Tras un año de mi regreso a la PEA
En mi centro de labores hay una clara desproporción entre la cantidad de hombres y mujeres. Esta desproporción se nota en cada una de sus oficinas. Para muchos machos esto podría significar un paraíso en cuanto a posibilidades de ligue. Y confieso que, al menos en un principio, me adherí a este pensamiento (machista, lo acepto). Me perdonarán, pero nunca lo había experimentado anteriormente. Estar en una oficina con siete mujeres (algunas de ellas jóvenes, solteras y guapas) y ser sólo dos varones era algo nuevo para mí. Más aún cuando ese varón estaba de novio y yo era el único soltero. Esto en enero del año pasado. Me preparaba entonces para elegir a quién "atacar" y tratar de sorprender cada vez que se me presente la mínima oportunidad. No necesitaba muchos argumentos. Era el único hombre disponible en la oficina, les guste o no, sólo necesitaba quedar un poco de interesante y para ello decir que escribo sirve de mucho. Cuando un escritor revela que es escritor, las chicas (si no frecuentan a otros escritores, claro) suelen hacerse ideas diversas y, sobre todo, dispersas sobre el asunto. Fue en un almuerzo, recuerdo, uno de mis primeros almuerzos en la empresa. Me preguntaron en cuestión de segundos desde "¿qué tipo de cosas escribes?" (pregunta muy clásica y que hasta ahora me cuesta responder) hasta "¿es cierto que los escritores tienen que drogarse para escribir?; ¿eres fumón?", no, carajo, no soy fumón. No necesito de drogas para inspirarme aunque admito que algunas veces, estando ebrio, me he sentido cómodo frente al Word, lo que no necesariamente implica que haya escrito cosas que me satisfagan en ese estado. El caso es que al menos desperté interés en algunas féminas y el proceso seguiría su curso.
Ya había apuntado a mi víctima y estaba dispuesto a seguir sorprendiéndola hasta que muerda el anzuelo. Cuando esto finalmente sucedió, ya no hubo más que hacer. La vida te da esos giros inesperados que superan a cualquier 'telellorona' del mediodía. La chica se fue a un mejor lugar y yo me quedé sólo con algunos efímeros (aunque gratos) recuerdos que no precisamente revelan un verdadero éxito. Mientras el tiempo seguía pasando y veía, día a día, las mismas caras de aquellas señoritas que pretendía cortejar a inicios de año, perdí el interés y ellas, en realidad, nunca lo tuvieron; lo que sí ganamos todos fue confianza. Harta confianza. Así nacen estos compañerismos que parecen amistades, mas nunca hemos de confundir los conceptos. Hasta ahora no he podido hacer un solo amigo (hombre) en el trabajo. En cuanto a amigas, sabrán que tengo mis dudas sobre la validez de la amistad entre un hombre y una mujer. Aquí mismo he tratado de sustentarlo varias veces (en borrador) y presentarles una hipótesis convincente al respecto, pero me perdí. Todo lo que sé es que no tengo amigas, dícese de aquellas mujeres que deberían acompañarte siempre (aunque sea por Whatsapp) y ser el apoyo que necesitas tanto en momentos felices como en los no felices, y a las que puedes contarles absolutamente todo lo que te suceda. Aunque esta definición de 'amigo' suene trillada, uno termina descubriendo con la edad que son justamente los amigos quienes van quedando tras los huracanes propios de la historia de cada uno. Y eso, en una mujer, me resulta más que difícil de creer. Es evidente que hablo desde una óptica muy personal. Digo esto para que nadie me comente (si acaso alguien me comenta) que su mejor amiga es una chica, aunque suene redundante, y que nunca sintió ninguna atracción hacia ella ni viceversa ni nada por el estilo. Bueno, no seguiré ahondando en esto porque pretendía hablar de otra cosa.
Esas chicas que antes quería tirarme en algún hotel de la ciudad, ahora son las que hacen de mis almuerzos una experiencia jocosa e interesante. Durante el año pasado, una chica lejana me enamoró por completo. Gracias a esto, reconocer el amor, podría ser, aunque más lo relaciono con navegar en otras formas, vi con más claridad la diferencia entre una persona que te interesa realmente y otra con la que compartes una oficina; sin desmerecer. Simplemente se trata de helados con sabores diferentes (recuerdo que esa analogía la utilizó alguna vez una exnovia tratando de explicar por qué prefería a su ex antes que a mí). Nuevamente el error de buscar sobre esperar. Ni buscar ni esperar son estrategias recomendables si no vienen acompañadas de una buena dosis de autoanálisis y análisis del entorno. Es divertido recordar lo que uno es capaz de pensar con tal de conseguir autoaprobación. Razonando con cierta frialdad se acaba la fantasía y vuelve la ecuanimidad. Comprendes que hay personas que quieres amar, otras que puedes amar, otras que debes amar y otras que te amarán así no lo imagines o desees. Que esto del amor es impredecible si dejamos de mezclarlo con el ego (menuda tarea). En el caso de los hombres, el ego del conquistador, y en el caso de las mujeres, el ego de la presa que elige al cazador. El tener el control absoluto de su parrilla de sirvientes pretendientes. Y de esto se trató la charla de hoy. De la diferencia entre las formas de amar del hombre y la mujer. Una teoría que aprendí en la calle pues no soy mucho de libros de autorrealización ni cosas así (aunque confieso que mi padre sí es aficionado a estas lecturas y a menudo me habló mucho de diversas teorías extraídas de ahí, algunas de ellas - muy pocas a decir verdad - nada desechables):
El hombre desea obtener lo que busca, ¿qué busca?, una mujer. Si se inclina por sólo lo sexual o si va por otros aspectos, es cosa de cada uno. Lo cierto es que disfrutamos del éxito de la conquista y esto para nosotros es casi el final de la historia. Las mujeres, en cambio, ven la conquista como el mero comienzo. Si bien es cierto que actúan con cierta frialdad al momento de barajar sus posibilidades con cada pretendiente, una vez que eligen uno se entregan monstruosamente y a menudo no reciben la misma intensidad en su amar. De ahí que generalmente sean ellas las primeras en decepcionarse de nosotros y no al revés. Los hombres, en cambio, nos decepcionamos de las exigencias. Lo interpretamos como que alguien desea cambiar nuestra esencia, nos victimizamos y echamos la culpa de todo a la mujer. Hacemos la fácil. Luego olvidamos rápido porque nuestro nivel de entrega no fue tan intenso. La mujer tendrá ahora que pagar el precio de auge inicial.
No es una teoría muy alentadora, pero es de lo que hablaba hoy con mis compañeras. Ambas me dieron la razón, si acaso no piensan que estoy loco, me dijeron que les pareció una idea coherente. Me gustaría escuchar nuevas teorías pero por ahora le doy todo el beneficio de la duda a mi (sobrevalorada) experiencia. Ya voy a cumplir treinta y un años, déjenme sentirme un viejo sabio. Cierto. En este mes cumpliré un año más de vida y el primer año en mi centro de labores. Me he reinsertado en la sociedad, he pasado de ser un vago sin futuro a recibir algunas nuevas luces que me dejan ver proyectos que al menos me mantendrán ocupado. He leído mucho el año pasado (aunque no tanto como en mis picos de lector, hace una década). Amo y me aman (soy feliz). 2013 fue un gran año para mí. Y yo, terco, sigo hablando de amor. O al menos intentando entenderlo a la hora del almuerzo.
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