martes, 15 de enero de 2008

No sirvo para esto


Hay cosas que nunca entenderé, hay otras que entiendo a medias pero no recuerdo en momentos decisivos, y hay otras que comprendo a la perfección pero que nunca aceptaré; el hecho de trabajar en un banco es uno de esos hechos que no entiendo; aún no me veo aquí, es decir, no siento que Rubén el “Bencho” Ravelo sea realmente una grana más en el inmenso engranaje financiero de Interbank, me cuesta creerlo y no por razones de baja autoestima, por el contrario, me siento cada vez más fuerte como persona pero lo que sí es verdad es que hasta ahora, incluso hasta el día de hoy con prácticamente 25 años en mi haber, no he definido mi vocación.

El sólo hecho de escribir en este blog y titularlo “Letras de un escritor desesperado” ya declara directa o indirectamente la enorme confusión que encierra mi cráneo. Desde que era un niño tuve diversos gustos, diversas corrientes y tendencias que seguramente pudieron haber definido de una mejor manera mi, ahora, incierto futuro; por ejemplo: Me gustaba la actuación, siempre salía a hacer todo tipo de números en el colegio, sé que muchos estarán pensando que eso no significa nada, pero en verdad me gustaba y la gente me aplaudía, los profesores se ponían de pie, las madres reían o lloraban según el personaje que haya estado interpretando, y la verdad es que estar sobre el escenario me daba ese plus de adrenalina que me hacía sentir tan bien y que hoy tanto extraño.

Luego experimenté una enorme atracción por la música, grababa cuanta canción me pareciera interesante, desde las huachafadas de “Muñecos de Papel” hasta las elaboradas notas de himnos nacionales de diversos países; lo grababa todo, y luego lo escuchaba detenidamente, recostado sobre el frío piso de la entonces habitación vacía que sólo ocupaba mi tía Santos cuando llegaba de su trabajo los miércoles. Prendía el minicomponente y escuchaba; escuchaba, analizaba, me enamoraba, imaginaba; y finalmente, cantaba desafinado todo lo que recordaba de las letras y tarareaba en silenciosos quiebres de voz los tonos instrumentales; iba descubriendo a la música, la iba desnudando y eso desarrolló algunas virtudes que hoy por hoy me sirven para hacer buenos papeles cuando de cantar se trata. Sin embargo, con el pasar de los años, fui absorbiendo las negativas y a la vez realistas ideas sobre la vida del músico (o cantante) en el Perú; y obviamente no tardé en desanimarme. Sí, también suelo desanimarme rápido.

Luego de algún tiempo, a los 18 años, desarrollé un gusto especial por la lectura. Tuve la oportunidad de cuidar la solitaria casa de mi tío mientras él viajó a su ciudad natal, y experimenté, por primera y única vez, las bondades y maldades de vivir solo. Gracias a eso pude pasar momentos inolvidables conmigo mismo, en los que, después de maravillarme con mi Play Station, me sumergía en una serie de libros que contenían todo tipo de historias, vivencias, enseñanzas, quimeras, y sorpresas. El encierro duró poco, apenas un par de meses, pero me bastó ese pequeño lapso para asimilar el exagerado vocablo de Shakespeare, el apasionante pesimismo de Vallejo, la elegancia de Bryce Echenique, y la exquisita técnica de Dostoievsky. Poco antes de que mi tío llegara (y me botara a gritos por el desorden total en el que se encontraba su casa) empecé a escribir mi primer diario; en realidad no era un diario, porque no lo escribía todos los días; era una especie de bitácora intermitente que de vez en cuando me permitía desfogar algunas profundas emociones, hipótesis e inventos que me afloraban desde adentro, agobiándome asolapadamente. Cuando terminaba de escribir, releía detalladamente cada letra que había implantado en aquellas hojas, y me parecía entretenido ver mi vida escrita; por lo que lo seguí haciendo hasta que los quehaceres académicos comenzaron a arrebatarme mis pasiones. A pesar del poco tiempo del que disponía me atreví a escribir un libro, el cual está custodiado bajo siete llaves y que pienso publicar en algún momento de mi vida. Me sentí logrado, hecho para la escritura, finalmente sentí que mi vocación había sido encontrada. Pero nuevamente la negativa de un sistema gubernamental absurdo, terminó por cortarme las alas.

Luego de un viaje a la soledad (Canta), regresé decidido a lanzarme al abismo sin importar hacerlo con las alas rotas, pero llegó algo con lo que no contaba: mis viejos se opusieron a que estudie Literatura, o alguna carrera relacionada; me recomendaron estudiar algo que no se aleje tanto de las letras, pero que dé plata. Yo estuve de acuerdo y tenía uso de razón, por lo que no los culpo del todo, eso sería cobarde. Elegí estudiar Administración de Negocios Internacionales de una manera sorpresiva. Hacía un año cursaba Biología en la misma universidad, la de San Marcos, y mis ex – compañeros de carrera sólo atinaron a sorprenderse y a preguntarme ‘¿estás seguro?’, les respondía que sí, pero no era verdad; tenía mucho miedo, miedo a no ser ese líder que se necesitaba ser para triunfar en una carrera como esta, miedo a no complacer a mis viejos, miedo a no ‘hacerla’, miedo a terminar mi carrera y hacer taxi como tantos, etc., una lista interminable de ‘peros’ que no ponía, ni a mí ni a mis padres; simplemente postulé a la carrera, ingresé con relativa facilidad, y empecé un camino que hasta ahora no termino de andar. Durante más de 5 años (en los cuales ya he debido de terminar) he tratado de encontrarme en la carrera y no he podido; no se lo atribuyo a la carrera en sí, sino a mucha motivación faltante, a muchas cosas que no tuve, a una universidad a la cual quiero a pesar de ser tan esquiva conmigo, y que nunca me apoyó cuando pedí que lo hiciera.

Hace unos meses descubrí que me gusta analizar los problemas y las mentes de las personas; no diré que me encanta ayudar, pero no me molesta, y si por eso se me pagara pues lo haría aún con más gusto: ‘¡psicología, pues!’ – pensé mientras ponía una expresión de susto, cuánto tiempo perdí… demasiado, mucho como para comenzar a pensar en eso ahora; con la psicología pude haber hecho todo lo que quería, todo lo que me imaginaba de mí en el futuro, incluso imaginarme trabajando con una abultada barba, y escribir como loco en las noches. ‘No sé porqué no se me ocurrió antes’ – fue otra cosa que pensé. Un gran amigo subió mi moral, diciendo que para ser psicólogo, a diferencia de otras carreras, no se necesita juventud; no hay una empresa de psicólogos que te exija ser joven o vestirte al terno; y eso me animó. Pero he aquí otra confusión: “¿a los 25 años me doy cuenta de que quiero ser psicólogo?, ¿no es eso algo que se ve desde la niñez?” – carajo, ¿ya empezamos con las preguntas y las trabas? Pero son inevitables, es verdad.

La realidad dice que ya no soy ningún chiquillo, tampoco soy treintón, estoy justo en el punto medio, y es ahora nunca, la decisión se debe de tomar ahora y ya la tomé.

Pero antes de comentarla quería decir que todo esto lo escribí a raíz de una fuerte llamada de atención por parte de mis jefes; lo que ha puesto en peligro mi permanencia en el banco; y eso me hizo formular la terrible pregunta “¿sirvo para esto?”, yo creo que no. Jamás me adaptaré al caótico y desesperante sistema en el que vivimos. Por ello no sé cuánto tiempo duraré aquí. Entre dimes y diretes mañana cumpliré 2 años trabajando para Interbank. No es poco para lo que hubiese pensado, y me cuesta decir que depende de mi permanencia en esta seria organización mi suerte en los próximos años, sea como administrador, como psicólogo, como escritor, o como taxista. Terminaré Negocios en una universidad particular, algo que sólo podré hacer si es que sigo siendo un empleado bancario. Luego aspiraré a ascender un poco más, y de pronto juntar un capital para poner mi propio negocio, aún no lo defino, debe de ser algo que conozca. Luego, largarme del banco (si es que no me largan antes) y de su espantoso sistema de trabajo, para enfrascarme en la psicología; calculo que para ese momento ya estaré por encima de los 30 años. Qué chucha, la psicología no pide chibolos pateros y educaditos. Luego de convertirme en psicólogo sólo viviría de eso, de mi negocio, y escribiendo barbudamente seré feliz. Ese es mi magno plan, ¿lindo, no?, ya se pueden respirar aires de libertad y de independencia.

Sólo le pido a los dioses griegos, nórdicos y cristianos que las cosas salgan como las planeé, sino dentro de unos días diré que tampoco tengo vocación para hacer planes.

3 comentarios:

  1. Creo que todos pasamos x esa etapa me identifico muxo contigo. Un beso.

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  2. Habla gordito
    Has descrito situaciones en las que creo que todos hemos pasado en distintas etapas de nuestras vidas ( a veces en mas de una vez) Quizas los conflictos vocacionales son por circunstacias externas que nos afectan en esos momentos o quizas por el deseo de querer hacer muchas cosas de nuestras vidas y al final el tiempo nos gana.
    Tus amigos podremos estar de acuerdo o desacuerdo en algunas de las cosas que planeas, pero lo importante es que tu te sientas seguro, al menos en el momento de la decision, de lo que haces. nadie es dueño de la verdad ni nadie tiene la formula magica del "triunfo", y lo pongo entre parentesis por que la palabra triunfo puede tener significados tan distintos, todo depende desde que optica se vea, y lo importante es que al final seas feliz. Haber si continuamos el sicoanalisis un dia de estos( a mi tb siempre me intereso la sicologia) quizas con unas chelas y termine en un clasico y añorado karaokon
    Un abrazo

    Gabriel

    pd: gracias por las lineas que me dedicaste en la remembranza del dia de tu cumple, yo tb te aprecio como m.........

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  3. Genial. Divagaciones de una desesperado o algo así debería llamarse. No te imaginaba trabajando en un banco...eso es verdad. Espero que hayas rezado lo suficiente...

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