domingo, 26 de abril de 2009

De vuelta al blog (Parte II)

“¿y cómo has estado, Bencho?”
Son las 3:48 de la mañana, ¿qué?, ¿Que qué hago acá?, pues regresando a mis raíces, regresando al blog que alimentara mi vida tantas veces y al cual tantas veces dejé en un completo abandono. Acabo de volver de una reunión de amigos, tomamos algo especial del “Something Special” que puso Ernest, y un poco más del que pusieron mis amigos (ya que prácticamente fui de colón); fumé unos cuantos cigarros y escuché música noventera en un bar barranquino lo suficientemente caleta como para presumirlo sin temor a que algún personajillo me diga “ah, ¿ese?, sí, más o menos ah”. Volví a ver a mis amigos después de muchas lunas, soles y neblinas, después de intensas decisiones, después de diplomados acabados, agencias fijas y cabellos rapados; después de kilos de más y de menos, de fantasías cumplidas, después de condenas a ex presidentes, de vergüenzas deportivas, clasificaciones a segunda ronda y victorias aliancistas. Volvimos a pasar un buen rato y a jurarnos amor eterno cambiando la palabra “amor” por la oración “campeonato de Winning”, volvimos a despedirnos con nostalgia y a sentir que finalmente algo en nuestra vida está durando tanto.

Al verme después de tanto tiempo no faltaron las preguntas con un rico saborcito a reclamo: “¿y cómo has estado, Bencho?, ¿qué pasa?, ya no escribes en el blog”; pues, queridos seguidores, he regresado al blog para responder sus inquietudes (sí, déjenme JA). Quiero cantarles el son de mi momento actual, un momento digno de compartirse, digno de escribirse, y como más vale tarde que nunca he aquí mi pequeño legado, y a la vez mi pequeña reivindicación.

En la salud:

Pese a que fumo regular, tomo regular, cómo más que regular, no hago deporte, y bordeo el límite de los 100 kilos (aunque mis amigos digan que sigo bajando – por cierto, gracias) mi salud no podría sonreírme con mejor cara. Luego de la intempestiva y rigurosa dieta que comenzara el año pasado mis dolores más agudos se desvanecieron, dejándome los normales, los que siempre están presentes en la vida de una persona de contextura gruesa y con los cuales uno aprende penosamente a convivir a cambio de seguir comiendo rico y grasoso. Me siento bien, no me enfermo seguido, y mis actividades diarias no diezman de manera significativa esa suerte de barra de energía (tipo Street Figther) que tengo. Por ello puedo decir que atravieso un momento de buena salud, y comienzo por ahí porque sin esa mágica compañera simplemente no podría vivir lo que estoy viviendo y mucho menos escribir lo que estoy escribiendo en estos precisos momentos.

Con la familia:

Si todo andaba bien líneas arriba, pues aquí la cosa se complica. A pesar de que nos acabamos de mudar a un ambiente más amplio, cálido y propio, existe un lamentable distanciamiento en mi familia. Por cuestiones de respeto y de auto censura no puedo dar detalles, pero si algo me hace sentir algo “bajetón”, eso tiene que ser, sin duda alguna, mi jodida pero “siempre ahí” familia.

En el trabajo:

Ya van a ser dos meses, qué rápido pasa el tiempo. De un momento a otro dejé de pertenecer a la siempre temida área de “Asistencia de Volantes”, para enrolarme en las filas de la Agencia Angamos. La alegría de tener un sitio fijo donde trabajar es grande, créanme que muy grande, sin embargo eso implica algunas responsabilidades que no se cargan cuando se es volante. Una de ellas es la venta de seguros. Christian Osterling (coincidentemente la extraña criatura que conocí en la capacitación de Octubre) me habló claro desde el principio. Es un jefe resultadista y no lo culpo, hoy en día la mayoría sino todos tienen que serlo: “si no vendes seguros volverás a volantear”; aunque soy amante de las cosas claras, por alguna razón sentí que faltó algo de tino en su discurso, pero el mensaje llegó y más que bien. El primer mes, es decir, Marzo, logré hacer lo que nunca pensé que haría: vender algo. Tras la frialdad de su majestad La Presión, y tras mis desmoralizadoras estadísticas, se impuso una habilidad vendedora inédita, hasta ese entonces, en mí. Y enorme fue mi sorpresa cuando en poco tiempo no había vendido sólo uno, sino dos seguros de vida, y luego fueron tres, y cuatro, y cinco… de pronto tenía 6 seguros en mi palmarés. Osterling se mostró más que contento y todo marchaba de maravillas. La meta es de 7 seguros; el mes terminó y me había quedado en 6, pero lo más importante era llegar a la meta de la agencia, y gracias a la cancha y poder de convencimiento de mis compañeras de trabajo, mi grueso pellejo, una vez más, se salvó.

Llegó Abril pero no llegaron los seguros. Como todos ustedes podrían darse cuenta, faltan pocos días para finalizar el mes, y no he vendido ninguno (Aclaración fortuita: no estoy haciendo ventas a través del blog – aunque no rechazaría sus humildes aportaciones), por si esto fuera poco mi única salvación era enyucar… digo, venderle un seguro a mi cuñado, y otro a mi tía, pero dadas algunas circunstancias mal habidas me será prácticamente imposible conseguir ese par de ventas que hubiesen sido una suerte de “gol de honor” (¿se nota que me gusta el fútbol?). Otra de las responsabilidades que asumí al ser “promovido” a una agencia fija es que, a pesar de que soy relativamente nuevo (recién cumpliré 6 meses en el banco), una vez que se es llamado “fijo” simplemente debe quedar en el olvido ese adjetivo de “nuevo”… es decir, ya debo dejar de pensar que necesito ayuda con transacciones desconocidas, o con alguna duda que tenga, se supone que lo sé todo, se supone que ya dejé de aprender… se supone, se supone… fuera de eso, me siento muy cómodo en la agencia. Es pequeña y acogedora, aunque aún no veo un ambiente unido, pero, ¿tampoco se puede exigir tanto en un banco, verdad?; después de haber pasado por tantas agencias laberintosas, ésta en particular me hace sentir tranquilo; y si a eso le sumamos la cercanía a mi casa, y que a Osterling le fascina irse temprano para no perderse una acalorada cita con su novia o los programas deportivos de la noche, se puede decir que mi momento laboral es bastante aceptable.


En los estudios:

Post atrás escribí sobre mi incertidumbre vocacional. A mis 26 años (aunque muchos se empeñen en decir que estoy “chibolo”) no podía seguir dándome el lujo de dudar como colegial recién llegado de su viaje a Huaraz. De modo que hice una exhaustiva introspección, analicé las cosas que quiero hacer en el futuro, evalué cada detalle, cada virtud, cada defecto, cada potencialidad y cada deficiencia que mi ser guarda. Aunque por momentos me sentí capaz de nada, por otros me sentí en las nubes; e imaginándome ganando el pan de cada día con las letras, concluí que no hay carrera más pegada a mi deseado destino que el Periodismo. De modo que la decisión está tomada, San Marcos fue una gratísima experiencia, es más, siento como si ya hubiese terminado la carrera, en el fondo siento que lo hice, porque cumplí mi ciclo ahí. Quizás, como cualquier tipo de relación, el final no fue del todo dulce, pero prefiero llevarme los mejores recuerdos de esa gloriosa casa de estudios, y entre algunos métodos administrativos de trato al personal, de gestión aduanera y de psicología empresarial, creo que me llevé lo mejor de la universidad: los amigos que encontré, y créanme que eso me basta y me sobra para sentirme mejor que muchos profesionales.

En Julio será el examen de admisión para la Universidad San Martín de Porres; de ingresar la pensión me dejará en la cuerda floja, pero especulo que será así máximo los dos primeros ciclos, ya que me ayudaré de mis notas y de mi condición de trabajador para rebajar esa cuota de inversión y vivir un poco más tranquilo. Entonces, cuando me muera por leer un libro que me ayudará en la carrera sabría que no me faltaría un vino para acompañar mi lectura, y una linda mujer que me dé las buenas noches.

La motivación que siento por estudiar esa carrera es algo que jamás había sentido; y si eso no es una buena espina, entonces, ¿qué lo es?, por eso podría decir que mi momento en cuanto a lo estudiantil es simplemente genial.

En el amor:

Dejé este morboso tema para el final, como buen futuro periodista. Nuevamente recurro a remembrar algún post pasado, donde ahondaba sobre mis sentimientos y resentimientos de ese momento. Hoy puedo decir con total seguridad que mis heridas han cicatrizado por completo, que no hay nada que me detenga a vivir una vida nueva, que no hay nada que me impida tomarme algunos (hermosos) riesgos. Y es que en un solo movimiento logré sintonizar el corazón de una invaluable persona; y en ese mismo momento adopté una función totalmente desconocida para mí: la de padre.

Fue hasta ese memorable 8 de Febrero (la tarde más rojiza y preciosa que haya visto aquí, cortesía de Chucuito, Callao), que yo mantuve siempre una actitud indiferente hacia los niños. Algunos me causaban cierta ternura, otros, repulsión, pero siempre mantuve mi distancia, siempre salvaguardé mi espacio con el temor de ser invadido por mentes inocentes, quizás las más difíciles de juzgar, y de repeler. Sin embargo con Luciana todo ha sido diferente: su mirada fija, sus movimientos, sus sonrisas; de alguna manera profanó mis barreras, esas fuertes barreras que tanto me costó crear, y yo que pensaba que eran fuertes. Quizás fue ella la primera en conquistarme, aunque en el camino fui a la vez engatusado por la candidez de su madre, por la lozanía de su piel canela, y por la ternura que hoy emana con tanta facilidad, la misma que emanaba cuando la conocí hace 8 años, y que en algún momento pensé que había perdido.

Ya van a ser tres meses de una relación simplemente bella, con ribetes intensos, con ornamentas del más transparente cristal, sin mentiras, claro, nos conocemos tan bien que cualquier intento sería inútil. Quizás no nos hace falta intentarlo, porque simplemente lo tenemos todo. Decir que esto durará para siempre sería desafiar al mismito Dios, sólo puedo expresar mi deseo y mi deseo es que dure, que dure este momento hasta que estemos preparados para otro no tan hermoso, y que si no estamos preparados las cosas acaben tan bien que podamos revivir esos momentos bellos a la luz de un cigarrillo y a la humedad de un buen Cavernet Sauvignon. No se imaginan las cosas que estoy aprendiendo, y no hablo sólo de cambiar pañales (cosa que, dicho sea de paso, aún no he aprendido je), hablo de, lo que diría el gran Blades: pura vida, señores, pura vida.

Como ven, salvo algunas cosas inconexas no la estoy pasando tan mal; es un buen momento de mi vida, quizás el mejor que he vivido en mucho tiempo. Agradezco, de todo corazón, a las personas que están implicadas en esto. A mis viejos, a mis amigos, a mis compañeros de trabajo, a Carol, a Lu… gracias por confiar en mí, aunque a veces no dé lugar a la confianza, aunque a veces me olvide de pagar una arruga, o de hacer algún mandato. Tengan por seguro de que nunca me olvido de dar un abrazo, o un beso, y creo que eso me da cierto crédito, y me agarro un poquito de las morales bancarias, y les pido que me aplacen un poquito más ese crédito de quererlos, y para ya no ponernos tan sentimentales, les dedico este post, y punto… tango acabado, hora de dormir, hora de vivir.

Un fuerte abrazo.

4 comentarios:

  1. oye... la proxima vez a estes por chucuito pasa la voz ps! =P

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  2. Se extrañaba tus palabras, más no tu cacharro jajaja. Sigue adelante tio. Hablaos!

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  3. Ese mi gordito, saludos desde el inframundo.

    P.D.: Espero con ansias la chupeta por tu ingreso a la u!. :P

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  4. Benchito...ya casi vamos a media año y solo 5 post?? mmmm Vamos doc..siempre hay tiempo para hacer lo que nos gusta...no todo es Cocolucho en esta vida jajaja. Nos vemos el Domingo.

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