martes, 24 de agosto de 2010

Marca "Bencho"

Comienzo a entender

Después de una interesante tertulia que abarcó las postrimerías del último sábado y los comienzos del domigo (mejor no les digo dónde acabó todo, bueno, no querrían saberlo), estuve pensando en las posibilidades de profesionalizar mis aficiones. Ok, me pueden decir que en este país es más complicado, yo les digo que nada en el mundo es simple, todo tiene un nivel relativo de complejidad, lo más fácil no es, necesariamente, fácil, por ejemplo estudiar una carrera y hacerte exitoso no es fácil, debes de sacrificar hartas cosas, pasar gran parte de tu vida leyendo y analizando textos que de repente no te son tan digeribles como 'El principito', pero que sabes que son parte de tu preparación y que es parte del sacrificio que te llevará al éxito. Luego consigues una chamba y con un título bajo el brazo la espera no será en vano, pero será. Otro sacrificio más a la lista, y peor aún si es que para escalar más alto tienes que hacer una maestría que no sólo es costosa sino que además requerirá de todas tus atenciones en el tiempo que te quede. Querrás hacer más horas de las 24 normales, querrás alargar todo, esencialmente tus tiempos libres, para poder dormir. Pero eso te hará exitoso, no hay dudas de que es un camino que uno podría elegir con la mayor seguridad de que conduce al beneficio económico y moral de alcanzar tus objetivos.

Sin embargo concluí que debo empezar, por lo menos a pensar, en hacer de mis pasiones una carrera. No puedo mentirme (y tampoco quiero que lo hagan), sin un rótulo tan prestigioso como el de "licenciado en ..." pocas son mis posibilidades de lograrlo, pero mientras construyo mi propia suerte (deberán saber que hoy estuve viendo por segunda vez la secuela de Batman, "El caballero de la noche", gracias 'Dos Caras') con un trabajo decente, podría empezar a ver con nuevas luces este mundo de la Blogosfera. Sé que podría estar cometiendo un grave error al comunicarlo abiertamente aquí, ya que según las abuelitas los deseos no se dicen, sino no se cumplen. Pero han sido tres factores, a parte que el del último sábado, los que me han impulsado a pensar que de verdad esto puede tirar hacia adelante.

Adios 'HP' ('Hincha Peruano', por si aca)

Como algunos de ustedes saben tuve un mes y medio de fama con Hincha Peruano, una página web (red social, para ser exactos) dedicada a la cobertura del fútbol local, dándole prioridad a las impresiones del hincha común y silvestre. En ese ciber espacio escribí artículos, posteé noticias y hasta me di el lujo de exponer mi no muy agraciada humanidad en los monitores, gracias a la magia de Youtube. El viernes le dije adios al proyecto, las razones creo que están demás mencionarlas, MENTIRA!!! no fui debidamente valorado en esa página, y de ahí que comience a pensar en algo mucho más grande. Por ello se han iniciado algunas negociaciones que podrían terminar por situar a este humilde blog (y quizás a algunos más de mi autoría) en una página de mucho más llegada, obvio que no cambiaría para nada la esencia (sería siempre yo, JE), pero al menos abarcaríamos más sectores y de hecho habría diversifación. Esperemos. Por el momento sigo siendo el under blogger que todos conocen.

El fabricante de mentiras

Para ganarme la vida y tener para los sanguchones de la noche, he comenzado a apoyar a incautos estudiantes en sus tesis de titulación. ¿Dije "incautos"?, es que eso pensaba aquella primera vez en la que Claudia me llamó. Yo estaba en la combi, regresando a casa, cuando de pronto sonó el timbrar de mi celular, era un número desconocido. Era Claudia, una amiga de una amiga, quien me pedía que por favor la ayudara con una tesis. Haciendo memoria de mis épocas universitarias recordé que uno de los mayores temores al finalizar la carrera era tener que gastar un chupo de plata para conseguir bachilleratos, o títulos. Por eso los que se encargan de asesorar tesis no escatiman en cobrar cifras alucinantes (S/. 100.00 la hora, en promedio) por sus fríos servicios. En vista de que yo no me siento tan capacitado y que además se trataba de la amiga de una amiga decidí ser buenito con Claudia, le dije que sólo le cobraría 50 luquitas la hora por redactar y contribuir con su importante trabajo. Obvio que casi me manda a la mismísima, así que rebajé mis aspiraciones económicas al subsuelo, de verdad necesitaba la plata, más aún porque al día siguiente habría partido y no tenía ni para comprarme la entrada. Debo confesar que sentí una mezcla extraña de amargura y vergüenza al aceptar la escueta propuesta de Claudia, pero al final pensé "¡A NADA!" y miré con optimismo el asunto. Pasada la tormenta puedo decir que no sólo me sentí muy a gusto trabajando junto a ellas, la verdad es que aprendí diversas cosas, como por ejemplo lo que es "Marca País" y "Valor de marca"; créanme, ahora soy todo un experto. Gracias a eso concluí que cada cosa que haces tiene un valor, una marca registrada, independientemente si tienes o no aceptación, y ese es más o menos el tema al que se orienta este post.

Gastón Acurio, por ejemplo, tuvo éxito en sus innovaciones, supo hacia dónde dirigirlas, y para ya no hacer de este post un post sacado de una página de Marketing volveré a lo mío: (here i go ...) Además de todo lo dicho debo decir que me sentí absolutamente atraído por ambas chicas. No sé si el blog sea el lugar para decirlo, pero el recibimiento de Gina, esa primera vez que fui a su casa, fue simplemente genial (aunque lo más probable es que ella no se haya dado cuenta). Y fueron muchas las veces que quise interrumpir la habitual seriedad de Claudia para decirle lo mucho que me encanta su cabello. Dios, ¡qué cabello!, pero bueno, demostré también ser un profesional a carta cabal, a pesar de las muchas distracciones que tenía a mi lado nunca me desconcentré de mi trabajo y lo cumplí con responsabilidad y eficacia. Quedaron contentas conmigo y eso de hecho estimula. Siempre es bueno saberse útil para algo que no sólo sea poner chapas a gente desconocida o hacer 5 secos seguidos con cerveza al polo.

"Tócame, que soy realidad"

La escasa pero existente fama que me ha dado escribir estos blogs también ha sido un factor que me ha impulsado a decidir fortalecer la afición de escribir. Siempre es bueno que alguien a quien no ves casi nunca te diga, el día que te vea, que le pareció bueno uno que otro post. Me sucedió en Marzo, cuando Angélica, una vieja amiga de primeros ciclos universitarios, dijo ser una seguidora fiel de este blog, comentándome sobre algunos post que le parecieron interesantes. O sea, es súper reconfortante saber que alguien te lee y más cuando lo hace gente con la que tienes poco contacto. Gracias a este blog he conocido también algunos amigos nuevos, nacionales y extranjeros; por ejemplo cuando escribí sobre Soda Stereo una comunidad boliviana de fans soderos me mandó un e-mail pidiéndome que grabe el concierto, lástima que no permitieron llevar cámaras (aunque igual no tengo cámara JA!), pero imagino que ya lo deben de tener (la misma banda sacó su CD-DVD de la gira, por cierto, ¿cómo seguirá Cerati?). Hay también una colombiana que hace rato no postea comentarios pero que en muchos post's fue la única que lo hacía, o sea... ¿un poquito de fama internacional?, increíble. Eso da a entender que lo que escribo no sólo puede caerle bien a alguien que goza de mi misma realidad, sino también en lugares totalmente diferentes como Colombia, país que de hecho es una parada obligada para futuros viajes. 

Como ven, hay razones, ahora lo que hay son intenciones, todo dependerá de cómo vayan los acuerdos y los caminos a elegir, ahora no me queda más que agradecer a las personas que me han abierto los ojos, ustedes saben quiénes son, lástima que esto no sea como el face, como para etiquetarlos je. Gracias, y veremos si la marca "Bencho" nos da algunos beneficios, para que ya no tengamos que negar tragos a las lindas chicas bajo un "Eclipse" (sorry, tenía que decirlo, JA)

jueves, 12 de agosto de 2010

Un ángel en la ciudad

Este post será breve, y es que no pensaba escribir hoy de no ser por el contraste del que acabo de ser testigo. Ustedes saben que los seres humanos somos expertos en hacernos problemas por las huevas, maximizamos lo mínimo y dramatizamos los cotidiano; lo hacemos novela de inmediato y entonces nos sumergimos en la más profunda necedad, "pobre de mí, me dijo que ya no quiere estar conmigo", "pobre de mí, no me llama", "pobre de mí, no consigo chamba", etc. Aquel que ve las cosas un poco más frías es el que suele quedar como el antipático, como el huevón que no sabe comprender el insufrible dolor que las "víctimas" estamos experimentando. El que te dice "déjala y sé feliz" jamás entenderá que "amamos a esa persona con todas nuestras fuerzas" que "daríamos nuestra vida por ella". Simplemente no sabe pues, es un idiota insensible y fue un absoluto error haberle contado el problema. No da soluciones, sólo nos caga más de lo que estamos, entonces lo dejamos y seguimos creando novelas a partir de nuestros pequeños e ínfimos cuentos.

Pero, ¿qué tan grande pueden ser nuestros problemas?

Mientras caminaba por una calle miraflorina pasé por una escuela, de donde salían chicos con rostro raro y extraño caminar. Sus padres los sostenían de la mano con devoción, mientras una profesora en la puerta despedía a los alumnos y a sus progenitores con una sonrisa de esas que contagian. Me contagió de inmediato y sonreí, sonreí y me quedé parado, de pronto me olvidé del frío y seguí observando cómo esos chicos salían uno a uno de esa escuela, por la curiosidad (también podemos llamarlo "afán de chisme") que supuestamente me dieron como don, alcé un poco la mirada y vi el nombre de la escuela, el cual denotaba el a veces bello adjetivo "especial".

Entonces comprendí que mis problemas son simplemente una mierda.

lunes, 2 de agosto de 2010

Mi primera pelea

Entre la inteligencia y la cobardía

Y ahí estaba yo, con las piernas tembleques pero con la cara bien hacia arriba, como si tratase de alcanzar la vista de un ovni imaginario. Al frente, mi rival, el chico más alto y adusto del salón. Mi campo de batalla era el pequeño patio de mi colegio. ¿El pecado?, haberle dicho "burro" delante de todos presumiendo de mis altas notas y confesar además que me gustaba la misma chica que a él. Tenía siete años y no me pregunten cómo demonios recuerdo tantos detalles (se pueden topar con mi habilidad para mentir). Mi rival era un poco más "viejo", tenía nueve, es decir, dos repitencias, un par de cicatrices en los brazos, una familia llena de problemas y una fama demoledora de pegalón. Mi fama era la del "chico tranquilo" del salón, un nerd asolapado con aires de galancete, soñador empedernido, hacedor de cartas amorosas sin destinatario y eterno engreído de los maestros.

A nuestro alrededor había cerca de diez alumnos entre chicos y chicas gritando el clásico clamor popular: "¡BRONCA!, ¡BRONCA!", mientras que por dentro sentía el temor de un desenlace fatal. El rival empezó a jugarme a la boquilla, dictando una serie de improperios, muchos de ellos desconocidos para mí hasta entonces; de repente sentía que me estaba enseñando y ya desde pequeño sentía una extraña admiración por todo aquel que me enseñara cosas. Cuál habrá sido mi cara de atención que el tipo se quedó sorprendido, quería que le responda algo que no estaba en mi vocabulario, simplemente yo no podía, no sabía qué decirle, todo lo que sabía era que tenía que sobrevivir y que para eso es bueno aprender. Al no hallar las respuestas que esperaba mi rival de ese entonces atinó a dar el primer paso al contacto físico, un empujón que por poco me manda a la puerta del colegio. No sé cómo pero no me caí, sólo trastabillé y enseguida me erguí, trataba de no quitarle la mirada fija en sus ojos desorbitados. Esto enardeció aún más su mancillado orgullo y es que el tipo era un pésimo alumno pero a nadie le gusta que le digan "burro" y menos delante de casi cuarenta muchachitos ávidos de burlarse. Entonces siguió la boquilla y empezó a recriminarme las buenas calificaciones diciendo que era un patero, que en el colegio todos sabían que mi madre era amiga de todos los profesores y que no me haga el chévere por destacar bajo esas condiciones. Yo seguí sin responder, sólo escuchaba su procaz lenguaje y empezaba a entender sus frustraciones.

Luego de un silencio de casi tres minutos uno de sus más leales compinches le 'ordenó' que me pegara de una vez, y entonces soltó su primer zarpazo; el blanco fue mi abultado abdomen y ante la incertidumbre de todos sólo atiné a dar un pequeño suspiro de dolor, tomar mi boca estomacal con la mano izquierda y volver a erguirme como si nada hubiera pasado. Claro, me dolía como el orto, pero me tenía que aguantar si quería sobrevivir. Al ver que su golpe no dio el resultado esperado volvió a usar su venenosa lengua, esta vez hablando de su amor platónico, el cual coincidentemente era también el mío. Al mencionarla pude ver un brillo especial que brotaba en sus ojos, comenzaba a darme cuenta de que el tipo realmente la amaba, a la manera de un niño, pero la amaba, y que yo, con mi registro invicto, con mi libreta sin jalados, con mi familia sólida, y con mi mejor labia, estaba sin querer interponiéndome en su camino. En el fondo no éramos tan distintos, de ahí que nos gustara la misma chiquilla. Entonces le dije algo, finalmente: "ya no la quiero, te la regalo". Tan desatinada habría sido mi frase que el tipo se puso rojo, aún más de lo que estaba, y sus ojos empezaban a desorbitarse más, me di cuenta que la había regado; mi rival estaba molesto, iracundo y casi fuera de control.

Entonces empecé a sentir miedo, quería que algún profesor me defendiera, que alguna maestra intercediera, que mi mamá llegara rápido para que evite lo que estaba a punto de pasarme, pero me encontré muy solo, tan solo que hasta frío sentí. Mi rival en cambio contaba con el apoyo del morbo coloquial, aquellos que querían ver sangre en el patio, ojos morados al día siguiente y pasar la historia de grado a grado, de generación en generación. Entonces se me vino encima; me tomó del cuello y me estampó soberano puñetazo, al caerme intenté nuevamente levantarme pero el tipo no me dejó, y se me lanzó. Pensaba que era mi fin, imaginaba las caras en mi funeral, a mi madre llorando, a mi padre sin poder creerlo y a mis amigos festejando. Mi única esperanza era que mi rival se equivocara, que hiciera una mala maniobra y me dejara unos centímetros para poder pararme y emprender una veloz carrera hacia la seguridad de mi casa, felizmente sucedió algo parecido. Y es que con tanto alboroto el tipo había roto una parte "delicada" de su pantalón, entonces vi ahí mi salvación. Tomé el borde de la grieta y estiré la tela con todas mis fuerzas hasta romper toda la parte superior de su prenda escolar, mientras él intentaba seguir dándome puñetes que para mí buena suerte por lo general acababan en el piso o en mis orejas. Finalmente el rival se había quedado prácticamente en calzoncillos mientras mis compañeros ya no sabían de qué manera reírse. El tipo no se percató hasta que sintió un friecito entre sus piernas, entonces miró hacia sus extremidades inferiores y vio la desnudez que hasta entonces sólo veía en su intimidad. Si estaba rojo por la colera su coloración volvió a cambiar, ahora el color era medio azulino; él se paró, trató de armarse el pantalón pero era inútil, estaba totalmente destruído. Me miró con un odio único, mientras yo me iba parando nuevamente, insisto, como si nada hubiera pasado. Tenía unos rasguños y un par de moretones, la estampa de su puño en mi mejilla izquierda y las orejas tan coloradas como las de un campesino escocés. Pero nuevamente lo miré a los ojos, y nuevamente con admiración. El tipo se fue corriendo, nada dolorido pero sí avergonzado, yo me quedé recontra dolorido pero la vergüenza era toda suya. Al final la escena fue la siguiente: él corriendo al baño a esperar que todos se fueran y yo parado, viendo cómo se iba. ¿Ganador?, los chicos empezaron a corear mi nombre, pero yo no esbocé ninguna sonrisa, para mí nadie había ganado, porque me salvé de una paliza, y porque mi rival me había dado enseñanzas y a cambio le hice pasar el bochorno de su vida.

Al día siguiente, en secreto, tomé el pantalón que me sobraba (mi madre, sabia, me compraba siempre dos), no le quedaría exacto, pero al menos los auxiliares no lo joderían por llevar pantalón de buzo. Me acerqué a él esa mañana y le di la bolsa con el pantalón, me quedó mirando y no me dijo nada. Me fuí a mi sitio. A la salida me interceptó en la puerta, ya tenía puesto el pantalón; después de un largo silencio me dijo: "gracias" - a lo que respondí: "gracias a ti". No tardó en cuestionar el agradecimiento que yo había dado, entonces le dije lo que pensaba: "es que me enseñaste que no siempre los más fuertes ganan las peleas".

El "burro" del salón hoy en día es un micro-empresario exitoso, el primer puesto del salón hoy escribe sobre su primera pelea en un Blog.