Mi compañero de trabajo
10 de Diciembre del 2007
Desde que llegué a esta nueva área del banco supe que dos de mis nuevos compañeros de trabajo son cristianos. Quiero decir, de esos que van a una iglesia algo distinta a la católica, que dan el 10% de su sueldo para mejorarla, y que escuchan música con mensajes alusivos a Jesucristo. Todo eso me pareció de lo más normal y hasta positivo, puesto que muy pocos amigos míos (por no decir “ninguno”) me han expresado devoción de índole religiosa – “variaré un poco” – fue lo primero que pensé, y de hecho, lamentablemente, no me equivoqué. No tengo nada contra la religión cristiana, pero ¡¿es que acaso, por un carajo, los cristianos sólo escuchan música cristiana?! No puede ser posible que mi compañero sólo tenga un maldito CD para escuchar, aquel disco de Jesús Adrián Romero ya lo tengo clavado entre una y otra oreja. Me sé todas las canciones, podría cantarlas si me lo piden, podría incluso sacar los acordes. Pero, POR EL AMOR DE DIOS, ¡cámbienme esa música!, me aburre, me estresa tanta salubridad, tanta santurronería. ¿No tienes un CD de Chabelos?, o ¿algo de los Nosequién?, ¡por favor que alguien me ayude!
Lo peor del caso es que una vez que termina su CD mi Reproductor de Windows Media ya está preparado para que, con un simple “play”, nos haga escuchar música un poco más variada. Pero apenas termina su disco lo vuelve a poner, ¿pueden creerlo?, ¡LO VUELVE A PONER!, y otra vez a escuchar todo de nuevo, a tararear las canciones por inercia, y a nutrirme de un cristianismo que no quiero asimilar (al menos por ahora). ¿Qué puedo hacer?, no quiero ofender a nadie, sé que cuando me enfurezco puedo ser muy hiriente, y si él se pone respondón no sé qué podría pasar. Tampoco quiero que me boten del banco por pelearme con un infeliz. ¿Qué puedo hacer?, me trato de concentrar para hacer mi trabajo, y en momentos libres (los pocos que me quedan) quizás escribir algunas líneas, desfogar cóleras, o leer una que otra noticia en alguna Web, y de pronto escucho “Qué seas mi universo”, ¡CARAJO!, no quiero más universos, con el mío tengo suficiente. La música sigue y de a pocos comienzo a perder la cordura. No dudo de lo bonachón que puede ser mi, ahora célebre, compañero de trabajo, pero vaya que su música me tiene estresado. Él vive en el Cono Norte, pero siempre se las ingenia para llegar antes que yo (claro, me encanta la calidez de mi cama) y ahí tengo una clara desventaja, puesto que no me deja opción, llego y la música ya está activa, desintegrando mis oídos.
Pero todo lo narrado no es nada comparado con los dos sucesos que voy a detallar a continuación:
Suceso I: Cristiano cuando le conviene
Mi otro compañero de trabajo, quien se desempeña en otra parte del área, pertenece a una iglesia cristiana, y es una obligación suya, como cristiano, dar el 10% de su sueldo para las mejoras infraestructurales de su iglesia. Por ello es reconocido como un activo participante en lo que al resurgimiento cristiano se refiere, y dentro de su comunidad eclesiástica es considerado un joven ejemplo del cristiano moderno. Hasta hace unas semanas, mientras incrementaba mi repulsión hacia lo aburrida que puede ser la música cristiana, pensaba que mi compañero, el primero que mencioné, tenía el lado de la monotonía musical como su único lado negativo en cuanto a su religión – “debe de ser un buen cristiano” – conceptuaba, creyendo ingenuamente que cumplía con todos los requisitos que su religión sugería indispensablemente, amén de un adecuado crecimiento comunitario; eso a pesar de que a mí me abrumaba su forma de pensar y ser. Sin embargo, en una acalorada discusión religiosa, se le escapó un inconfesable secreto – “yo no doy diezmo, Dios no quiere plata” – mi rostro habrá sido tal que él sólo atinó a reflejar susto, incluso retrocedió un par de pasos, como aguardando una reacción estilo Triple H. ¡PUTA MADRE!, sólo es cristiano para aburrirme con su música, pero no da un centavo por su iglesia, a eso le llamo inconsecuencia de ideas, y ese tipo de gente es la típica gente “criollita” de la que el Perú está tan repleto. Por eso estamos cagados. ¿Qué defiendes?, simplemente lo indefendible, sencillamente no eres cristiano, sino un vulgar imitador, un simple ente sin personalidad que sigue la monada de otros, pero que no es capaz de seguir a cabalidad los principios que debería para convertirse en una persona íntegra. Y así pasarán los años y seguirás sólo tus conveniencias, a ver hasta dónde llegas. Pobre payaso.
Suceso II: La conchudez extrema
Era una tarde de Noviembre cuando le gané la posta y puse mi música. Procuré no moverme de mi sitio, ni siquiera para irme al baño… Carajo, tenía que quedarme o simplemente me apagaba la PC para poner sus zalamerías. Estaba escuchando el primer disco de Maestra Vida, producto del esfuerzo desmedido de Rubén Blades y Willie Colón, y cuyo álbum se ganó el reconocimiento y el aplauso de la crítica, calificándolo como el disco - drama más importante de la historia de la música. Oyendo atentamente la letra de “Yo soy una mujer”, iba haciendo mis labores bancarias, hasta que una frase de mi compañero rompió el silencio: “oe, cambia esa huevada pe’, aburre”.
¡QUE TAL CONCHA!
Me contuve de no responderle los vituperios que merecía, ¡pero cómo me costó!, lo admito, quería cogotearlo, estrangularlo, y demostrarle que no todas las canciones son tan aburridas como las que él acostumbra a escuchar. Y además, ¡qué tal frescura, carajo!, a mí me dice “aburrido”, cuando todo lo que ha hecho desde que descubrió que su PC tiene CD – ROM fue, justamente, aburrirnos a todos. Porque cabe mencionar que otras áreas aledañas a la nuestra también tienen la desdicha de escuchar lo que sale de esos parlantes.
En fin, el tema de los compañeros de trabajo da para mucho en cualquier blog o foro. Quiero recalcar que no dudo de la calidad de persona y trabajador que tiene mi mencionado compañero (al que no denomino ni siquiera con pseudónimos), pero a veces pasa; sí, a veces pasa que tengamos a alguien que nos complica la vida de una forma implacable, pero que por razones que hasta ahora trato de averiguar, no somos capaces de borrarlas del mapa.
Los compañeros de trabajo serán siempre, pero siempre, el tema de discusión más recurrente en cualquier organización o en cualquier reunión amical; especialmente diseñados para el raje, estarán siempre a merced de nuestros más mentales insultos y de nuestros más imaginarios golpes.
A ellos, dedico este hepático post.
10 de Diciembre del 2007
Desde que llegué a esta nueva área del banco supe que dos de mis nuevos compañeros de trabajo son cristianos. Quiero decir, de esos que van a una iglesia algo distinta a la católica, que dan el 10% de su sueldo para mejorarla, y que escuchan música con mensajes alusivos a Jesucristo. Todo eso me pareció de lo más normal y hasta positivo, puesto que muy pocos amigos míos (por no decir “ninguno”) me han expresado devoción de índole religiosa – “variaré un poco” – fue lo primero que pensé, y de hecho, lamentablemente, no me equivoqué. No tengo nada contra la religión cristiana, pero ¡¿es que acaso, por un carajo, los cristianos sólo escuchan música cristiana?! No puede ser posible que mi compañero sólo tenga un maldito CD para escuchar, aquel disco de Jesús Adrián Romero ya lo tengo clavado entre una y otra oreja. Me sé todas las canciones, podría cantarlas si me lo piden, podría incluso sacar los acordes. Pero, POR EL AMOR DE DIOS, ¡cámbienme esa música!, me aburre, me estresa tanta salubridad, tanta santurronería. ¿No tienes un CD de Chabelos?, o ¿algo de los Nosequién?, ¡por favor que alguien me ayude!
Lo peor del caso es que una vez que termina su CD mi Reproductor de Windows Media ya está preparado para que, con un simple “play”, nos haga escuchar música un poco más variada. Pero apenas termina su disco lo vuelve a poner, ¿pueden creerlo?, ¡LO VUELVE A PONER!, y otra vez a escuchar todo de nuevo, a tararear las canciones por inercia, y a nutrirme de un cristianismo que no quiero asimilar (al menos por ahora). ¿Qué puedo hacer?, no quiero ofender a nadie, sé que cuando me enfurezco puedo ser muy hiriente, y si él se pone respondón no sé qué podría pasar. Tampoco quiero que me boten del banco por pelearme con un infeliz. ¿Qué puedo hacer?, me trato de concentrar para hacer mi trabajo, y en momentos libres (los pocos que me quedan) quizás escribir algunas líneas, desfogar cóleras, o leer una que otra noticia en alguna Web, y de pronto escucho “Qué seas mi universo”, ¡CARAJO!, no quiero más universos, con el mío tengo suficiente. La música sigue y de a pocos comienzo a perder la cordura. No dudo de lo bonachón que puede ser mi, ahora célebre, compañero de trabajo, pero vaya que su música me tiene estresado. Él vive en el Cono Norte, pero siempre se las ingenia para llegar antes que yo (claro, me encanta la calidez de mi cama) y ahí tengo una clara desventaja, puesto que no me deja opción, llego y la música ya está activa, desintegrando mis oídos.
Pero todo lo narrado no es nada comparado con los dos sucesos que voy a detallar a continuación:
Suceso I: Cristiano cuando le conviene
Mi otro compañero de trabajo, quien se desempeña en otra parte del área, pertenece a una iglesia cristiana, y es una obligación suya, como cristiano, dar el 10% de su sueldo para las mejoras infraestructurales de su iglesia. Por ello es reconocido como un activo participante en lo que al resurgimiento cristiano se refiere, y dentro de su comunidad eclesiástica es considerado un joven ejemplo del cristiano moderno. Hasta hace unas semanas, mientras incrementaba mi repulsión hacia lo aburrida que puede ser la música cristiana, pensaba que mi compañero, el primero que mencioné, tenía el lado de la monotonía musical como su único lado negativo en cuanto a su religión – “debe de ser un buen cristiano” – conceptuaba, creyendo ingenuamente que cumplía con todos los requisitos que su religión sugería indispensablemente, amén de un adecuado crecimiento comunitario; eso a pesar de que a mí me abrumaba su forma de pensar y ser. Sin embargo, en una acalorada discusión religiosa, se le escapó un inconfesable secreto – “yo no doy diezmo, Dios no quiere plata” – mi rostro habrá sido tal que él sólo atinó a reflejar susto, incluso retrocedió un par de pasos, como aguardando una reacción estilo Triple H. ¡PUTA MADRE!, sólo es cristiano para aburrirme con su música, pero no da un centavo por su iglesia, a eso le llamo inconsecuencia de ideas, y ese tipo de gente es la típica gente “criollita” de la que el Perú está tan repleto. Por eso estamos cagados. ¿Qué defiendes?, simplemente lo indefendible, sencillamente no eres cristiano, sino un vulgar imitador, un simple ente sin personalidad que sigue la monada de otros, pero que no es capaz de seguir a cabalidad los principios que debería para convertirse en una persona íntegra. Y así pasarán los años y seguirás sólo tus conveniencias, a ver hasta dónde llegas. Pobre payaso.
Suceso II: La conchudez extrema
Era una tarde de Noviembre cuando le gané la posta y puse mi música. Procuré no moverme de mi sitio, ni siquiera para irme al baño… Carajo, tenía que quedarme o simplemente me apagaba la PC para poner sus zalamerías. Estaba escuchando el primer disco de Maestra Vida, producto del esfuerzo desmedido de Rubén Blades y Willie Colón, y cuyo álbum se ganó el reconocimiento y el aplauso de la crítica, calificándolo como el disco - drama más importante de la historia de la música. Oyendo atentamente la letra de “Yo soy una mujer”, iba haciendo mis labores bancarias, hasta que una frase de mi compañero rompió el silencio: “oe, cambia esa huevada pe’, aburre”.
¡QUE TAL CONCHA!
Me contuve de no responderle los vituperios que merecía, ¡pero cómo me costó!, lo admito, quería cogotearlo, estrangularlo, y demostrarle que no todas las canciones son tan aburridas como las que él acostumbra a escuchar. Y además, ¡qué tal frescura, carajo!, a mí me dice “aburrido”, cuando todo lo que ha hecho desde que descubrió que su PC tiene CD – ROM fue, justamente, aburrirnos a todos. Porque cabe mencionar que otras áreas aledañas a la nuestra también tienen la desdicha de escuchar lo que sale de esos parlantes.
En fin, el tema de los compañeros de trabajo da para mucho en cualquier blog o foro. Quiero recalcar que no dudo de la calidad de persona y trabajador que tiene mi mencionado compañero (al que no denomino ni siquiera con pseudónimos), pero a veces pasa; sí, a veces pasa que tengamos a alguien que nos complica la vida de una forma implacable, pero que por razones que hasta ahora trato de averiguar, no somos capaces de borrarlas del mapa.
Los compañeros de trabajo serán siempre, pero siempre, el tema de discusión más recurrente en cualquier organización o en cualquier reunión amical; especialmente diseñados para el raje, estarán siempre a merced de nuestros más mentales insultos y de nuestros más imaginarios golpes.
A ellos, dedico este hepático post.