miércoles, 17 de septiembre de 2008

Porque siempre quedamos mal...

“No te metas”

Hace unos 5 meses una buena amiga del banco me tomó por sorpresa en la salida y me invitó un café con la explicación de que quería urgentemente unos consejos. El frío limeño (que dicho sea el paso se mantiene hasta estos días) me hizo más fácil la decisión, acepté y nos metimos a un cafetín, por Las Begonias.

Esta amiga, a la que llamaré “Susana”, me comenzó a hablar sobre una suerte de tormento de amor que rondaba por su escueta mente, un dilema, del cual no podía salir sola, y por lo que necesitaba de mis, dizque, sabias sugerencias. Le gustaba un pata 7 años mayor que ella, Susana ronda los 26, el tipo tiene 33; la fama de “pendejo” lo adornaba de pies a cabeza, aunque ella ignoraba todo eso, claro, hay cosas que sólo los hombres podemos saber, quizás porque en el fondo, como dicen las mujeres, todos tenemos un mismo molde. El pata tiene trabajando casi 10 años en el banco, por lo que su trabajo es, por decir lo menos, estable; lo que le alcanza para mantener bien a su pequeño hijo de 2 años. Susana es bastante guapa y sólo era cuestión de tiempo para que “Fabricio” comenzara el afane, y así fue. Cortejada y obnubilada por sus experimentadas tácticas de amor, ella ya comenzaba a sentir algo, y su preocupación caía de madura; ¿era Fabricio ideal para ella?

A ver, vayamos por partes. Era el verano del 2006 cuando conocí a Fabricio. Me lo había presentado un amigo con el cual ingresé al banco en ese entonces. No sé si habrá sido mi lerdo semblante o su extrema confianza, pero en la primera cita que tuvimos los tres para tomarnos unas cervezas empezaron a hablar de ciertas damas que rondaban los pasillos del banco; hasta ahí todo me parecía normal, y aunque no metía mi cuchara me entretenía (lo admito) escuchar a hablar a Fabricio con tanta naturalidad sobre los posibles gustos sexuales de cada una de nuestras compañeras de trabajo. Mi otro amigo, menor que yo, incluso, le festejaba a Fabricio todas sus frases y pseudo conclusiones, parecía ser ya una relación de alumno – maestro. Las otras veces que pudimos salir Fabricio ya conocía más a fondo a las compañeras de trabajo de las cuales tanto especuló, y sus apreciaciones se hicieron algo más certeras, luego hablaban de otras chicas, quizás de amigas de barrio o de otros trabajos anteriores, y fue entonces cuando delataron sus maquiavélicas intenciones: iniciaron las apuestas.

No recuerdo específicamente cuánto era el dinero que apostaban, pero lo que pensé que sólo se daba en películas gringas era también reflejado en mi realidad chola. Fijaron un nombre, y sin escrúpulo alguno, se prometían enamorarla para ver con quién caía primero. No me haré el héroe, fingí risas y no dije nada, pero eso sí, me prometí no volver a salir con ellos, y así fue. Sin embargo seguí frecuentando, ya por motivos estrictos de trabajo, a aquellos descarados galifardos.

En aquel tiempo Susana salía de una relación larga y con un final, clásicamente, tormentoso. Eso le dio el aliciente que necesitaba para tomarse un tiempo de reflexión en el cual se dedicó (quizás con demasiado ahínco) a sí misma. Y pasados los años, la vida la pone en otra circunstancia emocional de corte complicado. Sentados en el cafetín, Susana negó siempre estar enamorada de Fabricio, sólo le “gustaba”, eso me decía. Fabricio, por su lado, le había prometido de todo: una relación seria, respeto, amor incondicional y satisfacción plena en todos los aspectos de su vida. La cosa era simple, aceptar o no aceptar. Luego de que me pidió formalmente consejos, yo, tal vez pecando de hue…n tipo, cumplí con detallarle el concepto que tengo de Fabricio. Le dibujé, cual narrador de cuentos jubilado, el momento que me hizo definir a tan sonado antihéroe de juglar moderno. Aquella media tarde fue algo protocolar, ella me dijo, asombrada, que me agradecía por los consejos, y que los tomaría en cuenta. Con algo de escepticismo pero con mucha satisfacción dormí tranquilo esa noche sabiéndome una suerte de justiciero, algo así como el “Capaudaz” de Nalvarte en toda su expresión.

Pasaron los meses y llegamos a Setiembre. Debido al horrible trabajo me alejé de Susana, y de casi todos los amigos a los que frecuentaba, al bajar mis revoluciones vuelvo a hablar con Susana, ella ya empezó una relación con Fabricio hace casi un mes.
Mi reacción fue instantánea, quizás no la adecuada, pero es obvio que no me sentí nada bien al enterarme de que mis consejos sólo sirvieron como disonante música a las ideas fantasiosas de Susana. Ella notó esa reacción, y de inmediato la relacionó con resentimiento. Quería contar nuevamente con mis consejos, de seguro tenía problemas con su flamante enamorado, no lo sé, pero mi posición reacia ante dicho pedido se hizo notar. Al colgar el teléfono, sabía que la había cagado. Poco después me manda un mensaje de texto diciéndome: “oye debiste haber sido sincero desde el principio”… yo no contesté, y mandó otro sin darme lugar a respiro, “si me hubieses dicho que te gustaba tal vez lo hubiese pensado pero has sido un cobarde, no pensaba eso de ti… pensé que eras mi amigo”… ¿perdón?, acaso ella pensaba que… aguanta, otro mensaje llegó, “pero no te preocupes, Fabricio no se molestará cuando le cuente que querías estar conmigo, lo que me duele es que lo hayas querido embarrar, eso no se hace”… PLOP!!! Disparatadamente empecé a mentar la madre a los 4 vientos, antes de que se me ocurriera mandar un mensaje de respuesta. Ese mensaje nunca se me ocurrió, en realidad no sabía que decirle… sólo pude pensar: “Bencho, a la próxima no te metas”. Un último y fulminante mensaje llegó, “siempre el amor va a ganar, entiendes? Hagas lo que hagas, sorry ‘amiguito’ (sabe que odio esa palabra), ojala sepas perder, bye”. ¿Algún comentario? Dicen que el amor te ciega, pero, ¿al punto de perder con tanta facilidad a un amigo?

Esto ya me había pasado antes, pero no de una manera tan desfachatada y rochosa. La lección queda aprendida, y era mi deber compartirla con ustedes, mis pocos pero adorados lectores. Ah, acepto sugerencias, aún no he tomado acciones correspondientes, es decir, sería bueno cuadrarla, ¿no?; decirle que “EN SU SUEÑOS” hubiese querido que un tipo como yo tan siquiera le haga un pequeño poema, pero… quién sabe, tal vez el silencio hable mejor… de todas maneras ahora soy yo el que les pide un consejo.

Un abrazo.

6 comentarios:

  1. man la cosa es simple mandala al carajo es una loca...JA

    ResponderEliminar
  2. cojuda... mandala al diablo, una pequeña cuadrada podria estar bien, pequeñita no mas para q no malinterprete... ya te dira "tenias razon".

    ResponderEliminar
  3. Pues dejala correr como diria mi abuelita, siempre habra gente asi y usted lo debe de saber mejor que yo, un besito desde Bogota

    ResponderEliminar
  4. Esta historia parece sacada de un capítulo de Friends... u otra serie por el estilo…
    La verdad es que al igual que los hombres…las mujeres podemos ser muy estupidas!... en ocasiones (menos frecuentes, obvio!!) … naaa que feminista...
    Mientras peor sean las referencias que tenemos de un pata, este luce más atractivo!... no muchas caemos, pero es innegable que nos atraen muchos más que los patas buenitos…
    En este caso tu “amiga” aparte de estupidez crónica, sufre de un cuadro de sobreautoestima… piensa que todo el mundo quiere con ella…
    Anyway, como dice Zoraida “ya te dirá: tenias razón”

    ResponderEliminar
  5. Si quieres que una mujer se aleje de un hombre sólo tienes que decir que es muy bueno, noble, fiel... Los hombres promiscuos e inmaduros las vuelven locas. Esa es la verdad.

    ResponderEliminar