miércoles, 25 de abril de 2012

Escudos humanos


El drama de la señora Martha

La señora Martha es mi vecina desde que me mudé a este barrio. Vive en una enorme casa, aunque no siempre fue enorme. Con decir que antes, desde la ventana de mi casa, aledaña a la suya, podía ver nubes, y ahora sólo veo concreto bien formado donde vive gente. Su casa fue creciendo con el pasar de los años, señal de éxito, dirían algunos. 

La señora Martha tuvo, hasta hace 23 días, una familia conformada por ella, su esposo y tres hijos. La mayor, de 28 años, la intermedia de 20 y el menor de 13. La mayor, Evelyn, ya profesional y casada con un buen muchacho. La intermedia, Katherine, aún no casada pero ya madre de un bebé de apenas 4 meses. El último, Joel, estudiante aún, aún no (tan) problemático. El esposo, el señor Francisco, un hombre de pocas palabras. Cada vez que me lo encontraba en la calle apenas y nos saludábamos, pero siempre con la cordialidad del que no se interesa por la vida del otro. La señora, en cambio, era más frecuente en mi vida. Me la encontraba en las bodegas, panaderías, peluquerías, mercado, paraderos, etc. Y a menudo conversábamos de una que otra cosa, solía preguntarme por mi madre, y en torno a eso giraba nuestra escueta conversación.

La señora Martha tenía, como muchos de nosotros, una familia disfuncional y conflictiva. Con el agregado de que se sentía siempre protegida por su esposo, con quien, dicho sea de paso, también tenía problemas regularmente. El esposo llegaba de trabajar por las noches y se encontraba con el bolondrón. Podía ser madre vs hijas, a veces era hija vs madre y otra hija, o su alternancia (el menor participaba muy poco de estos pugilatos, refugiándose en su PC). Una vez que el señor Francisco pisaba el aparquetado suelo de su sala, llegaban imantadas las tres mujeres que vivían bajo su mismo techo, explicándole todas a la vez lo que había sucedido, por supuesto, en idiomas totalmente confusos y distintos. Lo que el señor Francisco solía hacer, era unirse a la señora Martha, generalmente para equiparar bandos. Otras veces lo hacía porque quizás le parecía más sencillo apoyar a quien más conocía. Quién sabe, las viejas tretas tenían un mejor sabor que las nuevas. 

El hecho de que el señor Francisco saliera, casi siempre, a favor de la señora Martha, generó en sus hijas tal distanciamiento, que a pesar de los malentendidos existentes entre ellas dos, decidieron, silenciosamente, unirse contra sus padres. Aunque, si hubieran tenido que perdonar a uno de los dos, consideraban a su padre más víctima que victimario, víctima, sí, de la manipulación de la buena señora Martha. La señora que me encontraba en todos lados.

El señor Francisco murió, hace justo 23 días. La sorpresa en el barrio fue general. Era un señor relativamente joven, de aproximadamente unos 50 años. Aparentemente, gozaba de buena salud, pero un paro cardíaco lo alejó de su casa, de su familia y de sus problemas. El señor Francisco dejó como herencia una casa enorme, producto de años de trabajo, y que ahora servía para rentar pequeños departamentos. Sí, esa misma casa que ahora no me deja ver el cielo. 

Además dejó a un menor bastante dolido. No hablaré del dolor que siente la señora Martha, porque en realidad nunca llegaría a describirlo tal y como es, lo mismo con las otras dos hijas. Y eso de "describirlo" también incluye el hecho de creerlo. Sólo sé que ahora la señora está en un grave problema. Las hijas acentuaron su unión y se aprovecharon de algo que la señora Martha no calculó. El señor Francisco dejó la enorme casa tapacielos a nombre de sus dos hijas. 

No son exageradas sus sospechas. Actualmente, la señora Martha está buscando un lugar a donde irse. Esto definitivamente llama a la reflexión. Les dejo unas cuantas preguntas:

¿Es adecuado tener un escudo humano en la familia?, ¿qué tan importante es tener siempre a alguien que te apoye en momentos de disputas familiares?, ¿hizo bien el señor Francisco al casi siempre apoyar a su esposa?, ¿hacen bien las hijas al botar a su propia madre?, ¿qué opinaría, al respecto de todo esto, el pequeño hermano?

Finalmente, ¿es justo el triste final de esta familia?, hoy fue la señora Martha, mañana podría ser otra vecina, pasado podrían ser sus madres o quizás la mía. En todo caso, creo que eso de los escudos familiares está casi establecido como un patrón de defensa personal, dentro de una gran parte de los hogares en el mundo. O al menos eso dicen las estadísticas.

Quizás el único que actuó de manera coherente, dentro de su inocencia, fue el pequeño Joel. Quién sabe.

miércoles, 4 de abril de 2012

Donde te sientas más cómodo

Travesía en un Call Center

Se trabaja 8 horas, más una en la que comes, pensando en qué cliente te tocará cuando regreses del refrigerio. Mi trabajo actual queda muy lejos de casa, en el Centro de Lima, para ser exactos. Llegaría tarde a diario si no fuera por ese magnífico y único acierto de Castañeda, al que bautizó como Metropolitano. Gracias a ese enorme bus, que algunos herejes calificaron como "lento" en sus inicios, puedo darme el lujo de salir de casa a las 11:15 am y llegar al Call Center a las 11:55 am. Justo 5 minutos antes de que empiece mi jornada laboral. Sí pues, trabajo ahora en un Call Center, aquel empleo que tanto temí durante años (porque no sé ni sabré vender), ahora es lo que alimenta mis ansias de tener un ingreso decente que cobrar cada fin de mes, y ayudar a mi familia a salir de un crisis económica muy agobiante.

No puedo asegurar que todos los Call Center son iguales, puesto que es la primera vez que piso uno, pero para describir mi actual centro de labores, trataré de ser muy enfático en algo que llamó mucho mi atención: el ambiente de trabajo. Un ambiente interesante, estresante, y a la vez jovial y extrañamente adictivo.

Si bien es cierto, considero que los Call Center son una (nueva, al menos para mí) forma de estoicismo laboral, existe, ahí, en ese local del Centro, un ambiente imperturbablemente cariñoso. Todos parecen quererse mucho. Los agentes se abrazan con sus compañeros, se bromean, se ríen y se burlan de algunos clientes, acentuando más esa camaradería que hacía mucho tiempo no veía en un trabajo. Los coordinadores (que son el siguiente escalón de los agentes) son en realidad un apoyo absoluto para aquel agente que no recuerda cómo realizar una transacción. Dichos coordinadores tienen responsabilidades con sus agentes, pero parecen estar más cerca de los agentes que de los supervisores. Justamente el tercer escalón del agente, es el supervisor. En mi caso particular, me tocó un supervisor algo antipático, pero a juzgar por otras áreas del mismo Call Center, los supervisores tienen las mismas cálidas características mencionadas anteriormente. 

Otro detalle a tomar en cuenta: la homosexualidad. Mi actual centro de labores reúne a una gran cantidad de gays. Las razones no me las explico aún, pero no sólo sucede con los agentes, sino también con coordinadores y hasta supervisores (seguramente muchos se animarán a trabajar por ahí después de lo que acabo de mencionar). La bohemia también está presente en el Call. Debido a que los parámetros de calidad no exigen mayores cuidados de las apariencias personales de cada uno (lo cual adoro, puesto que me dejaré la barba hasta los huevos), ya que la atención es netamente telefónica (lero lero, bancos) y sólo basta con que sepas "hablar bien" y tener harta paciencia. Ah, también conocer el sistema, obvio, yo aún no lo conozco, aunque seguramente quien vea el STC recordará a la famosa BT del Scotiabank. Lo mismo sucede con las religiones, ideologías políticas, etc. Todos entremezclados en una amalgama completamente dinámica, en la cual uno puede hasta terminar mareándose. Por cierto, estar cerca del Centro, y sus noches, también es influyente. Ya saben a lo que me refiero.

Sobre el apoyo de los agentes antiguos hacia los nuevos, pues aquí sí hay una regla algo especial: un nuevo aprende más con otro nuevo que con un antiguo (salvo algunas excepciones). El antiguo domina su sistema mientras lo ves con cara de tarado, se luce para que digas "¡asu!", y hace todo rápido para que le digas "espero algún día tener tu velocidad"; mientras que el nuevo, que sabe poco, pregunta todo a su coordinador o a otro agente más antiguo. Entonces sólo es cuestión de parar la oreja y aprender.

Voy terminando este post (cuasi informativo), diciendo que me mantengo en la idea que siempre tuve de este tipo de trabajos: El Call Center posee un ambiente alegre, pero endulzado en fracaso post 30, incertidumbre intermedia e inquietud juvenil. Los chibolos están contentos porque, en la mayoría de los casos, es su primera chamba formal. Los de mi edad llegamos pensando si realmente debimos caer ahí, sabiendo que podríamos "aspirar a algo mejor", mientras que los que ya pasaron los 30 la tienen un poco más clara, y ven en el Call su último Metropolitano (Línea "A", por si aca) hacia la estabilidad laboral (éxito, dirían algunos).

¿Cuánto duraré ahí?, pues no lo sé, ojalá que bastante, ojalá que poco. Lo primordial es cumplir el objetivo de apoyar a mi viejo, si eso me demora un mes, entonces en un mes me quitaré, si eso me demora un año, entonces en un año soy fuga. Pero, ¿qué tal si esto del Call Center me termina volviendo adicto?

Sería, quizás, mi primera adicción realmente productiva. ¿Me desean éxitos?, mejor deséenme suerte.