lunes, 3 de octubre de 2011

De vuelta al origen

Todos volvemos

Durante mi época de colegial, pasé una vida con tránsito "normal". Hice amigos, algunos enemigos, buenas y malas campañas como estudiante. Me enamoré, sí, varias veces, pocas fueron en las que pude salir triunfante, la timidez que me caracterizó desde los 8 hasta los 16 años siempre fue un impedimento. Sin embargo, no puedo decir que la pasé mal, aunque confesar que no he tenido un viaje de promoción quizás sea el resumen que dibuje mejor aquellos años.

En 1999, cuando mi secundaria llegaba a su final, mi padre tuvo la (gran) idea de preparame mejor para la vida universitaria que me esperaba. Entonces llegué a la academia pre-universitaria. Todo cambió.

Para empezar, ya no me era tan fácil destacar. El nivel era distinto. Había gente proveniente de colegios "pitucos", con una mejor base educativa, en teoría, pero que chocaban contra la cruda realidad: la diferencia casi abismal del nivel escolar versus el nivel universitario. Casi nada de lo que había aprendido en los once años escolares me servía para, tan siquiera, responder una pregunta en un examen tipo ingreso. Entonces supe que era un nuevo comienzo, empezar desde cero.

Pero eso no fue sólo en el plano académico, lo fue también en el plano social. Conocer gente de diferentes atmósferas me dio el pequeño soplido cosmopolita que necesitaba para alzar vuelo, sobre todo en mis pasiones. Por fin había gente de mi edad a la que le interesaba lo que escribía, por ejemplo - "A ver qué tienes" - soltaba mi repertorio, en ese entonces mayoritariamente poético. Mis poemas se fueron haciendo famosos, hasta incluso llegar al conocimiento de tutores y profesores, aunque, claro, no eran la gran cosa, me sentía bien con el solo hecho de saber que alguien los leía. Alguien comenzaba a interesarse realmente en mí.

Con eso llegaron muchas amistades, vale decirlo, algunas muy efímeras, como la misma vida pre-universitaria lo exigía. Un día conoces a alguien, te encariñas, y de pronto supiste que ingresó a la Católica en Primera Opción, o que simplemente se cambió a la ADUNI, Pitágoras, Pre-San Marcos, Vallejo o Trilce.

Llegaron también muchas chicas y amores locos, bajo ese mismo contexto de "no saber qué pasará de acá a dos semanas". El parque de la Reserva, sin los cercos ni las piletas que ahora tan bien lo adornan, era testigo de mil y un batallas por preservar esos amores o por intentar conseguirlos.

De una u otra forma, algo es seguro, en Pamer, la academia donde me preparé para ingresar a la Universidad, empecé a vivir.

Muchas historias me vienen a la mente, de manera irremediable e insostenible, cuando me hablan o me enteró algo de Pamer. De un 100% de esas historias, un nada despreciable 99.9% cuentan relatos agradables y experimentalmente ilustrativos, el 0.01% lo dejo reservado para la vez que no pude ingresar, o las veces en las cuales vi que mi nivel no aumentaba como quería. Como ven, no cuento en ese pequeño porcentaje de negativismo a mis "malas" experiencias amorosas, ni a los amigos que perdí de una u otra forma, porque todo eso terminó enseñándome cosas que no se aprenden en un aula.

Ya han pasado once largos años desde que me enrolé en Pamer, y otros nueve desde que lo dejé para ingresar a otra gran aventura: la Universidad de San Marcos. Durante esos años nunca dejé de dar buenas referencias, no sólo del nivel eduactivo, sino también de la calidez de la gente que trabaja en dicha academia, la cual, ahora, es también colegio. Cada noticia o artículo que leí sobre Pamer me significaron suspiros e hinfladas de pecho, por saber que fui parte de sus pininos y que, con errores y aciertos, se fue ganando el corazón de la gente, al punto de ser, en estos días, uno de los centros educativos más prestigiosos del país. Dicho sea de paso, y a manera de anécdota, el tutor que se encargó de mi salón en 1999, y que entonces recién comenzaba junto con nosotros, es ahora uno de los directores. Algo que me hace sentir sumamente orgulloso.

El día domingo, leyendo el periódico, vi una convocatoria de Pamer para tutoría. No lo pensé dos veces y fui el mismo lunes. Quizás haya sido mi intento de conseguir trabajo con más dosis de fe en los últimos tiempos. De algún modo sabía que, si se mantenía la tónica de años anteriores, Pamer me aceptaría como colaborador sin demasiadas trabas. Y así fue.

No hurgaron tanto como otras empresas suelen hacer conmigo, es más, fui a la primera entrevista con ropa informal y mi barba de dos semanas (pensaba que la convocatoria sólo era para dejar currículum y no para la entrevista directamente), y aún así, con esa pinta de gandul, me escucharon y tomaron las respectivas pruebas psicológicas. Ya el miércoles, ahora sí con mi ropa bien planchada y mi barba ausente, me confirmaron la noticia: había regresado a Pamer.

Quizás no sea exactamente lo mismo que les tocó hacer a mis tutores de antaño, puesto que la labor de los tutores en el colegio es mucho más sacrificada y formativa, pero todo lo que he aprendido de ellos trataré de aplicarlo, e incluso mejorarlo, en mi grupo de alumnos. En estos primeros días estoy aprendiendo tantas cosas que contarlas aquí sería un desbarajuste mental. Sólo puedo decir que estoy muy contento, la verdad, muy pero muy contento.

La vida parece sonreírme después de mucho tiempo. Quizás le sonría yo también.

Paces contigo, mundo cruel.

1 comentario:

  1. El sistema socioeconómico en el que estamos atrapados tiene como resultado que un porcentaje muy alto de personas de todos los niveles educativos solo tengan como objetivo principal, ganar dinero, o bien para lograr cierta riqueza material o bien para sobrevivir. Lo cierto es que son muy pocas las que encuentran algo que les guste y trabajen contentos, teniendo una perspectiva más integral en el resultado de sus esfuerzos. Por eso creo que es muy importante para tí mi querido Bencho que aproveches la coyuntura en la que te encuentras porque estoy seguro que lo mejor está por venir.
    Exitos.

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