sábado, 18 de julio de 2009

No es más que un hasta luego

No es más que un breve “adiós”

En la pasada pelea por el campeonato mundial de box de Kina Malpartida pudimos ver, entre otras celebridades lorchas, a un tal Micky Rospigliosi. Su semblante era delgado y cándido, su traje negro le daba cierto toque de perfil bajo y su mirada era transparente, claro, él simplemente había ido a ver la pelea de Kina ante la peligrosa, exótica, pero casi púber Halana “Leoparda” Dos Santos. Aquel día fue glorioso para el deporte peruano, más allá de que la rival no estuvo a la altura que todos esperamos, Kina dio una demostración de respeto y de coraje, a la mala, a la desesperada y todo, consiguió su objetivo de retener el título mundial (de esos que tanta falta nos hacen por aquí, ¿o no Manuelito?). Sin embargo pocos reflexionaron sobre otra pelea que se disputaba también ese mismo día, la cual, a diferencia de la de Kina, era una pelea que más parecía una guerra; y llevaba varios meses disputándose en salas de hospital. Micky Rospigliosi se enfrentaba a un rival más temible que “Leoparda”, o que la misma Kina; enfrentaba a un rival que sale campeón al menos 6 millones de veces por año alrededor del mundo, venciendo rivales con una crueldad implacable, sin importar sus edades, condiciones sociales, razas, sexos u ocupaciones.

Finalmente, tras una admirable lucha, Micky sucumbió ante las virtudes boxísticas del cáncer; y perdió en el último round, dando una pelea por demás complicada, aún cuando el cáncer pensaba que aquel gordito pelón caería en el primero y por knock-out. No seré de la partida de los pateros que ahora dicen haberlo admirado desde siempre, cuando en muchos casos está más que claro, no ha sido así; pero lo que puedo decir, y gritar a los cuatro vientos, es que en algún momento tenía podrido a mi viejo, ya que mientras él quería ver sus películas en el cable yo me la pasaba viendo programas deportivos, y entre ellos uno de los que siempre me enganchaba era el de Rospigliosi. El gordito (y perdonen la conchudéz) era asado, era hígado, algo así como lo es ahora Phillip Butters; siempre metiéndose con Burga y su séquito de comechados, siempre hablando las verdades de una manera cruda, dostoievskiana, y hasta kafkiana. A él lo llamaban a diario, amenazándolo, para que deje de meterse con Manuelito, pero él nunca claudico, y hasta en sus últimas ediciones lo siguió pateando; a veces se pasaba de conflictivo, pero creo que en la situación en la que estamos ser conflictivo no es ningún pecado y hasta quizás pueda ser una solución. Dio sus días, tardes y noches a la mejora del deporte que más nos apasiona, y eso hay que valorarlo; mientras otros optan por ceñirse a frías normativas (saludos, Eddy) o simplemente a quedarse callados (nada personal Erick, Gonzalo y todos mis futuros amiguitos de CMD y Direct TV), él nunca renunció a retar la actual dictadura futbolística a la que estamos sometidos. No puedo decir que lo admiré, tampoco puedo decir que era mi ejemplo a seguir, sólo puedo decir que veía su programa cada vez que podía, y que siempre que hablaba me abría los ojos que otros me cerraban.

Sólo por eso, y porque fuiste un ser humano que siempre demostró ser de carne y hueso, desde este lejano rincón, te deseo el mejor de los descansos, Micky. Ojala donde estés no hayan Burgas ni vedettes sacavuelteras; menos colegas doblecara, creo que sin esas cositas ya podrás estar más que tranquilo, y yo también, si algún día me tocara tu suerte.

La paz sea contigo, maestro, y saludos a tu viejo de parte del mío.

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