Yo no buscaba a nadie (lo juro) ...
Eran casi media noche en un bar miraflorino. Entonces la vi. Bailaba como los dioses. Me la presentaron al poco rato y tras un rato más la saqué a bailar. Si les digo que me miraba mentiría. No fue así, aunque muchos se crean con esa virtud de detectar miradas femeninas. Yo para eso soy un gil consumado, entonces prefiero empeñarme en creer que no me miran y que esto de conocer chicas es una lucha constante contra miles de cosas. Al bailar empezamos a conversar. Ya le habían dicho que soy "cantante" (resalten las comillas por favor). Yo le dije que más me considero escribidor que cantante, pero que me defiendo en un karaoke. Luego le dije que es bellísima.
Ella se sonrojó (o al menos eso quiero creer, porque la luz era muy tenue y su piel muy morena) y me dijo "gracias". Yo le dije que soy muy sincero, ¿será eso verdad?, yo creo que sí, porque de verdad es bella y porque de verdad no sé bailar. Cuando le dije que era un tronco me respondió con un - "mentiroso" - que me puso en una situación más que embarazosa. ¿Acaso pensaba que estaba bailando bien?, es que soy tan conchudo que a veces olvido que no llevo más ritmo que un metalero. La canción pedía que ella se volteara y me hiciera movimientos candentes. La verdad yo prefería verla a los ojos y tratar de descubrir si se trataba de "OTRA" chica más que podría pasar por mi vida o si quizás podría sentirme ligado a ella de manera prolongada.
Cuando acabó la canción ella se sentó muy lejos de mí. Clara señal de que nuestra relación no tendría que pasar de esa jocosa charla en la pista de baile. Como ya aprendí (con latigazos de la vida) a aceptar un rechazo elegante, seguí tratando de divertirme junto a los demás. Unos amigos me esperaban en Barranco. Tenía que partir. "Chau amiga", le dije y me largué, con la idea de que no la volvería a ver por lo menos en mucho tiempo.
Meses después vuelvo a verla. Me entero de cosas. La veo bailando como los dioses. Me quedo, como me enseñó Fito, "quieto con el trago en la mano, en un rincón". Esperando alguna señal para volver a llevarla a la pista de baile, que en realidad era la sala de un amigo en común. Me sigo enterando de cosas y decido decirle más verdades. La saco a bailar y empezamos a conversar. La luz de esa sala era menos tenue que la del bar miraflorino, de modo que pude ver mejor sus hermosos ojos. Tiene tanto en la mirada, la verdad no sé qué es, o quizás sea un invento mío para seguir haciendo de esta sencilla chica una verdadera musa. La musa que necesitaba. Finalmente, tras varios intentos fallidos, le dije que quería conocerla. Que quería saber más de ella. La respuesta es una incógnita que hasta ahora no puedo resolver. Un "sí" disfrazado de "no", o tal vez a la inversa. No lo sé. Pero ya tengo su teléfono, ¿no es eso lo que todos dan como "primer paso" para conocer a alguien?
El fin de semana pasado cumplí 28 años, la gravedad ya hace algunos efectos en mí y a veces siento que el pelo se me cae más frecuentemente; sin embargo en este tema de conocer personas siempre seré un inexperto. Es más fácil cuando sabes a qué va la otra persona, y más fácil aún cuando sabes que será muy efímero. Pero paradójicamente el deseo de conocer lo eterno produce un temor inevitable.
¿Será eterna la chica que baila como los dioses?, o quizás sólo estoy exagerando. Como siempre.