“¿Éste, ese o aquel?”
Las mujeres tienen en su poder el bienestar o malestar de la mayoría de machos cabríos que andamos por sus dominios. Saben manipular, usan artimañas con maestría, saben elevarnos a las estrellas, pero también saben hacer que conozcamos a Satanás en paños menores y sin cita previa. Tienen en sus manos nuestro pasado, presente y futuro, y administran con destructiva inteligencia todos nuestros movimientos. Por más que creas saber que ella no sabe lo que haces, te equivocas, en algún momento te darás con la sorpresa más ingrata de tu existencia; y te convencerás de que nuestra supuesta astucia es sólo un elemento más a la inmensa lista de cosas que la hacen saberse superior.
Sin embargo, a diferencia de los varones y nuestras pocas exigencias, las mujeres tienen la tarea más jodida y tediosa que se da a inicios de una relación sentimental: la tarea de elegir. Es ahí donde suelen equivocarse, es ahí donde suelen meter la pata y arrepentirse por el resto de sus vidas. Es ahí donde los hombres, con nuestras pocas neuronas para el amor, nos salvamos de una muerte casi segura. Y es ahí donde, definitivamente, está la causa de que muchas relaciones se derritan como mantequilla en una playa de Máncora, sin siquiera haberse formado del todo bien.
Al principio creen dominar toda la situación, tienen dos, tres, cuatro, hasta “n” posibilidades latentes; todos suplicando una oportunidad, todos en planes afanosos, en ridículos papeles; todos haciendo poemas, maromas, chistes, o hasta cosas violentas con tal de llamar severamente su atención. Todos somos plebeyos ante una reina, y ella nos tiene a todos en su poder. Hasta que de pronto llama a su puerta el “bicho de la elección”. Reciben llamadas telefónicas de otras reinas, de otros reinos – “oye, ¿ya escogiste?” – “No, amiga, aún no, en realidad está difícil” – “sí, pero a mí me parece que te va mejor Manuel, sus ojitos claros quedan con el color de tu cabello” – “Sí, ¿no?, puede ser, aunque Paolo me escribe poemas bonitos, lo malo es que es un poco cholito” – “claro, amiga, ¡¿cómo vas a estar con esa llama?! Y ¿Claudio?” – “ay amiga, es súper lindo, pero muy morocho, ¿no crees?” – ay, amix, ¿no sabes las cosas que dicen de los negritos?, JA, JA, JA” – “JA, JA, JA, amiguis te pasas” – “¡Ya sé!, y ¿el chico de Aura?” – “¿Quién?, ¿Rodrigo?, ¿no te has dado cuenta del salvavidas que tiene en el torso?” – “¡NO!, ¿es guatón?” – “Claro, amiga, sino que su polo negro lo disimulaba, pero tiene una guataza, nada que ver, los gordos no van conmigo” – “Pucha amiga, ¿cómo no nos toca un Ben Affleck o un Brad Pitt?” – “¡Hello!, estamos en Perú, amiguita, deja de soñar” – “¿Verdad, no?, a falta de… habrá que ir a unos de esos sex shops” – “JA, JA, JA, JA” – “JI, JI, JI”. (Conversación casi exactamente extraída de un par de amigas muy conocidas por algunos asiduos lectores de este blog, si quieren que mencione sus nombres el costo es de un par de vinos bien secos y un rico sándwich de pechuga)
Las reinas están en la plenitud de su belleza, tienen todo el poder que sus galanes les otorgaron y no dudan en esparcir sus feromonas por cualquier lugar de la ciudad con tal de aumentar su, de por sí, larga lista de posibles parejas sentimentales. Mientras tanto, en otro rincón de Lima; Claudio, Manuel y Paolo, sostienen una no menos interesante conversación sentados en la banca de un parque, tomándose las últimas gotas del trago corto que, con una impetuosa chanchita, compraron y mezclaron en la tienda de Don Lucho: “Oe tío, te juro que esa huevona me mueve el piso, hace tiempazo que le tengo unas ganas… no sabes” – “tranquilo Paolito, tú sabes que en la perseverancia está el éxito, a la franca yo también me la quiero chifar, pero tú eres mi brother, nunca te haría esa huevada; el día que te la chifes te invito unas chelas” – “¿Qué hablan, bestias?, ¿chifar?, parecen chibolos oe, ya tenemos más de 20, no estamos para huevaditas, yo sí toy templado, te juro que me la llevaría al altar” – “JA, JA, JA, ese Manolo, con razón no tienes jerma desde hace una década creo, si nosotros tenemos que dejarnos de huevadas tú deja de correrte la paja y consíguete una hembrita, ¿sí o no, Paolín?” – "JA, JA, JA, qué cagón eres, zambo; puta no sé, firme, firme, yo también estoy templado ah, porque si fuera sólo pa un choque y fuga no estaría tanto tiempo afanando” – “Puta que ahí sí te jodes ah, te quedas como Manolo todo pajero, yo sí vivo mi vida tío, toy muy chibolo para pensar en formalidades, además al muñeco le gusta probar de todo JAJA” – “Negro huevón, aquí desencajas, ¿ves?” – “Ah, ¿yo desencajo?, a ver dime pes, de quién estás templao’?” – “¿oe qué hablas mierda?, si él ya sabe” – “Paolín, ¿sabes a quién le quiere caer Manolo?” – “¿A quién, ah?” – “Zambo conche..” – “a la Susan pes, ¿a quién más?” – “JAJAJA, Negro no te juegues así” – “Manolo habla pe’ varón” – “Es cierto, tío, pero sin resentimientos pes, además pensé que sabías” – “¿A Susan?, puta gringo, ¿por qué a ella?, si yo toy templadazo hace tiempo” – “yo también me templé pes tío, ¿qué voy a hacer?” – “uy, no me dejo, ¿ya ven?, eso les pasa por imbéciles, mejor no templarse y vivir tranquilo” – “Oe negro, se te cayó un papel” – “Chucha, oe pendejo, dame eso” – “¡Mierda, es una carta de amor!… ¿¿¿Para Susan???, ZAMBO RECONCH…”. Más allá de lo que uno podría pensar, la noche terminó con los tres amigos abrazados y riéndose de todo. Los tres reconocieron estar enamorados de la misma chica, y prometieron respetar al “vencedor” siempre y cuando sea una pelea limpia. Aguanta, ¿pelea limpia?, ¿existen realmente las “peleas limpias” en el amor?
Tiempo después, las armas de los muchachos se terminaron, había llegado el momento de decidir. La reina decretaría, finalmente, a quién entregarle sus emociones, tiempo y sensaciones, a quién regalarle noches de placer, risas y demás entretenimientos. Porque eso sí, como lo dije en algún post perdido, cuando las mujeres eligen, se entregan por completo y no hay quién las pare, sino la misma decepción, y eso es lo que usualmente sucede.
El “chico de Aura”, Rodrigo, había estado en la misma competencia. Era un pendejo total, frío, acomedido y oportunista. Audaz en casi todos los sentidos de esa extensa palabra. Juntaba en su palmarés todas las habilidades de sus competidores, escribía poemas, cantaba bonito, bailaba con soltura, y además contaba con una habilidad extra, la de tener dinero. Las mujeres no aman tanto el dinero, sino lo que se puede adquirir con él, aquella que lo niegue que tire la primera piedra (suave, casi me cae en el ojo). Y, al momento de evaluar punto por punto los ofrecimientos de sus galanes, Susan decidió embarcarse en un viaje sin retorno aparente con su adinerado pretendiente. Cuando su amiga y vecina de reino le preguntó sobre su elección, ella respondió con total naturalidad: “es súper detallista, lindo, atento, caballero, es el que más me llenó las expectativas, por eso lo elegí”. En resumen, prefirió al detallista y al atento, antes que a los más sinceros, aquellos cuyas intenciones eran más notorias. En pocas palabras, prefirió al que lo supo disimular mejor.
Inminentemente Rodrigo y Susan iniciaron una relación sentimental que con el tiempo acarreó de todo un poco; mientras que los “perdedores” siguieron tomando en parques, y riéndose de todo, incluso de sus lamentos por la derrota. Meses después, Susan dejó de hablarles; ya no salía con ellos. Siempre tenía excusas que la alejaban de la mancha, aunque todas esas excusas cambiaban constantemente de nombre, era evidente que Rodrigo era la verdadera causa. Fue absorbida por él, poseída, usufructuada, expropiada de su propia vida y amigos. En poco tiempo Susan se dejó ver, estaba alicaída, cabizbaja, triste y poco arreglada. Nada que ver con la Susan que irradiaba alegría, sensualidad y soltaba suspiros con tan sólo una simple mirada. Era otra persona; había sido alterada totalmente. La razón era que Rodrigo se había convertido en una verdadera pesadilla, era un enfermo total, asfixiante, insultante, arrogante y humillante. Sin embargo, cuando Susan parecía estar decidida a darle el “touché” final, aparecían los recuerdos y con ellos los detalles; aquellos detalles que tanto encandilaron el corazón de la que otrora fuera la reina de la mancha; y llegaban las oportunidades, y llegaban las decepciones. Finalmente, luego de algunos años, seguimos viendo a Susan en la misma situación, con la diferencia de que ahora cree que engañando a Rodrigo compensa el malestar producido, algo así como “me cagas pero te hago cachudo”, ignorando quizás que los cachos no son sólo dos, sino cuatro.
El momento de la elección es complicado, sí, pero se puede salir bien parado del asunto. Los hombres seguiremos supeditados por mucho tiempo más, hasta que otro bombazo social nos haga nuevamente ser más justos, y equiparen la balanza de la seducción, por mientras, seguiremos atrás y ellas adelante; pero las damas no deben olvidar nunca que es mejor la sinceridad que los detalles; los detalles, en la mayoría de las veces, tienden a ocultar algo; están hechos para eso, para disimular, digamos que es algo así como el maquillaje que ellas usan y nosotros no (bueno, salvo excepciones). En el mundo de las mascaradas lo importante es saber mirar a los ojos, les aseguro que los detalles más bellos son los que se forman a partir de la verdad. Aunque dicho esto, de seguro no cambiarán las cosas, espero haber contribuido al resurgimiento masculino, ese que tanto ansiamos, y que de seguro fecundará cada vez más parejas felices; mientras tanto, sigamos siendo siempre naturales, el maquillaje al tacho.
Ah, olvidaba decir que la otra reina es ahora muy feliz con un tipo algo descuidado, que no se afeita ni oculta su barriga; que se tira gases antes de morirse de la risa, pero que, por alguna razón en especial, mantiene en las nubes a su adorada novia (si quieren que les diga de quién se trata el costo es de 3 vinos bien secos, música de Páez, y una rica Pizza de 10 soles).
Un abrazo.
Las mujeres tienen en su poder el bienestar o malestar de la mayoría de machos cabríos que andamos por sus dominios. Saben manipular, usan artimañas con maestría, saben elevarnos a las estrellas, pero también saben hacer que conozcamos a Satanás en paños menores y sin cita previa. Tienen en sus manos nuestro pasado, presente y futuro, y administran con destructiva inteligencia todos nuestros movimientos. Por más que creas saber que ella no sabe lo que haces, te equivocas, en algún momento te darás con la sorpresa más ingrata de tu existencia; y te convencerás de que nuestra supuesta astucia es sólo un elemento más a la inmensa lista de cosas que la hacen saberse superior.
Sin embargo, a diferencia de los varones y nuestras pocas exigencias, las mujeres tienen la tarea más jodida y tediosa que se da a inicios de una relación sentimental: la tarea de elegir. Es ahí donde suelen equivocarse, es ahí donde suelen meter la pata y arrepentirse por el resto de sus vidas. Es ahí donde los hombres, con nuestras pocas neuronas para el amor, nos salvamos de una muerte casi segura. Y es ahí donde, definitivamente, está la causa de que muchas relaciones se derritan como mantequilla en una playa de Máncora, sin siquiera haberse formado del todo bien.
Al principio creen dominar toda la situación, tienen dos, tres, cuatro, hasta “n” posibilidades latentes; todos suplicando una oportunidad, todos en planes afanosos, en ridículos papeles; todos haciendo poemas, maromas, chistes, o hasta cosas violentas con tal de llamar severamente su atención. Todos somos plebeyos ante una reina, y ella nos tiene a todos en su poder. Hasta que de pronto llama a su puerta el “bicho de la elección”. Reciben llamadas telefónicas de otras reinas, de otros reinos – “oye, ¿ya escogiste?” – “No, amiga, aún no, en realidad está difícil” – “sí, pero a mí me parece que te va mejor Manuel, sus ojitos claros quedan con el color de tu cabello” – “Sí, ¿no?, puede ser, aunque Paolo me escribe poemas bonitos, lo malo es que es un poco cholito” – “claro, amiga, ¡¿cómo vas a estar con esa llama?! Y ¿Claudio?” – “ay amiga, es súper lindo, pero muy morocho, ¿no crees?” – ay, amix, ¿no sabes las cosas que dicen de los negritos?, JA, JA, JA” – “JA, JA, JA, amiguis te pasas” – “¡Ya sé!, y ¿el chico de Aura?” – “¿Quién?, ¿Rodrigo?, ¿no te has dado cuenta del salvavidas que tiene en el torso?” – “¡NO!, ¿es guatón?” – “Claro, amiga, sino que su polo negro lo disimulaba, pero tiene una guataza, nada que ver, los gordos no van conmigo” – “Pucha amiga, ¿cómo no nos toca un Ben Affleck o un Brad Pitt?” – “¡Hello!, estamos en Perú, amiguita, deja de soñar” – “¿Verdad, no?, a falta de… habrá que ir a unos de esos sex shops” – “JA, JA, JA, JA” – “JI, JI, JI”. (Conversación casi exactamente extraída de un par de amigas muy conocidas por algunos asiduos lectores de este blog, si quieren que mencione sus nombres el costo es de un par de vinos bien secos y un rico sándwich de pechuga)
Las reinas están en la plenitud de su belleza, tienen todo el poder que sus galanes les otorgaron y no dudan en esparcir sus feromonas por cualquier lugar de la ciudad con tal de aumentar su, de por sí, larga lista de posibles parejas sentimentales. Mientras tanto, en otro rincón de Lima; Claudio, Manuel y Paolo, sostienen una no menos interesante conversación sentados en la banca de un parque, tomándose las últimas gotas del trago corto que, con una impetuosa chanchita, compraron y mezclaron en la tienda de Don Lucho: “Oe tío, te juro que esa huevona me mueve el piso, hace tiempazo que le tengo unas ganas… no sabes” – “tranquilo Paolito, tú sabes que en la perseverancia está el éxito, a la franca yo también me la quiero chifar, pero tú eres mi brother, nunca te haría esa huevada; el día que te la chifes te invito unas chelas” – “¿Qué hablan, bestias?, ¿chifar?, parecen chibolos oe, ya tenemos más de 20, no estamos para huevaditas, yo sí toy templado, te juro que me la llevaría al altar” – “JA, JA, JA, ese Manolo, con razón no tienes jerma desde hace una década creo, si nosotros tenemos que dejarnos de huevadas tú deja de correrte la paja y consíguete una hembrita, ¿sí o no, Paolín?” – "JA, JA, JA, qué cagón eres, zambo; puta no sé, firme, firme, yo también estoy templado ah, porque si fuera sólo pa un choque y fuga no estaría tanto tiempo afanando” – “Puta que ahí sí te jodes ah, te quedas como Manolo todo pajero, yo sí vivo mi vida tío, toy muy chibolo para pensar en formalidades, además al muñeco le gusta probar de todo JAJA” – “Negro huevón, aquí desencajas, ¿ves?” – “Ah, ¿yo desencajo?, a ver dime pes, de quién estás templao’?” – “¿oe qué hablas mierda?, si él ya sabe” – “Paolín, ¿sabes a quién le quiere caer Manolo?” – “¿A quién, ah?” – “Zambo conche..” – “a la Susan pes, ¿a quién más?” – “JAJAJA, Negro no te juegues así” – “Manolo habla pe’ varón” – “Es cierto, tío, pero sin resentimientos pes, además pensé que sabías” – “¿A Susan?, puta gringo, ¿por qué a ella?, si yo toy templadazo hace tiempo” – “yo también me templé pes tío, ¿qué voy a hacer?” – “uy, no me dejo, ¿ya ven?, eso les pasa por imbéciles, mejor no templarse y vivir tranquilo” – “Oe negro, se te cayó un papel” – “Chucha, oe pendejo, dame eso” – “¡Mierda, es una carta de amor!… ¿¿¿Para Susan???, ZAMBO RECONCH…”. Más allá de lo que uno podría pensar, la noche terminó con los tres amigos abrazados y riéndose de todo. Los tres reconocieron estar enamorados de la misma chica, y prometieron respetar al “vencedor” siempre y cuando sea una pelea limpia. Aguanta, ¿pelea limpia?, ¿existen realmente las “peleas limpias” en el amor?
Tiempo después, las armas de los muchachos se terminaron, había llegado el momento de decidir. La reina decretaría, finalmente, a quién entregarle sus emociones, tiempo y sensaciones, a quién regalarle noches de placer, risas y demás entretenimientos. Porque eso sí, como lo dije en algún post perdido, cuando las mujeres eligen, se entregan por completo y no hay quién las pare, sino la misma decepción, y eso es lo que usualmente sucede.
El “chico de Aura”, Rodrigo, había estado en la misma competencia. Era un pendejo total, frío, acomedido y oportunista. Audaz en casi todos los sentidos de esa extensa palabra. Juntaba en su palmarés todas las habilidades de sus competidores, escribía poemas, cantaba bonito, bailaba con soltura, y además contaba con una habilidad extra, la de tener dinero. Las mujeres no aman tanto el dinero, sino lo que se puede adquirir con él, aquella que lo niegue que tire la primera piedra (suave, casi me cae en el ojo). Y, al momento de evaluar punto por punto los ofrecimientos de sus galanes, Susan decidió embarcarse en un viaje sin retorno aparente con su adinerado pretendiente. Cuando su amiga y vecina de reino le preguntó sobre su elección, ella respondió con total naturalidad: “es súper detallista, lindo, atento, caballero, es el que más me llenó las expectativas, por eso lo elegí”. En resumen, prefirió al detallista y al atento, antes que a los más sinceros, aquellos cuyas intenciones eran más notorias. En pocas palabras, prefirió al que lo supo disimular mejor.
Inminentemente Rodrigo y Susan iniciaron una relación sentimental que con el tiempo acarreó de todo un poco; mientras que los “perdedores” siguieron tomando en parques, y riéndose de todo, incluso de sus lamentos por la derrota. Meses después, Susan dejó de hablarles; ya no salía con ellos. Siempre tenía excusas que la alejaban de la mancha, aunque todas esas excusas cambiaban constantemente de nombre, era evidente que Rodrigo era la verdadera causa. Fue absorbida por él, poseída, usufructuada, expropiada de su propia vida y amigos. En poco tiempo Susan se dejó ver, estaba alicaída, cabizbaja, triste y poco arreglada. Nada que ver con la Susan que irradiaba alegría, sensualidad y soltaba suspiros con tan sólo una simple mirada. Era otra persona; había sido alterada totalmente. La razón era que Rodrigo se había convertido en una verdadera pesadilla, era un enfermo total, asfixiante, insultante, arrogante y humillante. Sin embargo, cuando Susan parecía estar decidida a darle el “touché” final, aparecían los recuerdos y con ellos los detalles; aquellos detalles que tanto encandilaron el corazón de la que otrora fuera la reina de la mancha; y llegaban las oportunidades, y llegaban las decepciones. Finalmente, luego de algunos años, seguimos viendo a Susan en la misma situación, con la diferencia de que ahora cree que engañando a Rodrigo compensa el malestar producido, algo así como “me cagas pero te hago cachudo”, ignorando quizás que los cachos no son sólo dos, sino cuatro.
El momento de la elección es complicado, sí, pero se puede salir bien parado del asunto. Los hombres seguiremos supeditados por mucho tiempo más, hasta que otro bombazo social nos haga nuevamente ser más justos, y equiparen la balanza de la seducción, por mientras, seguiremos atrás y ellas adelante; pero las damas no deben olvidar nunca que es mejor la sinceridad que los detalles; los detalles, en la mayoría de las veces, tienden a ocultar algo; están hechos para eso, para disimular, digamos que es algo así como el maquillaje que ellas usan y nosotros no (bueno, salvo excepciones). En el mundo de las mascaradas lo importante es saber mirar a los ojos, les aseguro que los detalles más bellos son los que se forman a partir de la verdad. Aunque dicho esto, de seguro no cambiarán las cosas, espero haber contribuido al resurgimiento masculino, ese que tanto ansiamos, y que de seguro fecundará cada vez más parejas felices; mientras tanto, sigamos siendo siempre naturales, el maquillaje al tacho.
Ah, olvidaba decir que la otra reina es ahora muy feliz con un tipo algo descuidado, que no se afeita ni oculta su barriga; que se tira gases antes de morirse de la risa, pero que, por alguna razón en especial, mantiene en las nubes a su adorada novia (si quieren que les diga de quién se trata el costo es de 3 vinos bien secos, música de Páez, y una rica Pizza de 10 soles).
Un abrazo.
kien es esa chika mmmmmm ??? porq ese gordo eres tu obviooo jajaja mas te vale q sea yo por q en esa epoca estabamos si no soy yo ,,,,, te cae ..chanchis
ResponderEliminar