaba a hacer leña del árbol caído y a dañar a un peruano que dentro de todos sus defectos tenía todo el derecho a vivir tranquilo y a trabajar honradamente en Europa. En resumen, fui uno de los que perdonó a “Andlé”, absolviéndolo de sus culpas, y teniendo fe de que en estos nuevos procesos que advendrían se comportaría como todo un profesional y llenaría nuestros corazones con su entrega y su innegable capacidad para jugar al fútbol.
Bueno, no fue así. Los rumores que vienen desde el lujoso Golf Los Inkas lo señalan también como uno de los organizadores de la supuesta orgía que en aquel hotel se consumara con nuestros seleccionados como protagonistas. Y al igual que con Santiago Acasiete (insisto, “Santi” se fue), mi bronca con el moreno es bélica. No soportaría ver su sonrisa nerviosa sin romperle si quiera un diente con mis puños, no soportaría verlo caminar con sus zapatillas nuevas, tan europeas, por las calles de Lima, sin decirle sus cuatro verdades a la cara: que es un mediocre, que es un irresponsable, un traidor a la patria, y que no sirve con la selección, por lo tanto: QUE NO VUELVA MÁS.
El Pizarro que no conquistó el Perú
Que Claudio Pizarro tiene, de por sí, una gran deuda con la afición peruana, es una verdad latente e irreprochable. Y que, después de estos alborotos hoteleros, su deuda se multiplicará tanto que se requerirá un embargo, pues también es casi una ley. Si bien es cierto él nos llenó de orgullo con sus buenas actuaciones en el Bayern München, lo real es que hasta ahora no ha podido redimir ni siquiera en un 5% aquellas maravillosas actuaciones en Alemania, con la bicolor. Si se llega a comprobar que Claudio fue otro de los que participó en la juerga post-empate ante Brasil, la afición peruana no querrá verlo nunca más con la 14 blanquiroja, menos con la franja de capitán, esa que nunca mereció. Se le acabó el crédito a “Pizza”, una verdadera pena ya que es, sin duda, el futbolista peruano más exitoso de todos los tiempos.
“Claro” que no vienes más
Prendo la tele y escucho la pegajosa canción que Gianmarco compuso para una conocida empresa de telefonía local. Aparece un moreno futbolista, con gran dominio del balón, haciendo maromas con el esférico delante de calles vacías; deslumbrando a todo aquel quien lo mire tras la pantalla chica, con esa sonrisa pícara, quimbosa, tan peruana como el más rico ceviche.
Jefferson Farfán tiene (o tenía) el cariño de un pueblo que lo vio crecer en una cancha de fútbol, aplicando su gran velocidad para alcanzar un pase, apilando rivales con su famosa diagonal, o rematando potentemente para gritar algún gol. Desde ese momento hasta hoy, la “foquita”, ha gozado del apoyo popular que otros no pueden presumir, y vaya que a menudo lo ha aprovechado de maravillas. Fue el goleador peruano en el anterior proceso con 7 tantos, sólo detrás de Ronaldo en la tabla final de artilleros, y sus extraordinarias actuaciones en el PSV Eindhoven lo han hecho pieza imprescindible del otrora equipo de Gus Hiddink y que actualmente comanda Ronald Koeman.
Se ganó el cariño de la hinchada holandesa como se ganó el de la hinchada peruana: a base de entrega y un vertiginoso y emocionante fútbol que ahora lo pone a tiro de ser el jale de equipos tan poderosos como el Arsenal de Inglaterra. ¿Cómo explicar lo que está sucediendo ahora?, es cierto, a Jeffri no le pagan por santo. Tiene algunos líos de paternidad, y seguramente conoce de manera perfecta el sabor del licor. En fin, ¿Quién no lo conoce?, y a Jeffri, ¿quién no lo perdona?
Pero hay algo que Jefferson debió calcular antes de hacer la travesura del sodomítico domingo 18 de Noviembre: los peruanos ya no tenemos paciencia para nada. Ya estamos muy embaucados, engañados y burlados. Ya estamos hartos. Y por mucho que nuestro cariño a Farfán sea eterno, esta no se la íbamos a pasar. Para nada. No, Jeffri, así no. Lo único que le queda al 17 del PSV es aguardar por las pruebas y rezar para que éstas no sean tan comprometedoras como las que se vocean para Mendoza, Pizarro o Acasiete; aparentemente todo hace indicar que es el que menos juergueó aquella noche del empate ante la verdeamarelha, pero no por eso merece la mínima compasión de un pueblo peruano cada vez más asqueado de sus futbolistas y sus infantiles patrañas. Por eso, para mí, que no vuelva más.
La sonrisa del gilipollas
Muchos me comentaron con profunda indignación la sonrisa que Chemo del Solar esbozó cuando cayó el cuarto gol en el Atahualpa de Quito. La compararon con la tristemente célebre sonrisa de Andrés Mendoza luego del gol fallido ante Ecuador en Lima en el pasado proceso eliminatorio, y el criollo resumen de aquellas palabras es el siguiente: “y todavía ese ríe ese huevón”.
Quienes conocen gente tan segura de sí misma (por no decir “autosuficiente”) como el D.T. peruano saben que ese tipo de personas no aceptan tan fácilmente situaciones vergonzosas o derrotas estrepitosas; y la defensa que más rápido alcanzan es la de querer tomar las cosas con un humor inexistente. Por ende la sonrisa de Chemo fue una especie de burla hacia su propio trabajo, algo así como decir “soy un gilipollas, todo me ha salido mal, ja, ja”. Particularmente comprendo la posición de Del Solar, hasta cierto punto me identifico con él (no tanto por lo de gilipollas). ¿Quién no ha tenido alguna vez la desdicha de ser defraudado por alguien?, apliquemos esta pregunta a todos los terrenos de la vida. Son varias, ¿verdad? Son muchas las veces en las que la gente nos falla. Y a Chemo le ha pasado exactamente lo mismo.
Él pudo haberse equivocado en un planteamiento utópico, utilizando jugadores no apropiados, aplicando mal las brillantes u opacas ideas que provienen de su cabeza, pero jamás previó la displicencia absoluta que mostró su (nuestra) selección en el fatídico 5 a 1 que nos propinó la tricolor ecuatorial. Por ello, aunque para muchos el puesto le quede grande, creo que José Guillermo Del Solar debe seguir al mando de nuestra alicaída selección, y continuar un proceso que a largo plazo podría traer (quién sabe, miremos a los jóvenes “jotitas”) resultados favorables que alivien un poco las tétricas heridas que unos cuantos nos han hecho durante tantos años.
¿A quién culpar?
Fiel a mi condición de peruano picón y despechado, me hago esta inocentísima pregunta: “¿de quién es la culpa?”. En un post anterior me sumé a todos aquellos que creen que Manuel Burga es el culpable de la actual y desastrosa situación del fútbol peruano (o al menos de seguir la fracasada línea que le trazó Nicolás Delfino); pero esta vez haré un pequeño retroceso en mis ideas.
Señores, de lo que haya acontecido en el Golf los Inkas, Manuel Burga Seoane no es ni un pelo de culpable. La irresponsabilidad demostrada por los futbolistas es simplemente de ellos, de nadie más. Por más que nuestra dirigencia sea tan mediocre y corrupta, ninguno de esos inefables personajes que día a día calientan sillas y sillones en la F.P.F. tiene responsabilidad, directa al menos, de lo ocurrido. Por ende, la respuesta a la pregunta es muy sencilla: la culpa es de los jugadores. Punto. A ellos que les caiga el peso de la amargura del pueblo; la ley del hielo colectiva, si así quieren llamarlo. Los hinchas debemos ser más duros que nunca. Sí, sé que da pena. También sé que hay tantas ilusiones que parece mentira que esto esté sucediendo. Pero esos tipejos nos han engañado, nos traicionaron. Y a los traidores se les trata con mano dura e indiferencia. No yendo al aeropuerto a insultar, ni tirando objetos a sus huecas cabezas; simplemente siendo fuertes, y no darles aquella atención de la que alguna vez gozaron. Ese engreimiento que, incluso los jugadores más maduros del mundo, llegan a extrañar cuando se retiran de sus selecciones.
Insisto con el mensaje del post “Palabra de hincha”. ¡A despertar, peruanos!, no dejemos que unos cuantos nos sigan engañando. Desengañémonos y empecemos a construir nuevas bases para que nazcan nuevos jugadores con nuevos talentos y una conciencia verdaderamente patriota. Y partamos por echar al tacho todos los planes y expectativas que teníamos con los traicioneros “julbolistas” que, una vez más, nos demostraron no tener las agallas que se necesitan para cumplir los apasionados sueños de toda una generación.
El cambio empieza por uno mismo.
Lima, 5 de Diciembre del 2007.
No estará porque sus jugadores no están comprometidos con su bandera, porque no sueñan tanto como el hincha que escribe, o como tantos otros hinchas que no tienen ganas de volver a saber de ellos, y los comprendo. Vaya que sí, los comprendo.
Cuando Lánder Áleman, quizás uno de los dirigentes más repudiados del fútbol peruano, anunció que, efectivamente, habría habido conductas indisciplinarias durante la concentración para el nefasto Ecuador – Perú, simplemente no lo podía creer. Cuando de su boca salían frases como “se ha confirmado que hubo indisciplina…” o “se sancionará a los jugadores involucrados…”, mi corazón se iba partiendo en pedazos. Y es que siempre puse en tela de juicio la capacidad técnica y táctica de estos jugadores, pero jamás su conducta intachable, al menos en lo que va de la era Del Solar. Es así como pagan la confianza de un pueblo que a pesar de todo los ama, y los idolatra
De “Santi” no tiene nada
Como todo admirador del fútbol, como todo patriota, festejé el gol de Santiago (ya no lo llamaré “Santi”) Acasiete al Sevilla con mucha euforia. Y pensé: “contra Ecuador tuvo un mal partido, éste es el verdadero Acasiete”. Lo admiré y me sentí orgulloso porque representó bien a nuestra nación ante los exigentes ojos españoles que se rendirían en elogios para el corpulento zaguero peruano. Y ahora, la verdad señores, si lo viera por la calle le mentaría la madre sin reparos. Y no sólo eso, si él me respondiera me le iría encima, así no le hiciera ni un maldito rasguño, al menos mis golpes servirían para descargar mi tremenda pena, mi rabia contenida, aquella que no descargo con gritos de gol o festejos de triunfo.
La vergüenza de aquel 5 a 1 en Quito es algo que jamás se me quitará de la memoria, y de sólo imaginar que parte de esa degradante actuación se la debemos a unas horas no permitidas de diversión, sexo, alcohol y demás excesos, me encrispa los vellos. Me eriza. Me revuelve el hígado. Si bien es cierto aún no sale a la luz ninguna prueba que le dé el dardo como el gran responsable o, al menos, uno de los iniciadores de la juerga que se armó el pasado domingo 18 de Noviembre en el Hotel Golf los Inkas, todos los dedos apuntan al capitán del Almería (no sé si lo siga siendo después de comprobarse estos hechos), y así no sea todo totalmente cierto, algo de real debe de haber, y con esa pizca me basta para decepcionarme totalmente de él.
¿Otla ve’, Andlé?
Era el año 2005 cuando invité a mi actual enamorada a presenciar el crucial partido que disputaría nuestra selección peruana de fútbol contra su similar de Ecuador (vaya que ese país siempre se burla de nosotros) en el coloso de José Díaz; el partido fue vibrante, y Perú, más que Ecuador que ya casi estaba clasificado, tenía la terrible necesidad de ganar para poder mantener firme el delgadísimo hilo de esperanza que aún lo aferraba a la posibilidad de llegar al mundial de Alemania 2006. El resultado final fue un 2 a 2 por demás justo, y hasta ahí todo hubiese sido normal, de no ser por un grito de gol ahogado en los botines del que se convirtió en el jugador más odiado de todo ese año: Andrés Mendoza. Las campañas que hizo la prensa y que hicieron los hinchas para desacreditar, aún más, al chinchano eran cada vez más fuertes y fui yo uno de los acérrimos opositores de aquel cargamontón que sólo se destinaba a hacer leña del árbol caído y a dañar a un peruano que dentro de todos sus defectos tenía todo el derecho a vivir tranquilo y a trabajar honradamente en Europa. En resumen, fui uno de los que perdonó a “Andlé”, absolviéndolo de sus culpas, y teniendo fe de que en estos nuevos procesos que advendrían se comportaría como todo un profesional y llenaría nuestros corazones con su entrega y su innegable capacidad para jugar al fútbol.
Bueno, no fue así. Los rumores que vienen desde el lujoso Golf Los Inkas lo señalan también como uno de los organizadores de la supuesta orgía que en aquel hotel se consumara con nuestros seleccionados como protagonistas. Y al igual que con Santiago Acasiete (insisto, “Santi” se fue), mi bronca con el moreno es bélica. No soportaría ver su sonrisa nerviosa sin romperle si quiera un diente con mis puños, no soportaría verlo caminar con sus zapatillas nuevas, tan europeas, por las calles de Lima, sin decirle sus cuatro verdades a la cara: que es un mediocre, que es un irresponsable, un traidor a la patria, y que no sirve con la selección, por lo tanto: QUE NO VUELVA MÁS.
El Pizarro que no conquistó el Perú
Que Claudio Pizarro tiene, de por sí, una gran deuda con la afición peruana, es una verdad latente e irreprochable. Y que, después de estos alborotos hoteleros, su deuda se multiplicará tanto que se requerirá un embargo, pues también es casi una ley. Si bien es cierto él nos llenó de orgullo con sus buenas actuaciones en el Bayern München, lo real es que hasta ahora no ha podido redimir ni siquiera en un 5% aquellas maravillosas actuaciones en Alemania, con la bicolor. Si se llega a comprobar que Claudio fue otro de los que participó en la juerga post-empate ante Brasil, la afición peruana no querrá verlo nunca más con la 14 blanquiroja, menos con la franja de capitán, esa que nunca mereció. Se le acabó el crédito a “Pizza”, una verdadera pena ya que es, sin duda, el futbolista peruano más exitoso de todos los tiempos.
“Claro” que no vienes más
Prendo la tele y escucho la pegajosa canción que Gianmarco compuso para una conocida empresa de telefonía local. Aparece un moreno futbolista, con gran dominio del balón, haciendo maromas con el esférico delante de calles vacías; deslumbrando a todo aquel quien lo mire tras la pantalla chica, con esa sonrisa pícara, quimbosa, tan peruana como el más rico ceviche.
Jefferson Farfán tiene (o tenía) el cariño de un pueblo que lo vio crecer en una cancha de fútbol, aplicando su gran velocidad para alcanzar un pase, apilando rivales con su famosa diagonal, o rematando potentemente para gritar algún gol. Desde ese momento hasta hoy, la “foquita”, ha gozado del apoyo popular que otros no pueden presumir, y vaya que a menudo lo ha aprovechado de maravillas. Fue el goleador peruano en el anterior proceso con 7 tantos, sólo detrás de Ronaldo en la tabla final de artilleros, y sus extraordinarias actuaciones en el PSV Eindhoven lo han hecho pieza imprescindible del otrora equipo de Gus Hiddink y que actualmente comanda Ronald Koeman.
Se ganó el cariño de la hinchada holandesa como se ganó el de la hinchada peruana: a base de entrega y un vertiginoso y emocionante fútbol que ahora lo pone a tiro de ser el jale de equipos tan poderosos como el Arsenal de Inglaterra. ¿Cómo explicar lo que está sucediendo ahora?, es cierto, a Jeffri no le pagan por santo. Tiene algunos líos de paternidad, y seguramente conoce de manera perfecta el sabor del licor. En fin, ¿Quién no lo conoce?, y a Jeffri, ¿quién no lo perdona?
Pero hay algo que Jefferson debió calcular antes de hacer la travesura del sodomítico domingo 18 de Noviembre: los peruanos ya no tenemos paciencia para nada. Ya estamos muy embaucados, engañados y burlados. Ya estamos hartos. Y por mucho que nuestro cariño a Farfán sea eterno, esta no se la íbamos a pasar. Para nada. No, Jeffri, así no. Lo único que le queda al 17 del PSV es aguardar por las pruebas y rezar para que éstas no sean tan comprometedoras como las que se vocean para Mendoza, Pizarro o Acasiete; aparentemente todo hace indicar que es el que menos juergueó aquella noche del empate ante la verdeamarelha, pero no por eso merece la mínima compasión de un pueblo peruano cada vez más asqueado de sus futbolistas y sus infantiles patrañas. Por eso, para mí, que no vuelva más.
La sonrisa del gilipollas
Muchos me comentaron con profunda indignación la sonrisa que Chemo del Solar esbozó cuando cayó el cuarto gol en el Atahualpa de Quito. La compararon con la tristemente célebre sonrisa de Andrés Mendoza luego del gol fallido ante Ecuador en Lima en el pasado proceso eliminatorio, y el criollo resumen de aquellas palabras es el siguiente: “y todavía ese ríe ese huevón”.
Quienes conocen gente tan segura de sí misma (por no decir “autosuficiente”) como el D.T. peruano saben que ese tipo de personas no aceptan tan fácilmente situaciones vergonzosas o derrotas estrepitosas; y la defensa que más rápido alcanzan es la de querer tomar las cosas con un humor inexistente. Por ende la sonrisa de Chemo fue una especie de burla hacia su propio trabajo, algo así como decir “soy un gilipollas, todo me ha salido mal, ja, ja”. Particularmente comprendo la posición de Del Solar, hasta cierto punto me identifico con él (no tanto por lo de gilipollas). ¿Quién no ha tenido alguna vez la desdicha de ser defraudado por alguien?, apliquemos esta pregunta a todos los terrenos de la vida. Son varias, ¿verdad? Son muchas las veces en las que la gente nos falla. Y a Chemo le ha pasado exactamente lo mismo.
Él pudo haberse equivocado en un planteamiento utópico, utilizando jugadores no apropiados, aplicando mal las brillantes u opacas ideas que provienen de su cabeza, pero jamás previó la displicencia absoluta que mostró su (nuestra) selección en el fatídico 5 a 1 que nos propinó la tricolor ecuatorial. Por ello, aunque para muchos el puesto le quede grande, creo que José Guillermo Del Solar debe seguir al mando de nuestra alicaída selección, y continuar un proceso que a largo plazo podría traer (quién sabe, miremos a los jóvenes “jotitas”) resultados favorables que alivien un poco las tétricas heridas que unos cuantos nos han hecho durante tantos años.
¿A quién culpar?
Fiel a mi condición de peruano picón y despechado, me hago esta inocentísima pregunta: “¿de quién es la culpa?”. En un post anterior me sumé a todos aquellos que creen que Manuel Burga es el culpable de la actual y desastrosa situación del fútbol peruano (o al menos de seguir la fracasada línea que le trazó Nicolás Delfino); pero esta vez haré un pequeño retroceso en mis ideas.
Señores, de lo que haya acontecido en el Golf los Inkas, Manuel Burga Seoane no es ni un pelo de culpable. La irresponsabilidad demostrada por los futbolistas es simplemente de ellos, de nadie más. Por más que nuestra dirigencia sea tan mediocre y corrupta, ninguno de esos inefables personajes que día a día calientan sillas y sillones en la F.P.F. tiene responsabilidad, directa al menos, de lo ocurrido. Por ende, la respuesta a la pregunta es muy sencilla: la culpa es de los jugadores. Punto. A ellos que les caiga el peso de la amargura del pueblo; la ley del hielo colectiva, si así quieren llamarlo. Los hinchas debemos ser más duros que nunca. Sí, sé que da pena. También sé que hay tantas ilusiones que parece mentira que esto esté sucediendo. Pero esos tipejos nos han engañado, nos traicionaron. Y a los traidores se les trata con mano dura e indiferencia. No yendo al aeropuerto a insultar, ni tirando objetos a sus huecas cabezas; simplemente siendo fuertes, y no darles aquella atención de la que alguna vez gozaron. Ese engreimiento que, incluso los jugadores más maduros del mundo, llegan a extrañar cuando se retiran de sus selecciones.
Insisto con el mensaje del post “Palabra de hincha”. ¡A despertar, peruanos!, no dejemos que unos cuantos nos sigan engañando. Desengañémonos y empecemos a construir nuevas bases para que nazcan nuevos jugadores con nuevos talentos y una conciencia verdaderamente patriota. Y partamos por echar al tacho todos los planes y expectativas que teníamos con los traicioneros “julbolistas” que, una vez más, nos demostraron no tener las agallas que se necesitan para cumplir los apasionados sueños de toda una generación.
El cambio empieza por uno mismo.
Lima, 5 de Diciembre del 2007.
Pizarro, farfan y guerrero le ganan a defensas altos pero solamente con sus clubes... QUE NO VUELVAN!!!
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