martes, 29 de octubre de 2013

Un simple saludo

Hola. Regreso un momento por aquí y veo que todo está igual. Los posts son los mismos, siempre inmóviles, como un archivo virtual que se pudre de a pocos, dejando un polvillo que huele a antiguo. Los mismos comentarios de aquellos que siempre seguían estas letras y que a estas alturas deben haber olvidado la existencia de este espacio. Ahora mismo tengo la certeza de que estoy escribiendo esto solo y que sólo yo lo voy a leer. No habrá comentarios, ni sugerencias, ni críticas, este es el rincón de la soledad y del descuido. O quizás es que se han descubierto las maravillas que hay detrás de estos muros atiborrados de terquedad y pasión. Ya entiendo por qué yo mismo decidí abandonar este barco que se iba hundiendo. Este rincón se nutría de experiencias que, quizás, en un principio sentía como golpes certeros y letales, y que además podía plasmar en unas cuantas palabras que formen oraciones simples de leer (ese es, más o menos, mi estilo, según los pocos que leen a menudo mis relatos), estéticas, a veces. Cuando esas experiencias dejaron de ser asumibles y se transformaron en heridas incurables, supe que la solución era diferente al hecho de simplemente contar el problema. Antes, el sólo hecho de escribir sobre algo que me sucedía ya me daba el poder de la autocuración. De repente se perdió esa virtud, no sé cómo, pero se perdió. Escribir se convirtió para mí en un mero arte (arte que puede gustar o no, pero que practico con muchísimas limitaciones, dicho sea de paso), y ya no en una forma de solucionar mis males o de quitarme pesos de encima (muchas veces cobardemente). Con todo esto, podría decir que he estado utilizando fríamente mi gusto por la escritura, ya sea para hacerme el fuerte y que algunos me lo crean (y admirén - ¿?), o para demostrar miedos y exageradas sensibilidades, a fin de que algunos otros se apiaden de mí. Y por ello se confirma en absoluto que soy tremendo egocéntrico. Un vanidoso inconsciente y mendaz, un ente irregular sin atributos agradables, una simple máquina de expulsar sucios deseos y primivos sentimientos. Ya ni siquiera puedo escribir de amor sin dejar un rastro de sangre. Aún así, y sin rodeos, puedo decir que no odio ya a nadie, y que más bien empiezo a sentir nuevas tormentas propulsadas por las ganas de cuidar, proteger, acariciar, besar y hacer el amor (finalmente, lo que todos deseamos recibir), pero esto no quiere decir que me vaya siempre de la mejor manera en ese y otros aspectos. Hay un abismo oculto entre ir bien e ir mal, el tamaño del abismo sólo dependerá de qué tan bien puedas asimilar los usuales golpes que se reciben desde todos los ángulos y con tal beligerante poder. Y es oculto porque es fácil caer en él cuando no se sabe bien qué tan extenso es (mucho menos qué tan profundo). En resumen, tengo trabajo y buena salud, muchísimos planes para el año entrante (este año quiero acabarlo así de tranquilo y contento - dentro de todo - pero el próximo intentaré meterme en nuevos problemas en busca de la siempre negada felicidad). Pero escribir para sentirme mejor ya no es algo que planeo hacer. Es más, ahora mismo, mientras escribo esto, cada vez me voy sintiendo peor. 

Esto último fue broma, me siento muy bien. Gracias por preguntar. Y bienvenidos nuevamente, pocos pero queridos lectores, a este humilde espacio que sabe a pasado, a reliquia y a juventud.

lunes, 26 de agosto de 2013

Dear Zero

Carta de Light Yagami (Kira) a Lelouch Lamperouge (Zero):

Estimado Lelouch (o debería decir Zero - Lo siento, no soy culpable de que aún no definas tu identidad):

Ante todo, gracias por tu preocupación y por responder a mi llamado. Debo confesarte que ni el mismo Mikami atendió tan rápido algún requerimiento mío. Por cierto, ¿conoces a Mikami?, es un tipo patético que elegí como predicador, cuando aún tenía el poder de hacer de este mundo un lugar mucho mejor en el cual vivir, algo así como tú lo deseabas para Nunnally-chan. En el plano de tu vida, el símil de Mikami sería ese hermano afeminado que tienes, llamado Rollo. Ahora, no sé por qué hablamos de esclavos o predicadores, no es precisamente el tema que debamos tratar. Lo siento, Lelouch vi Britannia (sí, ya tengo tu nombre verdadero y tu rostro es muy conocido en las redes sociales, tienes muchos fans, enhorabuena), es que, en mi extraña mente, una cosa siempre lleva a otra.

Sobre la pérdida de mi Death Note, nadie la lamenta tanto como yo. Pero, es que, ¿nunca ha tocado el amor a tu corazón?, pero, claro, eso en tu caso, ya que en el fondo siempre has sido bondadoso, al menos en comparación conmigo; en mi caso, al no tener corazón, el amor tocó las fibras de mi virtuoso cerebro, haciéndome imaginar mil escenas de felicidad con aquella princesa andina que tanto me cautivó y que es, además, la causa de que esté varado en este país y no esté en mi natal Japón.

Ahora fracaso en los empleos que consigo y el dinero me es escaso. Vivo en un pequeño cuarto rentado, en los suburbios de Lima, coexistiendo con toda clase de alimañas, que van desde vagabundos drogodependientes hasta zorras de oficio, pasando por niños huérfanos que hacen malabares en los semáforos para ganarse unas monedas y paraplégicos que piden limosna en las aceras.

Lelouch, mi vida ha llegado a un punto patético en el cual me es muy difícil utilizar mi maravillosa capacidad de raciocinio, debido a todas las preocupaciones que debo enfrentar a diario. Confieso que, en tu lugar, iba a invocar a L, pero el tipo es tan moralista e insoportable que, estoy seguro, lo volvería a matar si me saliera con sus inenarrables discursos. Entonces, recordé que muchos nos comparan a ti y a mí, más que todo porque me imitas en algunas cosas, y debes de aceptarlo, así que no dudé más y te envié la carta.

Bien, basta de tanta cháchara y vayamos a lo que nos interesa: el plan.

Me parece una magnífica idea de venganza, salvo por un pequeño detalle, y es que no me interesaría tomar el puesto de ese maldito bávaro. Aunque no lo creas, prefiero seguir viviendo en la miseria a sentarme en ese asiento asqueroso, lleno de cerveza, mierda y semen. Lo que sí podría hacer es vaciar su cuenta corriente, es decir, girarme a mí mismo muchos cheques (por cierto, si deseas también puedes llevarte algunos, aunque, un emperador no necesita de eso, ¿verdad, Lelouch?) por grandes cantidades de dinero, para ello, en la orden que le darás usando tu Geass, deberás decirle, además de que la mierda es rica y nutritiva, que debe firmar toda su chequera. De esa forma podremos hacer lo que queramos y llenarnos de dinero en menos de lo que Ryuk tardaría en burlarse (hablando de Ryuk, lo extraño).

Otra cosa más, la esposa del alemán... verás, Lelouch, siempre fui popular entre las chicas, pero eso era porque, además de ser guapo e inteligente, tenía mucho dinero. Sin ese tercer elemento, al menos en este país, soy menos que nada. Pero si había mujeres que no podía conquistar, esas eran las alemanas; no sé si era por cuestiones de idioma o porque le tienen miedo a los enormes penes que tenemos los nippones. Quiero a la esposa del alemán, su nombre es Trude Ribbentrop, y es una golfa ambiciosa que tuvo la desdicha de cruzarse con ese futuro devorador de excremento, ¿mi idea?, salvarla de su desdicha y de ese pene pequeño que nunca la satisfizo.

Con esos nuevos detalles en tu Geass, me harás el hombre más feliz del mundo.

Sobre recuperar la Death Note, pues te daré la dicha de que te burles de mí un tiempo más. Dejaré pasar más días, para ver qué acciones puedo tomar o qué acciones toma la ladrona. No quiero hacerle nada a la princesa andina, puesto que estoy loco por ella. Ahora entiendo a Misa; es que, tío, podría ser su esclavo si me lo pidiera. Fue por eso que te dije que le dieras mi número telefónico a Villetta, quien, quizás, con su sensualidad extrema, sea la única persona que me quite de la cabeza a aquella condenada mujer, ahora dueña de mi Death Note. Aunque, como bien dices, es muy complicado que me llame, sobre todo si además de mi número telefónico no le diste el número de mi tarjeta de crédito, por ahora, inexistente.

Lelouch, para terminar esta carta de respuesta, debo especificar que te pregunté por C.C porque en el fondo también me gusta y la quiero para mí. Sé que te pondrás como fiera con sólo imaginarla sobre mi ejercitado cuerpo, gozando como jamás gozará contigo, pero, a lo que iba, es que como me gusta, también me interesa que esté bien, por eso fue mi pregunta; lo cual no quiere decir que intentaré arrebatártela, y menos ahora que te darás el trabajo de venir hasta acá a ayudarme con mis problemas, ¿acaso me crees tan malagradecido, querido y respetado amigo imitador?

Junto a la carta te estoy enviando los datos del viaje, la fecha y la hora. Ya está todo pagado, me he quedado sin un centavo; confío en ti, Zero. Hasta pronto.

Con afecto y profundo respeto, Yagami Ligth (Kira - sí, yo también tengo problemas de identidad)

viernes, 5 de julio de 2013

El último de los mil rezagos

«¿Qué queda?

Queda mucho por vivir, desde luego. Años me esperan, ¿ah sí?, no lo sé. Quizás muera hoy o mañana. Hasta quizás ya esté muerto y escribiendo esto desde otra dimensión, un momento, ¿muerte?, dejaré ese tema para el final.

Queda el recuerdo de lo compartido y el remordimiento de lo negado. Queda la desesperación de no poder retroceder el tiempo, para así cambiar una o dos decisiones, tal vez. Quedan las ganas de hacer tantas cosas que no se pudieron, desde ver una película, hasta un viaje.

Quedan, también, algunos cabellos suyos sobre la almohada.

Queda intentar ser el amigo que necesita, cuando en el fondo lo que quisiera es besarla hasta que empecemos a absorber el aliento del universo. Queda ofrecerle un hombro, un abrazo, un consejo o simplemente un par de oídos atentos. Queda ser, también, un par de ojos observadores y analíticos, que no necesiten de otros sentidos para caer en la triste realidad del adiós que no se puede decir, ni escribir.

Quedan, también, los empujones de la preocupación.

Queda dejar que todo siga un cauce inalterable, suficiente razón para que un experto alterador como yo me sienta atado de pies y manos. Queda aprender de mis errores y valorar los pocos aciertos, así como también rescatar las virtudes suyas. No, demandaría mucho tiempo. Hablo por mis errores, claro. Pude contar sus virtudes con los vellos de mis manos.

Queda el último estertor.

Claro, porque morir es un estado y no el final. Uno puede andar muerto por las calles, observando chispazos de vida por todos lados. Envidiando o cegándose un poco con sus luces de neón. Queda reconocer que hay cosas que te matan sin mandarte a la tumba y sin hacer que tus familiares lloren por tu partida. Y andar muerto no te pondrá verde ni te hará oler mal, andar muerto sólo te asegura que has enfrentado cosas contra las que no pudiste. Que perdiste. Queda eso, aceptar que perdiste y sacar de ti el último aliento de la resignación».

Escrito el 1 de enero de 2013 en Barranca, Lima.

martes, 12 de febrero de 2013

Con fe

¿Será el 2013?

Hola, mi nombre es Rubén y soy adicto. Adicto a las ilusiones y a las decepciones, al amor y al desamor. A la naturaleza en sus estados más puros y a los artificios más superfluos. Al entrar y salir. A las maravillas de la mente. A la pureza de los sentimientos y a la vileza de las sensaciones. A las conjeturas apresuradas y a las caídas más profundas. Al caos y a la paz. Al odio pueril y a las manifestaciones hormonales que lo preceden. Al caminar apurado. A los frutos del campo. A las etiquetas de industria. Al smog capitalino. Al viaje sin dinero y al lujo más práctico. Al espacio sideral y a los misterios que este encierra. Al magnetismo de una mujer lejana. Al pacto entre las ánimas. Al díscolo estado de los viernes por la noche. Al páramo de mis sueños perdidos. A la realización obtusa. Al encuentro con mis dioses. A la rima exagerada. A la poesía de Spinetta. A los perfumes de mujer. A los cabellos largos y los ojos bellos. A destruir lo que no sirve y diseñar pequeños mundos. A la prosa de Cortázar y a la elegancia de Ribeyro. A la pasión desenfrenada de la tribuna. A los contactos imposibles. A lo imposible en sí. Al mirar. Al hablar. Al oler. Al tocar. Al saborear. Al sentir y al presentir. Al errar. Al acertar. A la venganza y al karma. 

Saludo a todos los que hace mucho no me ven por aquí y que, por diversos motivos que pueden incluir baja autoestima o mucho tiempo libre, han estado visitando el sitio sin obtener nuevas entradas. Pido disculpas si a alguno de ustedes este blog le parece algo que no ha de ser descuidado como, evidentemente, lo estoy descuidando ahora. 

Sucede que he encontrado motivaciones donde parecía no las encontraría jamás. He vuelto a desarrollar proyectos. He hallado compinchismo en un monitor y debido a ello produzco muchos relatos que pronto se convertirán en libros, seguramente no exitosos pero sí reconfortantes. He conseguido trabajo en un lugar acogedor, donde no pienso cometer errores pasados. Conozco cada día más personas interesantes, lo que es distinto a decir que cada día conozco gente más interesante; aclarando. Creo que hoy sólo me intereso yo y mis proyectos. Y con este egoísmo ladino voy cerrando este corto post. El post que quizás marque un nuevo comienzo en mi vida. Porque este 2013 pinta para ser mi año, aunque no sé si el año de "El Rincón de Bencho".

Tengan todos muy buenas noches. 

Sabremos alguna vez los unos de los otros. Alguna vez que puede ser pronta. 

viernes, 11 de enero de 2013

Apología a la hipocresía

Tan importante como conocerse uno mismo es saber que nadie puede cuadrar del todo en cualquier lado, al menos no sin antes ensayar disfraces para la ocasión. No puedes ser el mismo con tu chaqueta de cuero y tu cabello al viento, pretendiendo ser libre, como cuando vas al trabajo y dices que tu vida se va por el inodoro. No se puede ser igual con una madre como cuando vas al supermercado y sacas de tu billetera una tarjeta de crédito, mirando con cierto temor y desprecio a los que te rodean. Hay que cambiar. Tienes que cambiar. Cambias a cada instante, cuando vas al baño y te miras al espejo, dibujas sonrisas y estiras tu rostro para ver si hay nuevas arrugas, acercas tu plano visual para tener más de cerca a ese grano nuevo. Luego haces tus necesidades, te duchas o te peinas y has vuelto a cambiar. Ya no eres auténtico para ese espejo, ni para el retrete, ni para la ducha. Tampoco lo eres para tu novia porque hueles bien y normalmente no hueles así. Ese no eres tú, ¿quién eres tú?, no lo sabes, pero sabes que no eres ese. Dices sonreír y lo que haces es adquirir cada vez más habilidades para aparentar no sufrir. Qué necesario es tener máscaras de excelente calibre. Concibes el abrazo de tus amigos y, como pocas veces, dices ser tú mismo estrictamente con ellos, sólo con ellos y para ellos. Derramas lágrimas ebrias intentando que te crean. Has ganado, te han creído, ¿qué harás ahora?, ¿qué máscara te pondrás? De pronto luchas con los recuerdos que aborreces porque sabes que han dejado lecciones; publicas donde puedes que las cosas te salen bien para que te feliciten y digan que eres un ganador. Publicas luego que te han roto el corazón y que no te han valorado. Cuántas máscaras, qué necesarias son. Describes la pureza de tu alma como si supieras que ésta existiera, como si la hubieras tocado, medido, tan siquiera sentido. Te ilusionas con tus manías y con el hecho de que alguna vez alguien diga que son maravillosas. Resumes tu vida en pocas palabras y te mueres por que los demás adivinen que sólo resumes, que hay más. No hay nada más, no hay máscaras para cubrir la nada. Aunque incluso la nada sea necesaria para que cuadres en todos lados y alguien con una máscara mejor desarrollada que la tuya diga, finalmente, que vales mucho más de lo que crees.