El drama de la señora Martha
La señora Martha es mi vecina desde que me mudé a este barrio. Vive en una enorme casa, aunque no siempre fue enorme. Con decir que antes, desde la ventana de mi casa, aledaña a la suya, podía ver nubes, y ahora sólo veo concreto bien formado donde vive gente. Su casa fue creciendo con el pasar de los años, señal de éxito, dirían algunos.
La señora Martha tuvo, hasta hace 23 días, una familia conformada por ella, su esposo y tres hijos. La mayor, de 28 años, la intermedia de 20 y el menor de 13. La mayor, Evelyn, ya profesional y casada con un buen muchacho. La intermedia, Katherine, aún no casada pero ya madre de un bebé de apenas 4 meses. El último, Joel, estudiante aún, aún no (tan) problemático. El esposo, el señor Francisco, un hombre de pocas palabras. Cada vez que me lo encontraba en la calle apenas y nos saludábamos, pero siempre con la cordialidad del que no se interesa por la vida del otro. La señora, en cambio, era más frecuente en mi vida. Me la encontraba en las bodegas, panaderías, peluquerías, mercado, paraderos, etc. Y a menudo conversábamos de una que otra cosa, solía preguntarme por mi madre, y en torno a eso giraba nuestra escueta conversación.
La señora Martha tenía, como muchos de nosotros, una familia disfuncional y conflictiva. Con el agregado de que se sentía siempre protegida por su esposo, con quien, dicho sea de paso, también tenía problemas regularmente. El esposo llegaba de trabajar por las noches y se encontraba con el bolondrón. Podía ser madre vs hijas, a veces era hija vs madre y otra hija, o su alternancia (el menor participaba muy poco de estos pugilatos, refugiándose en su PC). Una vez que el señor Francisco pisaba el aparquetado suelo de su sala, llegaban imantadas las tres mujeres que vivían bajo su mismo techo, explicándole todas a la vez lo que había sucedido, por supuesto, en idiomas totalmente confusos y distintos. Lo que el señor Francisco solía hacer, era unirse a la señora Martha, generalmente para equiparar bandos. Otras veces lo hacía porque quizás le parecía más sencillo apoyar a quien más conocía. Quién sabe, las viejas tretas tenían un mejor sabor que las nuevas.
El hecho de que el señor Francisco saliera, casi siempre, a favor de la señora Martha, generó en sus hijas tal distanciamiento, que a pesar de los malentendidos existentes entre ellas dos, decidieron, silenciosamente, unirse contra sus padres. Aunque, si hubieran tenido que perdonar a uno de los dos, consideraban a su padre más víctima que victimario, víctima, sí, de la manipulación de la buena señora Martha. La señora que me encontraba en todos lados.
El señor Francisco murió, hace justo 23 días. La sorpresa en el barrio fue general. Era un señor relativamente joven, de aproximadamente unos 50 años. Aparentemente, gozaba de buena salud, pero un paro cardíaco lo alejó de su casa, de su familia y de sus problemas. El señor Francisco dejó como herencia una casa enorme, producto de años de trabajo, y que ahora servía para rentar pequeños departamentos. Sí, esa misma casa que ahora no me deja ver el cielo.
Además dejó a un menor bastante dolido. No hablaré del dolor que siente la señora Martha, porque en realidad nunca llegaría a describirlo tal y como es, lo mismo con las otras dos hijas. Y eso de "describirlo" también incluye el hecho de creerlo. Sólo sé que ahora la señora está en un grave problema. Las hijas acentuaron su unión y se aprovecharon de algo que la señora Martha no calculó. El señor Francisco dejó la enorme casa tapacielos a nombre de sus dos hijas.
No son exageradas sus sospechas. Actualmente, la señora Martha está buscando un lugar a donde irse. Esto definitivamente llama a la reflexión. Les dejo unas cuantas preguntas:
¿Es adecuado tener un escudo humano en la familia?, ¿qué tan importante es tener siempre a alguien que te apoye en momentos de disputas familiares?, ¿hizo bien el señor Francisco al casi siempre apoyar a su esposa?, ¿hacen bien las hijas al botar a su propia madre?, ¿qué opinaría, al respecto de todo esto, el pequeño hermano?
Finalmente, ¿es justo el triste final de esta familia?, hoy fue la señora Martha, mañana podría ser otra vecina, pasado podrían ser sus madres o quizás la mía. En todo caso, creo que eso de los escudos familiares está casi establecido como un patrón de defensa personal, dentro de una gran parte de los hogares en el mundo. O al menos eso dicen las estadísticas.
Quizás el único que actuó de manera coherente, dentro de su inocencia, fue el pequeño Joel. Quién sabe.
No sé si peco de ser poco profundo, pero creo que la respuesta, al menos a la pregunta de cómo no terminar como esta familia, es: Que, por un demonio, las discusiones no son para ganarlas, sino para solucionar los asuntos que aquejan a ambas partes. El fin de esta debe ser la armonía, no el salir "triunfante" y/o peor: restregárselo en la cara al que "perdió".
ResponderEliminarAquí también podría estar pecando de insensible, pero creo que, quizá, sí sería justo el final para los conflictivos: Es el precio del egoísmo, de buscar primero nuestros beneficios (o el hacer prevalecer nuestras posturas), en vez de ser más solidario y pensar en el bienestar general de los que, se supone, son los seres queridos. Ahora, la señora Martha termina con el desgarrador dolor de recibir ese trato de sus hijas, y estas tendrán siempre en su conciencia la -algún día- inevitable culpa de haber tenido rencor hacia su madre y haberla abandonado.
No es justo para Joel ¿pero qué es justo en esta vida?