Tan importante como conocerse uno mismo es saber que nadie puede cuadrar del todo en cualquier lado, al menos no sin antes ensayar disfraces para la ocasión. No puedes ser el mismo con tu chaqueta de cuero y tu cabello al viento, pretendiendo ser libre, como cuando vas al trabajo y dices que tu vida se va por el inodoro. No se puede ser igual con una madre como cuando vas al supermercado y sacas de tu billetera una tarjeta de crédito, mirando con cierto temor y desprecio a los que te rodean. Hay que cambiar. Tienes que cambiar. Cambias a cada instante, cuando vas al baño y te miras al espejo, dibujas sonrisas y estiras tu rostro para ver si hay nuevas arrugas, acercas tu plano visual para tener más de cerca a ese grano nuevo. Luego haces tus necesidades, te duchas o te peinas y has vuelto a cambiar. Ya no eres auténtico para ese espejo, ni para el retrete, ni para la ducha. Tampoco lo eres para tu novia porque hueles bien y normalmente no hueles así. Ese no eres tú, ¿quién eres tú?, no lo sabes, pero sabes que no eres ese. Dices sonreír y lo que haces es adquirir cada vez más habilidades para aparentar no sufrir. Qué necesario es tener máscaras de excelente calibre. Concibes el abrazo de tus amigos y, como pocas veces, dices ser tú mismo estrictamente con ellos, sólo con ellos y para ellos. Derramas lágrimas ebrias intentando que te crean. Has ganado, te han creído, ¿qué harás ahora?, ¿qué máscara te pondrás? De pronto luchas con los recuerdos que aborreces porque sabes que han dejado lecciones; publicas donde puedes que las cosas te salen bien para que te feliciten y digan que eres un ganador. Publicas luego que te han roto el corazón y que no te han valorado. Cuántas máscaras, qué necesarias son. Describes la pureza de tu alma como si supieras que ésta existiera, como si la hubieras tocado, medido, tan siquiera sentido. Te ilusionas con tus manías y con el hecho de que alguna vez alguien diga que son maravillosas. Resumes tu vida en pocas palabras y te mueres por que los demás adivinen que sólo resumes, que hay más. No hay nada más, no hay máscaras para cubrir la nada. Aunque incluso la nada sea necesaria para que cuadres en todos lados y alguien con una máscara mejor desarrollada que la tuya diga, finalmente, que vales mucho más de lo que crees.