martes, 22 de enero de 2008

Mis sueños frustrados


Todos tenemos frustraciones, cosas que hubiésemos querido hacer y no hemos podido por distintas razones o circunstancias. Hasta hace unos años pensé que mi sueño de poder ser escritor se había esfumado, pero gracias a este ciber espacio pude, nuevamente, recobrar esos aires escribanos que necesitaba para convencerme de que aún puedo cumplir ese sueño. De modo que no lo considero frustrado. Habiendo descartado esa posibilidad, narraré algunos de mis sueños más imposibles a estas alturas, con el fin de que se puedan identificar y sufrir juntos a la distancia.

Bencho, el goleador

Para nadie es un secreto que me encanta el fútbol, en especial hacer goles utilizando la técnica que Dios nunca me dio. A pesar de que en pichangas he anotado más de un gol, la verdad es que soy tan malo para el fútbol como para la cocina. Sinceramente no sirvo para eso. Me demoro media hora en parar una pelota, en rematar chueco al arco, o en girar todo mi voluminoso cuerpo para ubicarme mejor en la cancha y dar un pase, si es que lo puedo dar, y si es que lo doy acertado, porque lo más normal es que le dé el pase al rival, para luego recibir las respectivas mentadas de madre tan típicas en eventos pichangueros. Lo peor del caso es que por mi contextura física muchos cometen el error de ponerme de arquero, y ahí sí que ni la cuento. Así de apestoso soy en una cancha de fulbito, y aún así, sueño con poder algún día vestirme con una camiseta, cualquiera sea el color, con la 9 atrás y hacer delirar a la tribuna con mis jugadas inventadas, y con mi técnica depurada. El talento que muchos tienen para el fútbol yo lo envidio y es por eso que me encoleriza la actitud de quienes, ostentándolo, se la pasan de juerga en juerga sin aprovechar debidamente ese maravilloso don de jugar a la pelota con naturalidad – y por lo que además te pagan muy bien, por cierto. Ese fue, señores, mi primer sueño frustrado del post.

Bencho, el músico

Hace unos años tenía la esperanza de cumplir este mágico sueño, pero conforme iba pasando el tiempo, las cosas que tenía que hacer ocuparon todos mis espacios, y jamás pude aprovechar ese pequeño tramo que necesitaba para seguir algunas clases de piano, o guitarra – tampoco tenía la plata, valgan verdades. Por ello, salvo un majestuoso milagro, hoy doy como un sueño frustrado el tener mi propia banda en la cual yo pueda ser uno de los participantes, mediante alguno de mis instrumentos favoritos. De todos ellos me quedo con el piano. Verme frente a una multitud, tocando el piano en algún teatro o centro de convenciones, es una maravilla que sólo se hila en mi imaginación, y que será siempre una de las frustraciones más grandes de mi vida. Aquí sí encuentro culpables: mis viejos. Obviamente queda para la anécdota, aunque tengo un ligero pero existente resentimiento con ellos. Es decir, si yo veo que mi pequeño hijo de 4 años es fanático a morir de Richard Clayderman, y que finge tener un piano entre sus manos mientras lo ve por TV juntaría hasta el último centavo para comprarle aunque sea un pianito de juguete, pero no, no se les ocurrió esa magnífica idea que pudo cambiar el rumbo de nuestras vidas. Lo que me ha ayudado, y mucho, a catalizar esta enorme frustración es mi afición al canto. Por un lado, dos amigos de la universidad y yo formamos una banda arcaica pero exquisita a la cual denominamos “Pornostar” (no me pregunten más sobre el nombre); es con ellos con quienes desfogo mis penurias musicales, escribiendo canciones y cantándolas a viva voz. Y por otro lado, me he vuelto un asiduo visitante de karaokes. Conozco muchos en Lima y en todos me he ganado al menos un tímido, condicionado u obligado aplauso. En fin. Este tema da para mucho más, pero prefiero dejarlo hasta aquí antes de que me ponga a llorar.

Bencho, el ‘wrestler’

Desde muy niño soy fanático de la lucha libre. Debido a mi volumen físico siempre he tenido un extraño afán por demostrar mi fuerza comparándola con la de otros inocentes niños que no llegaban ni a los 25 kilos. Lógicamente siempre salía bien parado, tal vez sea por eso que me gustó tanto el tema. El hecho es que la lucha siempre ha sido digna de mi preferencia, haciéndome fanático de Hulk Hogan, André “el gigante”, Kevin Nash, etc., hasta llegar a lo más reciente, entre los que ubico a Stone Cold, The Rock (a quien recién ahora valoro, porque en su mejor momento lo detestaba) y al gran Triple H, quien con su personalidad rebelde y su fuerza descomunal me robó más de un aplauso (por favor, no me hablen de John Cena – aunque lo único bueno que ha hecho es hacerle el F.U. al jijuna de Kevin Federline). Mientras los veía, por TV obviamente, luchar en esos grandes escenarios estadounidenses, iba alucinando con la lejana y complicada posibilidad de que algún día pueda llegar a esa lona y demostrar mi fuerza ante todo el público. Qué sé yo, hacer un suplex, o un rompe espina dorsal, y culminar la pelea tumbando a mi víctima con una llave final que aún no he creado, pero que sería algo así como la desnucadora de DDP y que descaradamente copió Randy Orton. La pasión que despierta la lucha libre es tal que no he dudado en practicarla con algunos primitos más pequeños que yo. Sí, grítenme “abusivo”, pero ¿qué querían?, ¿que practique las llaves con mi vieja?

Algunos incautos que han visto mi desempeño en esos conatos de lucha piensan que pude haber tenido futuro en los rings, pero lamentablemente, así hubiera querido ser luchador, no hubiese podido debido al paupérrimo apoyo del gobierno al entretenimiento deportivo. De ahí que Sandokan, el luchador peruano más recordado de la historia, no tenga ni para comer y tenga que hacer pequeñas escuelitas de lucha para chiquillos chalacos. Otro sueño más al tacho.


Bencho, el “galán de telenovela”

He pensado mucho antes de delatar este sueño frustrado, sé que recibiré burlas, sé que seré objeto de mofas, y además, por estar cerca de mi onomástico, me espera una lluvia de jodas en mi propia casa. Pero es verdad. Durante un gran tramo de mi vida he deseado afanosamente ser un galán de telenovelas. No crean que eso haya sido resultado de un fanatismo extremo hacia esas lloriqueantes producciones o algo por el estilo. En realidad nunca me han gustado las telenovelas. El deseo casi incontrolable de ser galán llegó cuando comencé a tomarle un poco de atención a las propagandas televisivas que hacía un tiempo ignoraba. Mientras esperaba el programa que de verdad me interesaba, las propagandas me mostraban los avances y percances de telenovelas con cierta fama a inicios del nuevo milenio; y esos spots sólo me llevaban al deseo carnal más grande que pudiera haber imaginado – carajo cómo han mejorado los cuerpos de las actrices últimamente. Recuerdo que a inicios de los 90 la actriz más famosa y deseada era Victoria Ruffo, y ahora que la veo me parece un verdadero chancay de a 20 comparándola con las espectaculares y curvas figuras de las actuales reinas telenoveleras. Ver a pobres y prefabricados galancetes besar las bocas más carnosas y tocar los cuerpos más perfectos creó en mí una ardiente envidia acompañada de un escandaloso deseo de destrozarles las cuadradas caras y de paso hacer un casting en alguna productora de ese tipo, para que se convenzan de mis dotes actorales.

No fue hasta hace unos pocos años cuando terminé de convencerme de que la única cosa que podría hacerme un galán de telenovela es mi vieja, voladora y fiel imaginación. Lo hice cuando le tomé especial atención a la impresionante Bárbara Mori, quien declaró a un medio de prensa mexicano que se sentía a gusto con sus ‘galanes’ porque todos eran guapos – ¿y la calidad actoral?, ¿y la interpretación? – a ella no le importa, y siendo ‘Rubí’ el estandarte más alto en cuanto a actrices telenoveleras hermosas se refiere, simplemente me quedé sin esperanza alguna. Tendré que conformarme con ser galán de barrio, aunque creo que eso les sale mejor a los pandilleros de mi esquina.

En fin, hemos llegado al momento más estrepitoso del post. El siguiente sueño no realizado es, lejos, la mayor frustración de mi vida. Al igual que el anterior también he meditado mucho en compartirlo, pero todo sea por ustedes, mis pocos pero adorados lectores. No garantizo que sea algo con lo que ustedes también hayan soñado alguna vez, pero de verdad, se los digo en serio, este es mi sueño más grande:


Bencho, el trotamundos

Digo yo, ¿alguna persona en el planeta respira más aires de libertad que un trotamundos?, lo veo muy difícil. Lo cierto es que es ese mi deseo más fuerte, es decir, si me preguntan qué es lo que me haría REALMENTE feliz, respondería: vagar por el mundo y viviendo de lo que salga. Sé que suena socialmente mediocre y conformista y que hay muchas trabas por mencionar, en especial el compromiso que uno tiene con su familia; pero demás está decir que si no tuviera ese encadenamiento futurista con mis padres, futuros hijos y esposa, simplemente la decisión la hubiese tomado hace rato. Conocería miles de lugares bellos, feos, pero todos interesantes, viviría millares de experiencias, sería amado y rechazado por mucha gente, me enredaría con muchas mujeres metiéndome en situaciones engorrosas, pero siempre saliendo del apuro emprendiendo mi camino hacia el horizonte. Vivir sería simplemente hermoso. La sociedad nos ha hecho creer lo contrario, para los estándares inventados por el hombre debemos nacer y comenzar a estudiar, nutrirnos de los muchos o pocos valores que aprendemos en casa, profesionalizarnos en algún tema, y trabajar durante toda nuestra vida para poder tener un seguro para nosotros y nuestras familias, ¿no les parece una transa egoísta?, tener que cambiar la libertad de ser errante por una esclavitud camuflada en empresas bien consolidadas. Nada justo. Vivir en este sistema implica mucha paciencia y asimilar que desde que alguien nos dice que ‘tenemos’ que estudiar hemos dejado de ser nosotros mismos, hemos dejado de lado nuestra esencia viva, esa que nos hace explorar todo lo que podamos y descubrir todo lo maravilloso que, a pesar de…, el mundo tiene para nosotros. ‘Debemos’ de seguir el algoritmo esclavizante de vivir en esta sociedad por la única razón de que los seres que de ti dependen no entienden tus ideas, ellos sólo quieren subsistencia y tranquilidad, y volver a la era nómada no garantiza comodidades como las que muchos tenemos y no cambiaríamos jamás. Y de eso no me quejo. Sólo riño por las cosas que olvidamos, olvidamos que somos nosotros, y nadie más que nosotros, yo soy yo, y yo no debería de estar haciendo cosas que no quiero así me pagaran millones. Luego de esta pequeñísima reflexión, doy un pequeño giro y llego a lo mismo, me frustra no poder ser un trotamundos.

En realidad me frustran muchas cosas más, y estoy seguro que este es un tema que evitamos todos en reuniones y momentos de parla; ¿por qué?, ¿nos da vergüenza haber vivido siempre a dispensa de otros?, en el fondo sí, nos llega altamente tener que cumplir órdenes, una cosa es que nos hagamos los sumisos y nos traguemos ordenanzas fútiles, y otra que realmente seamos trapeadores humanos, o marionetas que sólo hacen lo que los amos mandan. Sinceramente me ha servido de mucho compartir este sui géneris post, nunca antes había compartido este tema ni con mis mejores amigos, sin embargo lo hago ahora, frente a ustedes, insisto, mis pocos y amados lectores. La verdad es que fue algo novedoso hacerlo, una especie de blogterapia (apunten, esa palabra la inventé yo). Hay personas que nacen para ciertas labores, si naciste para gerente agradece a Dios porque te va a caer harta plata, si naciste para músico agradece porque la gente amará tu arte, si naciste para cura agradece porque la gente creerá en ti, si naciste para presidente agradece porque tendrás una vida de rico, si naciste para bohemio la cosa se te complica.

Los sueños son para realizarlos, no para frustrarlos. Sólo nos faltan agallas, ¿y si nos atrevemos?

4 comentarios:

  1. una de tus "pocas y amadas lectoras" tambien es una trotamundo frustada :P chocatela

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  2. Es muy interesante encontrar que alguien pueda expresar con mucha propiedad lo que muchos sentimos. Me identifico absolutamente con todo lo que dices, porque siempre me sentí una persona rebelde al sistema y con mucha frustación e impotencia. Sin embargo debo añadir que me gustaría encontrar un punto de esperanza en el que de alguna manera nuestros sueños se puedan hacer realidad. En otras palabras es bueno reconocer el problema, pero es mejor aún encontrar la solución. En ése contexto uno de los canales a utilizar sería la blogterapia, donde todos los que nos sentimos frustrados, podamos encontrar ideas que nos ayuden a realizar por lo menos uno de nuestros sueños. Por ejemplo una de las formas que me seduce es lo que los budistas llaman "el dharma" que no es otra cosa que encontrar nuestro propósito en la vida, desarrollando el mejor talento que podamos tener, ovbiamente constructivo. Jesús también lo meciona en la parábola de los talentos. No es mi intención darle un sentido religioso sino más bien muy personal e intuitivo, o sea algo que sí está al alcance de cualquier persona sin distinción de nada. Un abrazo.

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  3. Gran aporte, Homero, gran aporte.

    Un fuerte abrazo,

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  4. Jo, siento mi intranscendencia crónica, pero a mí me dieron ganas de reír cuando leí esto...

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