lunes, 18 de febrero de 2008

Porque son buenos muchachos...

Han pasado casi dos semanas desde que realicé aquella tan voceada reunión onomástica en el seno de mi hogar. La razón por la cual no escribí sobre ello antes de este momento es muy simple: tenía que pasar unos días para que pueda digerir (además del excesivo alcohol, cigarrillos y tortas) las lecciones, enseñanzas y recuerdos que me dejaron, una vez más, mis más grandes amigos; aquellos que utilizaron sus pocos o abundantes recursos para ir hasta mi casa (a la cual no es nada fácil llegar) a pesar de las distancias, sea por la razón que sea, llámese el hecho de tomar, de fumar, de bailar, de reír, de comer los tequeños de mi vieja o simplemente el hecho de esperar algo de buena compañía. Cualquiera haya sido el motivo por el cual mis inseparables e indescriptibles compañeros hayan asistido, estoy seguro, se cumplió totalmente; hasta los que se quedaron dormidos en el sofá la pasaron más que bien.

Durante estas dos semanas anduve meditando sobre el valor de la amistad. Es algo que muy pocos, salvo en momentos de borrachera, solemos mencionar como tema de conversación, ya que en el ambiente criollo esto puede sonar algo cursi o hasta homosexual; pero la gran verdad es que la amistad es algo que de a pocos se ha hecho una poderosa columna en el extendido templo de mi vida afectiva. Recuerdo que en mis épocas escolares tener amigos o no era algo que solucionaba muy fácilmente; dedicándome a cosas muy personales, como vicios, estudios o literatura. Sin embargo conforme fueron pasando los años y viviendo experiencias de todo tipo, empecé a darme cuenta de que un amigo es algo que jamás puedes dejar de lado, por la simple razón de que un amigo jamás te dejaría de lado. Se forma entonces una cadena irrompible, de lazos fuertes e imperecederos. Una relación de amigos va más allá de cualquier relación amorosa altamente biodegradable, de esas que se pueden acabar de manera tan fácil como empezaron. Entonces ellos están ahí, dispuestos a darte la mano, hacerte una broma que te haga olvidar el mal rato que pasaste; ofreciéndote un par de chelas, un vino barato, un trío de puchos, un pisquito, o lo que sea para hacerte sentir mejor.

El sábado pasado llegó la gran mayoría de personas que aprecio (perdonen la lisurita) como mierda, y entre tragos y cagues de risa la pasamos tan chévere que el tiempo se fue volando arribando en un abrir y cerrar de ojos el día siguiente con su solcito playero incluido. Hacía mucho que no los veía a todos juntos, un año para ser exactos, desde que había cumplido 24.

Eran casi las 10 de la noche y aún no me había bañado (¿tenía que hacerlo?). Tocaron la puerta. Eran los primeros invitados, el flaco Joel (alias Gustavo Vasallo), su agradable enamorada, el gran Pecoso y Andrea, la que tiene el honor de soportarlo a diario. Salí de la ducha y me vestí en tiempo record, los recibí, conversamos, rompimos el nerviosismo con unas bromas y externamente todo andaba bien; mi hermana como siempre me ayudó bastante con ese tema. Internamente iba pensando en lo bien que me sentía al ver a dos de mis grandes amigos, mis compinches de antaño, ahora, bien acompañados por dos adorables y engreidoras muchachas; atrás quedaron los tiempos de miseria amorosa, los tiempos en los que las lágrimas empapaban mejillas enamoradas bien acompañadas con el sudor de persecuciones injustas. La esperanza tiene sus frutos. Carajo, se lo merecen. Nos lo merecemos.
En unos minutos más llegaron dos grandes chistosos, criollos del ayer plasmados hoy; dos patazas de la universidad: el tío y Repu… nombres verdaderos: Gabriel y Ernesto, respectivamente. La siempre cara feliz del tío no me dejó otra que alegrarme por su visita. Hacía tiempo que no lo veía, mucho tiempo pasó después de aquellas noches seguidas repletas de karaokes, de buena sangría hawaiana, de risas y de jugar al artista. Su presencia rejuveneció la noche aunque suene irónico, debido a que por algo le decimos tío (no te preocupes, no revelaré tu edad). Lo de Repu es una historia a la cual le pusimos “pause”. Sabía que regresaría en algún momento, sabía que sus ansias de excesivo consumo de alcohol y sus ganas de ponerme chapas (a mí no me engañas, las planeas so-pendejo) lo llevarían de regreso al lugar que tantas veces ensució con sus vómitos, y donde mi abuela tantas veces lo sermoneó sobre su futuro. Sin embargo, a pesar de todo lo mencionado y lo no mencionado, Repu es de esos patas que siempre tendrán un lugar al qué regresar. Al menos en mi casa siempre será bienvenido, por mucho que el water me ha rogado que no lo vuelva a llamar después de ese Cienciano 1 – River 0. Definitivamente uno de los pocos tipos que realmente tienen la palabra “amigo” grabada en su amplia frente estilo Vegeta.

Eran casi las 11 y el flaco Perrin hizo su estelar aparición acompañado por su misterioso séquito de divorciados muchachotes: Joel y Mani. Del flaco ya he hablado mucho, lo he incluido en más de 2 post, lo que quiere decir que es parte de mi contexto de vida, parte de una irrompible relación a prueba de balas. Joel es un inquieto muchacho, tan inquieto como impredecible. Nuestra amistad está cimentada en conversaciones largas y filosóficas sobre nuestro camino a la autorrealización; conoce Alemania y lo envidio por eso, y él envidia mi supuesta e imaginaria suerte con las mujeres, por lo que se ha convertido en uno de los 3 personajes que me ha pedido consejo sobre ese engorroso tema (mi primito y mi ahijado son los otros dos). Se nota a leguas el enorme corazón que posee, contrastando con su pequeño cuerpo; un buen amigo con el que de seguro pasaré más de una buena experiencia, aunque no tan buena como verlo bailando con la movediza Gaby en la sala de mi casa.

Mani es quizás el otro pilar de mi vida universitaria. Su apodo obedece a una serie de factores inertes que nos mostró sobre todo al principio de la carrera. Hoy se ríe, jode, llora y hace buenas bromas, pero como todo buen apodo, “Maniquí” siempre será… lo mismo que sucedería en el hipotético y fantasioso caso de que yo baje 30 kilos. ¿Me dejarían de llamar “gordo”?, pero claro que NO. La fotografía del principio, la cual le da algo de vida a este post, denota la inmensa dicha de posar junto a estos dos grandes compañeros que la vida me ha regalado. De ellos dos, Mani siempre pone el silencio justo, haciendo el equilibrio ante mis arrebatos algo usuales y ante las rabietas que a veces le nacen a Perrin. Verlo en mi casa por segunda vez (en lo que a cumpleaños se refiere) fue un verdadero honor que espero pueda seguir repitiéndose.
Otro que llegó, y por algún motivo no esperaba, es Claudio. Sus alias son muy variados pero todos tienen que ver con el color que Dios le adhirió a su piel, el cual es, digamos, un poco más opaco que el de la mayoría de limeños. Acaba de tener un niño hace unos meses, quizás sea por eso que no lo esperaba; la responsabilidad de criar a Israelito no le corresponde sólo a Mariella (su maravillosa y futura esposa). Sin embargo el negro llegó, con una sandalias por demás playeras y con una estámina realmente demacrada, producto del excesivo trabajo al que está siendo sometido. Por ello su esfuerzo es realmente valorado, al menos por este servidor, quien tendrá siempre un lugar para él en su amplio sofá. Gracias Claudy, y avísame para la próxima pichanga aunque sólo sirva para que te mates de risa mostrando una de tus pocas partes blancas: tus dientes.

No sé qué hora era cuando llegó el chato. Sí, hay uno en cada mancha, como mínimo. Aunque ninguno tan especial como el nuestro. Andrés Escalante, el metódico y retaco hombrecito cuya casa se ha ganado con honores el cartel de “el point”, llegó entre las risas y vítores de quienes lo veíamos después de cierto tiempo. De inmediato le preguntamos por su nueva y engañosa silueta estilo Rey Mysterio, él sólo contesta riéndose como cuy y echando nuevas jodas al aire. Se nota que lo queremos porque siempre le agarramos las tetillas hasta exprimírselas y sus nuevos apodos son tantos que me faltaría espacio para escribirlos. Me quedo con Pilaf (JAJAJA); espero verte pronto chatán.

Me fui junto a Joel (el flaco del principio) y Pecoso a comprar algo de cerveza y al regresar no me había dado cuenta de la presencia de Pablo; mi actual compañero artístico; el hombre de los mil rulos. Toca la guitarra como si literalmente fuera a morirse mañana y canta como Diego Torres quisiera hacerlo. Tenemos almas de artistas que se juntan cada viernes a afinar canciones de manera natural; probando cada vez más cepas de vino. Había llegado y no pude advertir su presencia hasta que me pasó la voz desde su asiento. Lo saludé efusivamente, como los Pornostar sabemos hacerlo. Poco rato pasó para que llegara Marvin y así volvimos a juntarnos los tres después de varios meses. El “feo” está siguiendo un curso de titulación que le costó 800 dólares, es decir, lo que gana por hora en su chamba (JA!!!); por ello su visita tuvo un toque especial que denotó sacrificio y amistad. Esas cosas no se olvidan. Un tipo con el cual se puede hablar de lo que sea sin necesidad de dar explicaciones; claro, hincha de Blades como un servidor, y eso ya dice mucho de él. Junto a esas mencionadas y extrañas criaturas pasé gran parte de mi tiempo matándome de la risa y contando experiencias vergonzosas; llámese “Merlina y Yesabella”, “El ángel y el diablo”, “La verdadera edad de Carlos”, etc. Siempre con el único afán de reírnos de una vida que cada vez se nos pone más jodida. Gracias Pornostar. Que la música nos una aunque la chamba nos separe. (En la foto, extrañas criaturas)


¿Pedro bailando perreo?, sí, hasta abajo y en sanguchito. El apogeo de la fiesta llegó gracias a él, durante los 40 minutos más gloriosos de su vida. El hombre de jengibre no dudó en ejecutar sus más elaborados movimientos dancísticos deleitando al respetable y haciendo creer a los que no lo conocían que se trataba del muchacho más chonguero de Lima. Obviamente el alcohol hizo su parte y él hizo la suya. Verlo tan bailarin me llevó a pensar en las miles de reuniones a las cuales asistió sin hacer otra cosa que esconderse bajo su gorro Nike mientras permanecía sentado en una silla. Pero esta vez no fue así y por eso se la debo. Fue una grata revelación que contribuyó de manera extraordinaria en la realización de mi evento. Pedrito, gracias, y ya sabes, lejos de la PC también eres lo máximo.

Lilo, Gaby y Rocío cumplieron una función por demás complicada: la de hacer que todos estos borrachos bailen como si fuera una fiesta de fin de año y no sólo se dediquen a incrementar el volumen de sus barrigas sentadotes con la chela en la mano. Mención honrosa para ellas, hicieron un buen trabajo. Sin ustedes la reunión no hubiese tenido tantos ratos hilarantes. Mención honrosa para mi vieja y sus tequeños. Para Connie y sus denodados esfuerzos para devolverle la alegría a nuestro hogar. Para mi abuela y su enorme capacidad de aguante en los oídos. Para Homero y su típico “muchachos”. Para charapovo (alias Shipivo enamorado) por sus bailes homosexuales y a su entrañable enamorada (la "bye") por haberse portado tan bien. Para la comadre Yuly, quien musicalizó parte de la noche con sus cálidas y estruendosas risas. Para mi ahijado favorito, Danny, por hacer lo que tal vez yo hubiera hecho en su situación: Darle curso a mi Play Station y no salir para nada a la reu. Para Gonzalo y Alejandro, amigos de mi ex – área con quienes tomé una caja previa a mi reunión. Para el mono, que me arrebató a Gonzalo y a Alejandro con su tono en Producto Peruano (je, mentira simio… nos debemos un salud). Para los que no fueron, porque no sentimos su ausencia pero siempre es bueno recibir “sorrys”. Y así, una lista interminable de personas que contribuyeron con su granito de arena para consolidar toda esta resbalosa duna de gratos momentos que dejó mi cumpleaños número XXV.


Gracias a todos ustedes. Gracias por asistir. Y gracias por ser como son, porque sólo así me podrían caer tan bien. Un abrazo mío creo que alcanza para todos. Y para no hacerla tan cursi: Nos vemos en la próxima chupeta.



Hasta entonces.

3 comentarios:

  1. Te iba a escribir mi propio "sorry" pero ya q no sentiste mi (o nuestra) ausencia ya no tiene sentido, no? ya nos veremos otro dia, con suerte, supongo.

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  2. Excelente post.Lo mejor de ser una extraña criatura es que puedes reconocer a los de tu especie, asi sean intergalacticos como Marvin.ja!
    Aunque llegaramos a ser extrañas criaturas ancianas(léase Carbonel)ese viaje lo haremos de todas formas, asi que comprate tu piano. Un abrazo y no te desprendas de tus sueños.

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  3. cuando me invitas a una fiesta??? jaja lindo tu post tus amigos deben serr muy cheveres, hasta pronto

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